|
|
|
|
|
La Razon, 26 julio 2018 |
Gonzalo Alonso |
|
Konzert, Madrid, Teatro Real, 25. Juli 2018 |
|
Kaufmann, valió la espera
|
|
Jonas Kaufmann ha cantado por fin en el Teatro Real. Pocos saben y menos se
acuerdan que cantó una de las funciones de «La clemencia de Tito» en 1999 en
una sustitución de última hora. Sus propios recuerdos de ello son escasos.
Más recuerdos tiene de una «Missa Solemnis» en Salamanca, allá por 2004,
junto a su entonces esposa. Terminó un tanto alegre en la habitación de su
hotel tras un recorrido por la ciudad. Kaufmann apenas era conocido.
En 2008 canceló el «Fidelio» que debía abordar en el Real junto a Abbado. La
Maestranza sevillana le escuchó en «La bella molinera» en 2010, ya famoso,
junto al pianista Helmut Deutch. Cantó un par de funciones de «Fidelio» en
Valencia en 2011. En marzo de 2014 se arriesgó a cantar a taquilla en el
Liceo «Winterreise». En el verano de ese año actuó en el Festival de
Peralada. En 2016 estuvo anunciado en Madrid para un recital con piano, pero
problemas de salud le obligaron a cancelar todas sus actuaciones durante
varios meses y volvió a cancelar el año pasado. Poco a poco volvió a la
actividad y ésta es ahora quizá demasiada. El domingo cantó «La Valquiria»
en Munich, el 25 el Real, el 28 Peralada y el 31 «Parsifal» en Munich.
El más importante tenor veterano en activo, aunque como barítono, y el
número 1 de los actuales se han presentado en el Real en días sucesivos. El
primero canta como barítono con timbre de tenor, mientras que el segundo lo
hace como tenor con timbre de barítono. ¿Cómo sería un «Trovatore» con
ambos? Kaufmann es un tenor muy musical, con un centro bellísimo en su color
de tintes oscuros, sin problemas en el registro agudo, con graves
potenciados por su timbre baritonal y, muy importante, inteligente en su
línea canora en la que busca la expresión y el matiz. No hay cantante sin
defectos y él también los tiene. La búsqueda del sonido oscuro le obliga a
emplear la gola más de la cuenta y la voz queda a veces atrás. El caudal es
amplio pero, al no poseer el metal de un Del Monaco o Corelli, la voz no se
proyecta tanto como la de aquellos, lo que es palpable en los bellísimos
detalles en medias voces o los agudos en piano con messas di voce en
ocasiones en falsete.
Jochen Rieder concertó apenas aseadamente y el
fresco recuerdo de la «Cabalgata» de «Valquiria» de Petrenko en Munich
muestra lo mucho que aún queda por mejorar en nuestros teatros. Kaufmann
tardó dos arias en calentarse. El «Ah, lève-toi, soleil», con sus dos «si
bemoles» sonó algo velado y un espectador llegó a mostrar su disconformidad.
En el tercer «si bemol» respetó la escritura en «piano» con un falsete de
reducida proyección. Muy matizadas tanto el aria de «La juive», como la del
«Cid», con expresividad, gran variedad de dinámicas y unas frases muy
delicadas en las repeticiones. Wagner, en la segunda parte, ofreció lo
mejor. Sobre todo el «Ein Schwert verhiess mir der Vater», con exhibición de
poder en el «Wälse!», muy bien planteado y resuelto el estado anímico de
Siegmund. Tras el poético, pero algo forzado «Morgenlich» de «Maestros
cantores», llegó otro momento cumbre con «Lohengrin», una página a la que
dota de personalidad propia en el juego de medias voces y fortes, así como
con el admirable legato. Aportó una segunda estrofa normalmente no cantada y
se apoyó en una partitura en una tableta. No hay otro tenor más interesante
en sus interpretaciones que Kaufmann y el público lo comprendió con
ovaciones que obligaron a tres bises: «Werher», y más Wagner con
«Wintersturme» y «Träume». El público seguía sentado, salvo las señoras que
se acercaron al escenario para regalarle flores, cartas y paquetes, pero
director y tenor dijeron adiós. ¿Para cuándo una ópera?
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|