El tenor alemán Jonas Kaufmann deslumbró hoy al repleto auditorio de la
Royal Opera House de Londres con su interpretación de "Andrea Chénier",
inspirada en uno de los últimos guillotinados por Robespierre durante el
reinado del Terror de la Revolución Francesa.
El público de Covent
Garden dedicó una apasionada ovación a Kaufmann, uno de los tenores más
reputados del momento, tras el dueto con la soprano holandesa Eva Maria
Westbroek que coronó una obra que no se había representado en el teatro de
la capital británica en 30 años.
"Ese dueto final es uno de los
mejores que se han escrito nunca, es sin duda uno de los más emocionantes",
relató Kaufmann a Efe antes de la función, de la que hay programadas otras
seis sesiones y que podrá verse en directo el 29 de enero en 94 cines
españoles y 27 latinoamericanos.
A sus 45 años, el tenor alemán ha
tomado el relevo de los españoles Plácido Domingo y José Carreras, que
dieron vida al personaje de Andrea Chénier en la Royal Opera House en 1985 y
1984, respectivamente.
Una nueva generación de espectadores disfrutó
hoy de una representación dominada por la desbordante escenografía de época
diseñada por el británico Robert Jones y la maestría a la batuta del
londinense, naturalizado italiano, Antonio Pappano, director musical de la
Royal Opera desde 2002.
"Pappano es el ingrediente especial que
ninguna otra ópera puede ofrecer. Es uno de los pocos directores capaz de
crear pasión y energía, al mismo tiempo que tiene siempre un ojo puesto en
los cantantes, para ayudarles y acompañarles", describió Kaufmann.
El
alemán, con su voz timbrada y su aplomo sobre las tablas, fue el más
aclamado y acaparó el protagonismo durante una obra que en 1896, cuando se
estrenó en La Scala de Milán, encumbró al joven compositor Umberto Giordano
entre el grupo de nuevos talentos italianos al que también pertenecían
Giacomo Puccini y Pietro Mascagni.
"Andrea Chérnier" es un ejemplo
del estilo verista que dominaba la ópera italiana a finales del siglo XIX,
una corriente que trataba de trasladar al escenario el naturalismo literario
de escritores como el francés Émile Zola y el noruego Henrik Ibsen.
En su empeño por reflejar la vida de personajes reales y provocar en el
público emociones efusivas, el libretista Luigi Illica se inspiró en la vida
del poeta francés André Chénier (1762-1794) para componer la obra.
Chénier, autor de composiciones sentimentales, precursoras del romanticismo,
era un vehemente defensor de ideas políticas moderadas, lo que le sentenció
a muerte en la convulsa Francia revolucionaria de Robiespierre, quien había
sido objeto de más de una crítica por parte del poeta en el "Journal de
París".
El protagonista de la ópera "es un artista que hasta el
último pulso busca la inspiración para escribir un nuevo poema. Está
confrontado con los problemas de la sociedad de su tiempo, cuando la mayoría
de los poetas no tenía en cuenta cuestiones como la pobreza", relató
Kaufmann.
Chénier se une a la revolución en los primeros momentos,
pero renuncia a ella cuando entiende que la venganza está convirtiendo
Francia en un baño de sangre.
"Él lanza sus críticas, pero lo hace
como un artista, escribiendo poemas y hablando sobre el destino de las
víctimas del nuevo régimen", comentó el tenor.
La ópera de Giordano
adereza el final de la vida del poeta con componentes melodramáticos
destinados amplificar las emociones del público.
En el cuarto acto,
con Chénier ya confinado en su celda a la espera de su ejecución, el
personaje de Maddalena de Coigny (Eva Maria Westbroek), su enamorada,
protagoniza el último giro inesperado del libreto. Resignada a no poder
salvar al poeta, decide cambiar su puesto por otra condenada y muere así
junto a su amado en un trágico final.
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