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El Pais, 10 Mar 2018 |
JAVIER PÉREZ SENZ |
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Giordano: Andrea Chenier, Gran Teatre del Liceu, Barcelona, 9. März 2018 |
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Jonas Kaufmann arrasa
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Memorable debút escénico en el Liceo del mediático tenor en una
velada también gloriosa para Sondra Radvanovsky y Carlos Álvarez |
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Aplausos atronadores, vítores de admiración, respuesta pasional del público.
En su esperado debut escénico en España, en un espectacular montaje de
Andrea Chénier, de Umberto Giordano, el tenor alemán Jonas Kaufmann
conquistó anoche el Liceo en una gloriosa jornada de exaltación lírica. El
divo más deseado del momento levantó pasiones, ciertamente, pero no fue el
único triunfador: en la emocionante velada, que se cerró con más de diez
minutos de aplausos, también fueron aclamados la soprano estadounidense
Sondra Radvanovksy y el barítono español Carlos Álvarez.
Se esperaba
a Kaufmann como agua de mayo en un teatro que necesita golpes de gran efecto
mediático para mantener su prestigio. Lo es, sin duda, contratar al cantante
más cotizado del mundo en su primera actuación en un montaje escénico en
España; y si no cancela -algo que sucede con temible frecuencia- el éxito,
nunca mejor dicho, está cantado.
Kaufmann llegó, cantó y venció como
un gladiador de la lírica, y lo hizo en medio de una expectación sin
precedentes, con la sala repleta y el ambiente de los grandes eventos. Lo
era a nivel artístico y social; también en cuestión de precios, pues no
todos los días se ponen las localidades más caras a 385 euros y, encima, se
agotan.
El cotizado tenor, que sólo actuará en otras dos funciones
(12 y 15 de marzo), puso de entrada el listón alto cantando con desbordante
expresividad el Improvviso del primero de los cuatro actos de este drama de
tintes veristas con libreto de Luigi Illica que cuenta la historia de un
personaje real, Andrea Chénier, notable poeta que, tras abrazar el ideario
de la Revolución Francesa, acabó muriendo en la guillotina.
En buena
forma vocal, Kaufmann controló sus medios en una interpretación medida al
detalle -sabe administrar sus fuerzas en un papel que tiene mucha tela que
cortar en el cuarto y último acto-, bien guiada por un instinto vocal y
teatral de primera. Y el público, que lo esperaba todo de Kaufmann, se
rindió ante la paleta vocal, el fraseo apasionado y los sólidos agudos del
carismático divo. La belleza y emoción alcanzó cotas excelsas en un Come un
bel di di maggio sencillamente arrebatador.
También cosecharon un
éxito mayúsculo las otras dos grandes voces del lujoso reparto, que contó
con la eficaz concertación en el foso del director israelí Pinchas
Steinberg, que ya había dirigido esta ópera en el Liceo: Sondra Ravdavnosky,
que debutaba el papel de Maddalena de Coigny, la aristócrata arruinada que
morirá en la guillotina junto a su amado Chénier, y Carlos Álvarez,
sensacional por voz y carácter en el papel de Gérard, que pasa de criado a
notorio revolucionario sin dejar de amar a Maddalena.
Radvanovsky
cautivó con un canto intenso, bellos pianissimi y una fuerza dramática que
culminó con una emocionante interpretación de La mamma morta. En los dúos
con Kaufmann, con quien compartía escena por primera vez, la química entre
las voces propició suaves acentos de gran belleza lírica.
Completando
el trío de ases, Álvarez derrochó nobleza en el fraseo y un certero sentido
dramático que elevó la temperatura en un impresionante Nemico della patria.
A pesar de los interminables aplausos, los tres protagonistas no concedieron
bises.
Para asegurar el éxito de la función, los responsables el
coliseo barcelonés han tirado la casa por la ventana alquilando la lujosa
producción, con realista puesta en escena del director escocés David
McVicar, que el Covent Garden de Londres estrenó hace tres años con Kaufmann
al frente del reparto. En la extensa galería de personajes, tan típica en el
verismo, el retorno de la soprano Anna Tomowa-Sintow en el papel de la vieja
Madelon fue un lujo cargado de nostalgia.
El montaje de McVicar -con
Marie Lambert como directora de la reposición- es todo un espectáculo en su
pertinente realismo escénico, con algunos detalles de buena ley en la
dirección de actores; la espléndida escenografía de Robert Jones y el
vestuario de época diseñado por Jenny Tiramani sumergen al espectador, con
cinematográfico sentido del detalle, en la agitación de las calles de París
en los convulsos días del terror de la Revolución Francesa.
El
excelente trabajo de Francisco Vas como sinuoso espía (L´Incredibile) y el
relieve que Manel Esteve otorga al sans culottes Mathieu, destacaron en un
plantel de comprimarios no siempre audible. |
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