Ya perdonarán ustedes a la cronista si este acaba siendo un relato demasiado
parcial de lo que sucedió anoche en el festival Castell de Peralada, en el
que el broche final a un fin de semana de lujo, con la presencia del English
National Ballet, lo puso el poderoso cantante bávaro Jonas Kaufmann. Sí, the
one and only.
La lluvia no se presentó ayer por la tarde en Peralada,
lo que en este fin de semana de agosto no significaba nada bueno: los dos
días anteriores, la tormenta vespertina garantizó a los de Tamara Rojo
sendas funciones sin asomo de nubes. ¿Correría Kaufmann la misma suerte? Su
jornada había empezado con un plan de relax y playa por el Empordá... ¿se
imaginan?, para luego enfundarse en un frac y salir a escena ante un público
dispuesto a mostrar su entusiasmo. Kaufmann es ya, sin duda, el jefe de todo
esto. El amo del firmamento operístico. Desde que en 2006 debutara en el
Metropolitan de Nueva York con La Traviata, la carrera de este todo terreno,
que tiene en equilibrio todas las características que debe reunir un artista
para ser una estrella, ha ido experimentando una inteligente evolución. Tras
haber superado una fuerte crisis vocal en los años noventa que puso en jaque
su proyección, Kaufmann ha sabido hacer que el tiempo juegue a su favor: su
voz se ha cargado de madurez y de un abanico más rico en matices. Una
habilidad que unida a su capacidad actoral acaba subyugando al público.
Ayer lo demostró en Peralada, tras una accidentada entrada con un
fragmento de Don Carlo, la ópera que el año pasado le situó en el top
artístico de la Royal Opera House de Londres, que por cierta descompensación
de la orquesta no lució lo suficiente. Aunque tras ese "Lo l'ho perduta...
lo la vidi", se reafirmó con el aria de Manrico "Ah si, ben mio coll'essere"
de Il Trovatore. Verdi fue la gran baza de la primera parte de este
concierto de arias concebido para el público de Peralada. Efectivamente, el
cantante alemán quiso evitar repetir su repertorio del año 2012 y diseñó un
programa exigente, no sólo a la medida de la platea sino de sus apetencias.
Porque si algo ha aprendido con los años el tenor es que debe considerar lo
mejor para sí mis-
OVACIONES Tras un accidentado
arranque, el público mostró su entusiasmo tras cada nueva aria
INTERESANTE ETAPA El tiempo ha jugado a su favor: su voz
ha ganado en madurez y en riqueza de matices
mo al margen de sus
millones de fans. Y aquí optó por intercalar oberturas de las mismas óperas
de las que luego cantaría únicamente un aria, la principal.
Su voz
siguió la senda verdiana al interpretar la difícil "La vita é un inferno
all'infelicce... O tu che in seno algi angeli", de La forza del destino, un
título que ha cantado estos días en su Munich natal, donde, por cierto,
canceló por fatiga su última función, cosa que puso muy nerviosos a sus fans
de Peralada. Y llegó al descanso con la tan sentida "O souverain, o juge, o
pére" de Le Cid, de Massenet, donde asomó como el gran tenor del repertorio
francés -políglota que es uno- y de los personajes atormentados... mejor aún
si son poetas como su Werther, ¿recuerdan? ¡Por Dios!
Su presencia,
su técnica y su capacidad para transmitir sentimientos llegaron a nuevas
cotas dramáticas en la segunda parte. Con la Orquestra de Cadaqués dirigida
por su colega Jochen Rieder, la estrella alemana ofreció el monólogo de
Siegmund de La Valquiria; "Amfortas! Die Wunde!" de Parsifal, y un par de
lieder de Wagner. Adelante, señor Kaufmann, está usted en su casa.
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