El Mercurio, 23/01/2011
Juan Antonio Muñoz H.
Massenet: Werther, Wien, 17. Januar 2011
 
"Werther" anuncia la nueva era de la ópera de Viena
El magnífico coliseo austríaco recibió con una ovación interminable a Jonas Kaufmann en el papel titular de la ópera de Jules Massenet. Preocupación por recuperar el teatro lírico, por aumentar las funciones y hacer que todas sean de mayor calidad son algunos de los objetivos de la nueva administración
 
Juan Antonio Muñoz H. Desde Viena, Austria 
El rumor corría por los pasillos de la Staatsoper de Viena. Algo había cambiado este frío lunes 17 de enero de 2011, a pesar de que la producción de "Werther" (Massenet) de Andrei Serban no era nueva sino de 2005, cuando la casa aún era regida por Ioan Holender.

Ese algo, que para muchos era indefinible, estaba en la escena y también en la platea. Un calor inusitado.

En la escena, un artista como Jonas Kaufmann entregado por completo a un rol que domina y del que extrae matices estremecedores. Con él, la excepcional Sophie Koch en el papel de Charlotte. La misma pareja que en enero de 2010 fue aclamada en La Bastille de París.

Y en la platea, un público ávido de escuchar grandes voces y de recuperar la vivencia teatral para la ópera. Nadie quería irse del teatro al finalizar la función; ya antes, el aplauso interminable para "Pourquoi me réveiller" había emocionado a los espectadores al punto que fue difícil recobrar la calma para continuar con la representación.


Público vienés: apasionado e insatisfecho

Holender estuvo desde 1992 al frente de la Ópera de Viena. Y lo hizo con reciedumbre e inteligencia, si bien no siempre sus decisiones fueron aceptadas con facilidad. Uno de los puntos en discusión fue que el director llevó a Viena a artistas innovadores de la escenificación lírica, como Hans Neuenfels (el de las ratas de Bayreuth para "Lohengrin" en 2010), Gotz Friedrich, David Pountney y Willy Decker, por nombrar sólo algunos. Todos ellos grandes artistas, aunque sus propuestas no fueran del gusto general.

Tal como sucedió en 2005 con este "Werther" de Serban, trasladado a los años 50 del siglo XX, con un enorme árbol que cambia según la estación del año como escenario único, y que tuvo el "pecado" de reemplazar a la hermosa puesta diseñada para Viena en 1986 por Pierluigi Samaritani, en la que coincidieron José Carreras (Werther) y Agnes Baltsa (Charlotte).

Vista casi seis años después de su debut, la idea de Serban no parece tan espantosa, porque la efusión romántica de Goethe-Massenet se traslada a los años que siguieron a la Segunda Guerra, con su carga de disconformidad y freno sexual, lo que va bien con los espíritus atormentados e insatisfechos de los protagonistas. Hay tonterías en el concepto, como que el marido de Charlotte, Albert, esté presente durante la escena final, pero eso se olvida gracias a la música y las voces.

Y en esto último radica la otra dificultad que tuvo Holender con los críticos y el público durante su administración. Cantantes de muy desigual calidad. El 1 de septiembre de 1991, Holender debutó con un auspicioso "Pársifal" (Wagner) cantado por Plácido Domingo, quien también interpretó fragmentos de la misma ópera en la despedida del director, el 30 de junio de 2010. Sin duda hubo grandes nombres en estos años, como Domingo, Edita Gruberova, Juan Diego Flórez, Montserrat Caballé y Natalie Dessay, pero el público apasionado resintió que cantaran en pocas funciones y que los artistas que asumían muchas de las restantes no tuvieran la categoría que Viena debe exigir.

Un ejemplo de esto último se vivió sólo un día antes de este "Werther" que ya es calificado de histórico. Pues el 16 de enero, la Staatsoper acogió una versión de "Salomé" (Richard Strauss) en una puesta estática de Boleslaw Barlog, casi sin trabajo dramático, donde los aplausos fueron apenas de compromiso incluso para la soprano Camilla Nylund, que cantó y bailó lo mejor que pudo un rol que no es para sus características vocales.

Función de leyenda

¿Qué hicieron Kaufmann y Koch? Simplemente, entregarse por completo y cantar como si fuera la última vez en su vida.

Jonas Kaufmann es un prodigio de expresividad que se ve rara vez entre los tenores. Perturba con la intención que pone a cada gesto y a cada palabra, y muestra un Werther sutil y fuerte a la vez, contemplativo, pudoroso, ardiente, desesperado, irascible a ratos, de proyección masculina y jamás lánguida. Domina la escena a tal punto que el resto desaparece y transforma la muerte decepcionada de Werther en la muerte de todos aquellos que no tuvieron opción, amorosa o de otro tipo. Con él mueren todos los suicidas que no pudieron encontrar su lugar en el mundo.

Ella, Sophie Koch, transfigurada en cada frase, respondiendo con su alma a la provocación emotiva, física y vocal de su intenso compañero de escena. Su tercer acto fue memorable. La batuta nerviosa de Frédéric Chaslin hizo el resto, crispando páginas que suelen escucharse alargadas y sin tensión.


 






 
 
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