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Scherzo, Enero 2010 |
Paolo Petazzi |
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Bizét, Carmen, Mailand, 7. Dezember 2009
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UNA TRAGEDIA DEL ALMA
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Daniel Barenboim, junto con la Orquesta de la Scala y el coro preparado por
Casoni, ha sido el gran protagonista de la Carmen que ha abierto la nueva
temporada de la Scala. Ateniéndose a la edición original, sin los
recitativos de Guiraud, pero con una plantilla orquestal más bien amplia,
Barenboim ha producido un sonido suntuoso pero carente de pesadez, con
resultados de extraordinaria intensidad trágica, mantenida siempre sobre el
filo de una inquieta tensión, dejando emerger continuamente detalles de
precioso refinamiento. En su visión, permanecen en segundo plano los
caracteres de opéra-comique y se va directamente, con intensidad máxima, al
núcleo trágico de Carmen. Con valiente elección, Lissner había confiado la
dirección de escena a Emma Dante (Palermo, 1967), que durante cerca de diez
años ha protagonizado una intensa indagación teatral con su Compagnia Sud
Costa Occidentale, que ha obtenido numerosos reconocimientos en Italia y
sobre todo en Francia. Carmen en la Scala era su primer espectáculo de
ópera. Estableciendo una relación de unitaria coherencia con la visión de
Barenboim, la dirección de Emma Dante se sitúa bajo el signo de la tragedia,
de una profundidad que elimina toda decoración y todo naturalismo elemental,
evocando un sur del alma, un sur doloroso, sin concesiones al folclore
ibérico o a la ambientación "española" tradicional. La ambientación es
creada por muros que son los elementos determinantes de la escenografía de
Richard Peduzzi, bellísima en sus colores apagados, rica de claroscuros y en
la definición de los espacios. La directora evita una lectura realista,
proponiendo "una interpretación de la realidad donde el escenario está
empañado por algunas pinceladas surrealistas". El mundo teatral de Emma
Dante se encuentra con la música de Bizet a través del gusto por los
símbolos (que tienen un peso esencial en el espectáculo) y la presencia de
los actores de su compañía, que actúan como mimos y a menudo se integran de
modo muy sugestivo al coro, en escenas de masas de arrolladora eficacia,
como en las acciones que sustituyeron el tradicional desfile del acto
cuarto, la danza del comienzo del segundo, o las peleas de las cigarreras.
Son siempre presencias que no dejan indiferente. Todo aparece meditado y
coherente, aun si no siempre resulta convincente de igual manera: he tenido
la impresión de que algunos símbolos y acciones mímicas son excesivos. Del
reparto, fue muy positiva la presentación como Carmen de la georgiana Anita
Rachvelishvili, que tiene una voz bellísima y canta muy bien, aun si todavía
no posee una fuerte personalidad interpretativa. Maravilloso el tenor Jonas
Kaufmann. El uso refinadísimo de las medias voces encarnaba de la mejor
manera posible la fragilidad y la ternura de Don José, pero sin que le
faltase la fuerza necesaria de los acentos de la desesperación. Un poco
decepcionante Erwin Schrott un Escamillo más arrogante y seguro en el plano
escénico que en el vocal. Modesta la Micaela de Adriana Damato, muy bien
Michéle Losier (Frasquita). Adriana Kucerova (Mercedes) y todos los demás. |
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