Era una de las actuaciones más esperadas en esta 28ª edición del Festival de
Perelada, y su reciente cancelación por enfermedad en Múnich había hecho
disparar todas las alarmas los días previos, pero se trató de una falsa
alarma: Jonas Kaufmann, pletórico, grandioso, espectacular, compareció para
enloquecer a un público fiel y atento que llenaba hasta la bandera el
Auditorio Parc del Castell, esta vez además con visitantes venidos desde
diversos puntos de dentro y fuera de España.
El llamado «tenor del
momento» volvió a conseguir lo que lograra hace dos ediciones en Perelada:
el delirio, conquistar con su gran talento puesto al servicio de un
repertorio tremendamente exigente, porque Kaufmann viajó la noche del
domingo de Verdi a Wagner sin arrugarse, con una única parada en Massenet.
Su Manrico llegó cargado de acentos románticos, lo mismo que su Don Álvaro,
ambos enfoques coronados por detalles que pueden gustar más o menos –como
esos pianísimos artificiosos–, pero sobre todo con una entrega absoluta que
lo distingue.
El cantante alemán marca la diferencia al darlo todo en
el escenario, sin miedo, arriesgando, llevando el repertorio a sus propios
límites y pintándolo con su color tan personal, envolviendo cada aria en un
manto marca de la casa. Entre vítores, Kaufmann despidió la primera parte
con un Cid portentoso, pero después del descanso aparecieron sus Siegmund y
Parsifal legendarios: sin duda se encontraba en su ambiente natural. El
cantante, en este repertorio es sencillamente insuperable. ¿El mejor del
momento? En estos dos roles, sí, sin duda alguna.
El matiz, siempre
wagneriano, llegó con dos de los «Wesendonk Lieder» dichos de forma
magistral, con un «Träume» emotivo hasta las lágrimas, pleno de sutilezas.
Como propinas ofreció una espectacular «Donna non vidi mai», reivindicando a
Puccini, y un «Lamento de Federico», de Cilèa, todo poderío, arias a las que
se unieron, ya visiblemente agotado aunque vocalmente impecable, dos
momentos de operetas de Lehár.
La Orquestra de Cadaqués -esta vez
reforzada por profesores de la OBC-pareció ahora mucho más entregada bajo la
batuta de Jochen Rieder que la noche inaugural, ofreciendo una prestación
muy convincente, sobre todo en las obras de Wagner.
Con las máximas
autoridades de la Generalitat en el palco de honor y con un público
enloquecido, Kaufmann selló una de esas noches que quedan para el recuerdo.
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