El Mercurio, 4 DE ENERO DE 2014
POR JUAN ANTONIO MUÑOZ H.
 
Verdi: La forza del destino, München, 28. Dezember 2013
 
Verdi, la violencia y la manipulación religiosa
 

La Bayerische Staatsoper de Múnich es hoy uno de los teatros más interesantes del mundo. Su apabullante programación, la extraordinaria calidad de orquesta y coro, los artistas convocados y el equilibrio entre puestas tradicionales y espectáculos de ultravanguardia hacen de este escenario un faro en lo que a ópera se refiere.

Como en casi ningún otro lugar del planeta, Múnich celebró a Verdi en grande durante 2013, partiendo con “Aida” el 1 de enero y terminando, el 31 de diciembre, con “La Traviata”. Hubo nuevas propuestas para “Simón Boccanegra” y “El Trovador” (una de las producciones más comentadas del año pasado a nivel global), y reposiciones para “Macbeth”, “Falstaff”, “Rigoletto” y “Don Carlo”. A todo esto se suma “La Fuerza del Destino”, premiada con casi 20 minutos de aplausos sostenidos, que se estrenó el 22 de diciembre.

Hubo quienes resintieron la interesante dirección escénica de Martin Kušej, quien optó por cuadros de gran frialdad y dureza, a la vez que puso énfasis en la violencia de esta ópera basada en la obra “Don Álvaro o la fuerza del sino”, del dramaturgo español Ángel de Saavedra, duque de Rivas. El traslado de la acción al siglo XX (y aun a nuestros días), con recuerdos tanto de la estética post Bauhaus (primer acto) como de los escondrijos subterráneos de Bin Laden (en algunas escenas el público tenía la impresión de mirar desde la parte superior de un boquete hacia una cueva subterránea), persiguió comentar aspectos actuales de la guerra, con esquirlas eróticas de corte sadomasoquista a la hora de describir el comportamiento al interior de los campamentos militares, y del racismo, ya que el protagonista de la ópera, Don Álvaro, es mestizo con sangre noble presumiblemente inca. Pero lo fundamental es que Kušej pone en entredicho que el tema central de la ópera sea “el destino” y propone que la tragedia —social y familiar— se debe al poder manipulador de ciertas instituciones religiosas. No se salvan ni el Cristianismo ni el Islam.

Al margen de esto, el canto fue extraordinario. Dirigió Asher Fisch, y la versión escogida fue la de Milán de 1869, con la adaptación de Franz Werfel, que sitúa la gran escena con Preziosilla a mitad del tercer acto, tal como en la versión de San Petersburgo de 1862. Este orden fue estrenado en Dresden en 1926, con dirección de Fritz Busch, y ese mismo año en Múnich, con Karl Böhm en el podio.

La soprano Anja Harteros y el tenor Jonas Kaufmann cantaban por primera vez los personajes de Doña Leonora y Don Álvaro. Ella, con su voz dulce y su conocida seguridad musical, emocionó en “La Vergine degli angeli” y en la escena de la muerte; y él, confirmando su naturaleza versátil y su talento como actor, exhibió un canto verdiano neto al que inoculó ardor escénico e incisiva teatralidad. Su versión de “La vita è inferno” fue antológica, lo mismo que los dúos con Leonora del primer acto (de alto voltaje) y con Don Carlo de Vargas, en otra entrega admirable del barítono Ludovic Tézier, que arremetió sobre el temido “Urna fatale” con la convicción de un Leonard Warren. Sus encuentros con Kaufmann fueron de una enervante y explosiva tensión vocal y escénica, que estremeció los cimientos del principal teatro de Baviera.







 






 
 
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