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ABC, 10/03/2018 |
PABLO MELÉNDEZ-HADDAD |
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Giordano: Andrea Chenier, Gran Teatre del Liceu, Barcelona, 9. März 2018 |
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Kaufmann es Chénier
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Sus compañeros de reparto, Carlos Álvarez y Sondra Radvanovsky, también excepcionales, compitieron con el tenor alemán en el «aplausómetro» |
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Aunque todas las miradas estaban puestas en el debut en la temporada
operística del Liceo de Jonas Kaufmann en esta suntuosa producción de
«Andrea Chénier» de David McVicar –estrenada en Londres por el propio tenor
alemán en 2015–, la verdad es que su brillante interpretación fue la guinda
de un espectáculo globalmente muy conseguido, porque sus compañeros de
reparto también eran excepcionales y compitieron con él en el
«aplausómetro»: el barítono malagueño Carlos Álvarez ostenta desde hace años
la corona del mejor Carlo Gérard del mundo –inauguró con este papel la
temporada de La Scala de Milán– y aquí lo volvió a demostrar con una
interpretación arrebatadora, llena de sutilezas y aristas. El inmenso
vozarrón de Sondra Radvanovsky dibujó en Barcelona la primera Maddalena de
Coigny de su carrera con medios sobrados, fraseando con certeros pianísimos
y construyendo un personaje muy convincente. A pesar de las ovaciones
recibidas al final de sus arias, no hubo bises.
Kaufmann, por su
parte, encandiló con ese timbre oscuro y a la vez luminoso que le
caracteriza; conoce el personaje en profundidad y eso hizo que su
interpretación –calculada nota por nota– estuviera siempre cargada de
sentido; sus agudos fueron tan inmensos como su fraseo y su actuación
escénica tan convincente como su musicalidad. No hay mejor Chénier en el
mundo, eso también quedó claro.
El amplio cuadro de comprimarios
incluyó a la mítica Anna Tomowa-Sintowa como Madelon, a una espectacular
Condesa de Sandra Ferrandez, al fantástico Rocher de Fernando Radó, a la
políticamente correcta «mulata» Bersi de Yulia Mennibaeva, al impecable
Increíble de Paco Vas, al expresivo Mathieu de Manel Esteve, al eficaz Abate
de Marc Sala o al sonoro carcelero de Christian Díaz.
El montaje de
McVicar es un lujo estético, una detallista reconstrucción de un momento
histórico apasionante reflejado en una propuesta plástica que estuvo apoyada
con entusiasmo desde el podio por un sabio Pinchas Steinberg, que también
controló sin problemas al afectivo Coro liceísta. Un gran y merecido triunfo
para esa fábrica de ilusiones que es el Liceo, que dedicó este estreno a la
memoria de la mecenas Carmen Mateu, presidenta del Festival de Peralada,
recientemente fallecida. |
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