Una cuerda del arpa que se cortó nada mas comenzar el concierto –en la
obertura de la innombrable «Forza» verdiana– impuso con sus minutos de
retraso todavía más misterio al ya saludado como el «Concierto del verano»:
el debut en el Festival Castell de Peralada del tenor del momento, Jonas
Kaufmann, quien triunfó sin paliativos ante un auditorio que esperaba con
ansias su actuación.
Decíamos en estas mismas páginas que este es un
escenario de voces, más todavía si se trata de la cuerda tenoril. Y como en
este caso se trata del tenor más deseado del momento, la cita era
ineludible, convirtiendo la clausura de la XXVI edición del evento
ampurdanés en un éxito de proporciones gracias a su arte y magnetismo.
Pues eso: por su talento y pasión, Kaufmann arrasa allí donde va;
guaperas, encantador, demostró su fuste desde que el martes pisó tierra en
el aeropuerto de Barcelona, en el que atendió a la prensa antes de
trasladarse a Peralada para una prueba de sonido. Ante el público compareció
juvenil e impecable; barba de un par de días, camisa sin corbata y
pantalones negros, zapatos de charol y un blazer entallado color plata
complementaron una presencia escénica que provocaba suspiros en el patio de
butacas.
Ya desde su primera intervención el cantante alemán trajo a
la memoria toda una tradición interpretativa, ganándose al público con sus
lacrimógenas y viriles versiones. Kaufmann «se lo curra»: esa postura hasta
cierto punto fría y algo hierática desaparece en cuanto abre la boca, ya que
en su voz de importación inconfundible, oscura y con algo de artificiosa,
cada aria cobra una fuerza especial, cargada de intención y trabajada al
detalle, sin temerle al pianísimo allí donde él lo considere oportuno, casi
siempre con resultados espectaculares: la verdad es que en su aria del Romeo
de Zandonai, su Julieta hubiera resucitado ante tanta pasión.
Después
de una primera parte dedicada a Bizet y a la «Giovane Scuola», Kaufmann dejó
el final para centrarse en Wagner, lejos lo mejor de la velada, con
soberbias e insuperables interpretaciones del «Winterstüme» y de «In fernem
Land», demostrando que en el repertorio alemán no tiene competidores. Como
regalo, y debido a las constantes ovaciones del público, propuso cinco
propinas, entre las que destacaron una aplaudida «È lucevan le stelle», «Du
wist die Welt für mich», la famosa «Non ti scordar di me» y la popular «Core
'ngrato».
La eficaz Orquestra de Cadaqués, bajo la batuta de Jochen
Rieder, se puso al servicio del cantante mimándolo y acompañándolo con
devoción.
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