El esperado debut de Jonas Kaufmann en el Palau de la Música acabó de forma
apoteosica. Después de la cancelación de su cita en la pasada temporada
parecía como si la expectación de su presencia se hubiera enfriado y, de
hecho, algún hueco en la platea mostraba que algunos de los que habían
devuelto las entradas no se habían animado a recuperar su plaza. Pero nada
arredra al tenor más completo de su generación. Y la noche del jueves sacó
la artillería de los recursos de su versatilidad interpretativa y la puso al
servicio de un introspectivo programa con lieder de Mahler, Britten y
Strauss, Con ellos consiguió calentar el ambiente que llegó al delirio con
la generosa tanda de ¡seis propinas! ofrecida después de haber recreado nada
menos que 25 canciones de una gran densidad emotiva.
El ‘fenómeno
Kaufmann’ estalló entonces en toda su magnitud. Un público que no deseaba
abandonar la sala a la espera de un nuevo ‘tour de force’ del artista acabó
poniéndose de pie para aclamarlo, mientras en la platea se iniciaba un
desfile de fans femeninas portando ramos de flores y regalos, entre ellos
una botella de vino, para demostrarle su encendida admiración. El tenor de
tenores acumuló como pudo tanta ofrenda floral repartiéndola con el
brillante pianista Helmut Deutsch, el otro gran triunfador de la velada, y
haciendo un guiño a tanta devoción cerró la actuación con un ya inesperado
bis, ‘Las locas por amor’ de Turina, cantado en un aceptable castellano.
EXIGENTE PROPUESTA
Antes había agitado al personal con la pieza
de opereta ‘Dein ist mein ganzes’ de Léhar, de la que hizo una impresionante
recreación, y cuatro canciones de Strauss, entre ellas ‘Cäcile’’ y el
bellísimo lied ‘Morgen’. El artista había sentado cátedra con un repertorio
alejado de su faceta operística. Algún despistado, que no había consultado
el programa, llegó a confesar que esperaba otro tipo de recital. Pero el
tenor no hizo, salvo en las propinas, concesiones y se aplicó a profundizar
con rigor en su exigente propuesta, a pesar de que al principio le costó
conectar con el público con los ‘lieder’ ‘Canciones de un camarada errante’
de Mahler. El despliegue de intimismo, con la voz todavía fría, en la
inmersión de la tristeza de este caminante no fue suficiente como para
acabar de conmover, aunque dejó detalles de su infinita clase.
La
eclosión del gran intérprete que es empezó a aparecer en los ‘Siete sonetos
de Miguel Ángel’ de Britten, donde su poderoso registro central y su calidad
de tenor heroico llenaron de expresiva naturalidad su actuación,
especialmente en ‘Veggio co bei ‘ vostri occhi un dulce lune’. La dicción en
italiano fue notable, a pesar de alguna dificultad en el fraseo. Pero donde
destapó el tarro de las esencias fue en la memorable segunda parte
consagrada a Strauss. Los ‘Nueve lieder de Letze Blätter, opus 10’ mostraron
a un Kaufmann intenso, espontáneo, romántico, expansivo y de deslumbrante
técnica. Lo propio sucedió con las cinco canciones del autor que completaron
una inolvidable cita..
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