El Mercurio, 8 DE AGOSTO DE 2016
Juan Antonio Muñoz H., desde Buenos Aires.
 
 
Konzert, Buenos Aires, Teatro Colon, 6. August 2016
 
El Colón de Buenos Aires cae rendido ante Jonas Kaufmann
 

El tenor alemán obtuvo un triunfo rotundo en la primera cita de su gira latinoamericana, que continúa en Lima y Sao Paulo, antes de volver a Buenos Aires y seguir a Santiago de Chile, donde cantará el jueves 18 de agosto.

El maestro Daniel Barenboim se dirigió a la sala para reprender a los que se lanzaban a aplaudir antes de que finalizara una obra: “Yo quiero terminar de tocar esto, y que ustedes lo escuchen”, dijo.

Un Teatro Colón repleto hasta más allá de su aforo (se calcula que había más de 3 mil personas, siendo que los puestos para espectadores sentados son 2487) recibió el sábado con una ovación interminable y emocionada el debut en Argentina y en América del Sur del tenor alemán Jonas Kaufmann, en el cierre del Festival de Música y Reflexión a cargo del maestro Daniel Barenboim, quien concibió este encuentro como una tarea para que los músicos piensen por qué están tocando de la manera como lo hacen y traspasen esa inquietud al público para éste viva la música con sentido profundo y no como una experiencia exterior.

Por eso el repertorio de estos conciertos está lejos de ser “popular” o “fácil”. Así, las obras que lo conforman son piezas que obligan a una concentración especial.

Que Kaufmann triunfara en Buenos Aires de la forma como lo hizo con un programa de arias de las óperas favoritas de todos, no habría sido extraño. Pero lo que cantó fue un circunspecto ciclo de canciones de Gustav Mahler. Nada menos que los “Lieder eines Fahrender gesellen” (Canciones de un compañero errante), que cuenta con poemas del propio Mahler según algunos versos de “Des Knaben Wunderhorn” (El muchacho del cuerno maravilloso). Un ciclo donde coinciden temas característicos del Romanticismo, con un joven enamorado e inocente que, marcado por un destino adverso que contrasta con la belleza de la amada que se casa con su adversario, debe marchar lejos (o morir) para alcanzar la paz. Los cuatro Lieder son lamentos en los que el corazón destrozado del hombre se debate con una naturaleza esplendorosa que parece indiferente al dolor y que, por tal motivo, lo agrava.

Pues bien, el público fue incontinente. Demás está decir que la ovación al término de las canciones resultó sobrecogedora, con gritos desde todos los sectores del teatro, pero también muchos interrumpieron con sus aplausos tras cada canción, quizás inadvertidos (o ignorantes) de que los ciclos de Lieder se celebran solo al final. A pesar de eso, el clima de intimidad no se perdió jamás gracias a la notable interpretación de Kaufmann, que se podría describir como una meditación musical que se funde en el infinito.
Los aplausos insistentes consiguieron una versión antológica de “Winterstürme”, fragmento cantado por Siegmund en el primer acto de “La Walkyria” (Wagner), que bien podría describirse como un Lied de grandes dimensiones, con Barenboim al frente de su Orquesta West-Eastern Divan, creada a partir de un taller que el director junto al filósofo palestino Edward Said realizaron para jóvenes músicos de Israel, Palestina y otros países árabes del Medio Oriente con el objetivo de fomentar la convivencia y el diálogo intercultural: la idea es que la existencia de la orquesta demuestre, como lo ha hecho desde hace 15 años, que es posible tender lazos que permitan escuchar la narrativa del otro.

Pero el público no estaba satisfecho y exigió otro encore para lo que fue necesario mover el piano ubicado a un costado del escenario al centro del mismo. Y ahí surgió un nuevo regalo. Daniel Barenboim ahora ya no era el director sino el pianista que acompañó a Jonas Kaufmann en “Träume”, parte del ciclo “Wesendonck Lieder” de Wagner. El público escuchó en silencio hasta que se apagó la voz del tenor, pero olvidando que el piano debía terminar sus líneas, se volcó en otra ovación que esta vez irritó al maestro al teclado: “Yo quiero terminar de tocar esto y que ustedes lo escuchen”, dijo con afecto imperativo a la sala, que se silenció algo avergonzada hasta que sonó la última nota para explotar otra vez en una tercera ovación.

“¡Sos divino!” y los chilenos impacientes

Los comentarios fueron de todo tipo. La psiquiatra argentina Karin Rosenfeld, quien trabaja con músicos para que puedan enfrentar al público y las dificultades de su carrera, apuntó a “la intimidad que Kaufmann logra con su voz, logrando convertir esta sala enorme en una sala de cámara, como si estuviera cantando al oído”. La soprano Eva-Maria Westbroeck, quien cantará “Tosca” en Buenos Aires en las próximas semanas, se mostró admirada por “la capacidad que tiene Jonas de inducir al público a un silencio contemplativo”. El ex director artístico del Teatro Municipal de Santiago, Andrés Rodríguez, subrayó la “belleza de su voz y la sutileza interpretativa”. Una señora argentina de la platea gritaba simplemente: “¡Sos divino!”.
El Colón de Buenos Aires acogió también a un gran número de chilenos, impacientes por escuchar en vivo al gran tenor alemán, quien debutará en Chile el jueves 18 de agosto. Aparte de Andrés Rodríguez, entre muchos otros estaban también Eugenio Rengifo, voz de los Huasos de Algarrobal; la ex rectora de la Universidad Gabriela Mistral, Alicia Romo, y un grupo de apasionados por la ópera, como Alejandra Kantor, Carlos Sánchez, Matías Pérez y Cecilia Muñoz.

El programa incluyó, al inicio, el preludio al tercer acto de “Los Maestros Cantores de Nürenberg” (Wagner), y para finalizar, la Sinfonía “Júpiter” (Mozart). Ya no quedan entradas para el recital de Kaufmann previsto para el domingo 14 otra vez en el Colón. Nuevamente, solo Lieder, acompañado al piano por Helmut Deutsch. Un programa magnífico dedicado a Schubert, Schumann, Duparc, Liszt y Richard Strauss; esperemos que esta vez la gente sepa que no debe aplaudir entre medio.








 






 
 
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