Diario Vasco, Spanien, 08/12/2009
BEGOÑA DEL TESO, SAN SEBASTIÁN
Bizét, Carmen, Mailand, 7. Dezember 2009
En La Scala como en el Príncipe
La ópera 'Carmen' se vio en directo en Donostia desde Milán
El público que asistía en Milán a la representación de 'Carmen' dirigida musicalmente por Barenboim y puesta en escena por Emma Dante, público entre el que estaba el Presidente de la República de Italia, el de Senegal y, curioso, el autor de 'El código Da Vinci', lanzó claveles a Jonas Kaufmann, Don José, cuando salió a saludar tras haber matado a La Carmencita y haberse asesinado el alma. El público de La Scala cubrió de flores a la cantante georgiana Anita Rachvelishvili que creó una gitana de extrema carnalidad, con una boca sensualísima y una cabellera que usaba, divina, para seducir a soldados y toreros a los que conquistaba con el color de su voz.

Al mismo tiempo, justo al mismo tiempo, mientras Jonas y Anita recogían los claveles italianos, el público que llenaba las salas 7 y 9 de los cines Príncipe de Donostia les aplaudía como sólo se aplaude en directo. Acababa en La Scala y terminaba en San Sebastián la tarde-noche mágica de la 'Prima', es decir, la inauguración de la temporada del teatro de Milán, inauguración retransmitida en directo vía satélite a cientos de salas de medio mundo por medio de una señal digitalizada que se recibe a través de una espectacular antena situada en la terraza del edificio cinematográfico de la calle San Juan.

Hubo largos intermedios. Dos exactamente. De media hora. La ópera siempre ha sido un acto social y mientras en los palcos de La Scala se bebía champagne, los melómanos guipuzcoanos, la mayoría vestidos con el estilo requerido en acontecimiento de tan alto calibre, tomaban vino y café en el ambigú de los Príncipe o se situaba en un salto en la calle 31 de agosto para picar un bocado en cualquier bar. Sin dejar, eso nunca, de comentar esa 'Carmen', de recordar las palabras de Barenboim que había dicho que el quinteto del acto II le resulta 'resbaladizo y siempre peligroso' y que lo prodigioso de la ópera de Bizet es que en casi ningún momento la música le pertenece a un único personaje. No pareció gustar demasiado Erwin Schrott en su papel de 'Escamillo'. No al menos al principio de su triunfal aparición en la taberna de 'Lillias Pastia', cuando debe cantar respondiendo al brindis de bandoleros y toreros. En el Príncipe, durante los entreactos, la flor y nata de la afición guipuzcoana a la ópera (incluidos cantantes, sopranos, organizadores de otros acontecimientos musicales y apasionados de la más alta tecnología digital) hablaba de música y de cine. Sorprendía la puesta en escena de la dama siciliana Emma Dante, transida de imágenes religiosas (un botafumeiro gigantesco esparcía incienso en los alrededores de La Maestranza momentos antes de la muerte de 'Carmen' y del triunfo de 'Escamillo') y sin ninguna pasión por el toro, los toreros y las navajas. En el Príncipe, como en La Scala, se oyó una vez más que Don José era navarro.Y acaso también lo sea Carmen.

Se llenó el Príncipe de melómanos que decían mil veces: «es como estar allá pero estando acá». Flores en Milán para la gitana y el soldado. Aplausos en Donostia para la hembra fuerte y el amante triste.
 






 
 
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