Opera World, 01 ago 2014
José M. Irurzun
 
Verdi: La forza del destino, München, Juli 2014
 
La forza del destino. Verdi. Munich
 

La Forza del Destino es una de las óperas más irregulares de Giuseppe Verdi. En ella hay páginas excelsas, entre las mejores que jamás escribiera, junto con otras de menor calidad. Entre las primeras hay que destacar los espléndidos dúos de tenor y barítono, el aria de Leonora y la mejor de todas ellas para quien esto escribe: La vergine degli angeli, que siempre estaría entre las composiciones que yo me llevaría a una isla desierta. Entre las mediocres están las que Verdi compuso para las escenas en las que aparecen Preziosilla y Melitone. No me atrevo a decir qué haría yo con esta ópera para así evitar levantar las iras de mis amigos más puristas.

Uno de los grandes acontecimientos del bicentenario verdiano fue precisamente esta Forza del Destino en Munich, título con el que la ciudad bávara despidió en Diciembre las conmemoraciones. La representación, que no ofrecía ninguna novedad musical ni vocal respecto de su estreno, ha respondido a las altas expectativas previstas, con un reparto vocal de gran altura, una discreta dirección musical y una más bien lamentable producción escénica.

Se trata de una nueva producción de Martin Kusej, cuyo trabajo me ha resultado auténticamente decepcionante. Más allá de llevar la acción a tiempos modernos, lo que casa bastante mal con el libreto, no hay nada de interés en la producción, siendo particularmente pobre la dirección escénica, sobre todo en las escenas de masas, en las que Kusej no sabe o no quiere mover a los coralistas. Esto se ha repetido tanto en Hornachuelos como en la escena petacho del acto de Italia, en la que Kusej no tiene mejor ocurrencia que ofrecer una exhibición sadomasoquista, aprovechando que no sabía qué hacer con la mencionada escena, que mejor sería suprimirla para no pasar por el tormento del Rataplán (¡Vaya, se me escapó!). En otras producciones de Martin Kusej hay alguna idea central, aunque sea discutible, como ocurre con Rusalka o Macbeth, pero aquí no encuentro ni siquiera una idea.

Escena
La escenografía de Martin Zehetgruber ofrece dos únicos escenarios. El primero presenta un comedor en el domicilio del Marqués de Calatrava, donde la familia está cenando en una gran mesa. Prácticamente, el mismo escenario servirá para la entrada en el Monasterio. En el acto de Italia nos ofrece una especie de cueva con distintos niveles, que no se sabe bien para qué sirve, ya que la escena se desarrollan abajo, mientras que en la última escena pasamos a una especie de campo de cruces, como si Leonora se hubiera dedicado a plantarlas y regarlas durante su estancia en el monasterio. Hay un elemento que nunca falta en escena. Me refiero a la mesa, siempre presente, y que permite algunas exhibiciones gimnásticas a los cantantes. Por cierto que en la mencionada mesa Leonora y Carlo di Vargas El vestuario, traído a época moderna, de Heidi Hackl, tampoco tiene mucho de interés. Los monjes no son tales, sino más bien miembros de alguna secta, a juzgar por su atuendo. No habría venido mal algún esfuerzo por disfrazar a Leonora en Hornachuelos, ya que es patético que su hermano le mire a la cara y no la reconozca. Tampoco la iluminación de Reinhard Traub tiene mucho interés. Aparte de eso abunda la salsa de tomate, como no puede ser de otra manera.

Sea por decisión de Kusej o del director musical, se ofrece la versión revisada para Milán en 1869, con cortes pequeños, pero frecuentes. Se da la escena del primer duelo de Don Álvaro y Don Carlo, aunque su ubicación resulta bastante curiosa. Sorprendente hacer que Don Carlo cante el aria urna fatale delante del cuerpo inconsciente de Don Álvaro, en un auténtico desatino por parte de Kusej. Apenas transcurre un segundo desde que se llevan al herido e inconsciente Don Álvaro, cuando le anuncian a Don Carlo: È Salvo. Es como si el chirurgo diagnosticara por el iris.

Escena final
La dirección de Asher Fisch no fue más allá de la pura discreción, muy al servicio de los cantantes, ralentizando de manera evidente los tiempos. Esto, en principio, no es malo, pero llamaba la atención, ya que se convertía en una exhibición de tiempos irregulares. Sería bueno que en Munich se prestara más atención a los directores, ya que parece que entre lo magnífico (Kirill Petrenko) y lo mediocre no hay nada en medio. Buena la prestación de la Bayerische Staatsorchester, así como del excelente Chor de la Bayerische Staatsoper.

El reparto vocal ofrecía un elenco de enorme atractivo, que respondió a lo mucho que podía esperarse de tan grandes cantantes.

Jonas Kaufmann y Ludovic Tezier
Jonas Kaufmann fue un brillante Don Álvaro, muy adecuado vocalmente, con voz amplia, muy bien timbrada y sin que la tesitura le presentase el más mínimo problema. La interpretación del aria tu che in seno agli angeli fue brillante y muy matizada en su canto. Hoy por hoy estamos ante el mejor Don Álvaro posible.

Anja Harteros
Anja Harteros fue una gran Leonora, una vez pasada la escena inicial, en la que su canto no brilló como esperaba. Su actuación en la escena del convento rayó en la más pura perfección. El esperado momento del aria Pace, Pace fue intachable, no faltando sino la guinda de aguantar más el agudo final. Si Kaufmann es hoy el mejor Don Álvaro, lo mismo ocurre con Anja Harteros, más todavía en el caso de la soprano, cuya calidad no está al alcance sino de las grandes sopranos de la historia.

El otro gran cantante del reparto fue el francés Ludovic Tezier como Don Carlo di Vargas. La voz de este barítono ha ensanchado de manera notable y hoy es auténticamente verdiana, sin que haya perdido nada de brillo ni la elegancia en el fraseo que siempre le ha caracterizado. Sorpresa positiva y que permiten ponerle a la altura de lo mejor hoy disponible en el personaje.

El bajo ucraniano Vitalij Kowaljow fue un adecuado Padre Guardiano, que doblaba también como Marqués de Calatrava. La voz tiene calidad y homogeneidad y está bien manejada, quedando un poco corta de amplitud. De todos modos, un muy válido intérprete, teniendo en cuenta la falta de voces graves hoy en día.

La búlgara Nadia Krasteva fue una Preziosilla adecuada y de escaso interés, si es que alguna intérprete de este personaje puede ofrecerlo. Como es habitual, hubo notas gritadas. Renato Girolami fue un Fra Melitone un tanto rutinario.

Los personajes secundarios son aquí apenas episódicos. Trabuco ni aparece en le acto de Italia. Fue interpretado con corrección por Francesco Petrozzi. El Alcalde era más bien aquí un mesonero. Estuvo bien Christian Rieger. Heike Grötzinger fue una correcta y aquí desenfadada Curra. Bien el Chirurgo de Rafal Pawnuk.

Nadia Krasteva
El Nationaltheater estaba completamente Sold Out desde hace mucho tiempo. El público dedicó una triunfal acogida a los artistas, con bravos muy sonoros dedicados a los tres principales protagonistas.

La representación comenzó con 7 minutos de retraso, habitual en Munich, y tuvo una duración de 3 horas y 38 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 46 minutos. Quince minutos de ovaciones entusiastas.

El precio de la localidad más cara era de 194 euros, habiendo butacas de platea desde 118 euros. La localidad más barata con visibilidad plena costaba 64 euros. Las había también de escasa visibilidad por 17 euros.







 






 
 
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