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Mundoclasico |
Jorge Binaghi |
Concierto, Montpellier, Le Corum, Opéra Berlioz,
07/31/2008, Natalie Dessay, soprano, Jonas Kaufmann, tenor
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Clausura a dos voces
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Se trató de una fiesta y de un éxito mayúsculo.
El tercer concierto/ópera del Festival con 'localidades agotadas' y gente
inquieta y angustiada con sus diversos carteles de "se buscan una o dos
entradas" merodeando desde temprano por las inmediaciones y el propio
edificio de la Opéra Berlioz. Sin embargo, habría algunas reflexiones o
reservas. En el programa de sala sólo aparecen los comentarios de los
fragmentos vocales. Básicamente pensado como un programa de dúos franceses e
italianos para tenor y soprano, se ve que luego se prefirió alargar y
'equilibrar' con momentos solistas (recogidos, pero sin comentario en el
mentado programa) y otras intervenciones de la orquesta (tampoco
comentadas), además de las que más o menos obligatoriamente sirven en estos
casos de 'descanso' entre un número vocal y otro.
Empezar con el Carnaval romano de Berlioz (muy bien ejecutado por la
orquesta, aunque con una primera parte un tanto lánguida y monótona en el
fraseo) se puede justificar por el nombre del recinto, pero no es un autor
que se enlace bien con Massenet, sobre todo si a éste le sigue un intermezzo
de Franz Schmidt intitulado Notre-Dame (bien ejecutado, pero francamente
insignificante como música) antes de adentrarnos en Bizet para pasar a
Gounod.
Peor, la segunda parte, ‘italiana’. Empezó con una España de Chabrier, que
no estuvo nada mal (y el público tarareó en algunos momentos), pero que aquí
no tenía nada que hacer antes de un fragmento de Tosca, seguido para colmo
del Nocturno para orquesta opus 70 número 1, de Martucci, que resultó un
apéndice descafeinado a Puccini. Luego venía el Verdi de Traviata y de
Rigoletto. ¿Cuál es el criterio para insertar entre ambos -prácticamente
cotemporáneos- el ballet que Verdi se vio obligado a escribir -y se nota-
para el estreno de Otello en París? Aparte de que, si el director era
flexible, sabía escuchar a los artistas y marcar tiempos, bailó todos los
números y en particular en el ballet verdiano el hecho resultó tan excesivo
como molesto.
Pero estaban, claro, los dos cantantes verdadero motivo de la existencia de
este concierto de clausura: "an all star concert", que por una vez
fue casi siempre un acontecimiento artístico de elevadísimo nivel. Dessay
puede ya no tener un sobreagudo infalible ni interminable, y tal vez ni
siquiera le interese recuperarlo. La artista es puro fuego y su canto
arrastra por encima de ocasionales pequeñas grietas (en el pasaje,
justamente) y, sobre todo, de un timbre que, le guste o no, no será nunca el
de una soprano lírica sino el de una líricoligera (más ligera) de sus
inicios. Eso es lo que puede hacer perder puntos a su apasionada y entre
pícara y nostálgica encarnación de 'Manon' en el tercer acto (y en concreto
en la plegaria 'Pardonnez moi, Dieu de toute puissance'), no algún agudo
brusco o emitido 'di forza' que es la forma en que ahora los aborda. Pero es
difícil resistir a la seducción que de su dicción y de su 'interpretación'
(podrá decir que no le gustan los conciertos, abonarse a las puestas en
escena más audaces y endemoniadas, pero lo que hace esta pequeña gran señora
con sus ojos y sus manos no sólo alcanza sino que sobra para lo que quiere
comunicarnos).
De allí fue creciendo. Memorable 'Juliette' (bastaría sólo la frase
conclusiva del 'dúo de la cámara nupcial' para que este concierto hubiera
tenido sentido y valido la pena), 'Gilda' a pesar suyo (es sabido que se ha
negado a cantara por considerar que el personaje no le daba mucho; tal vez
convendría, a la luz de lo visto y oído, que reflexione un poco, aunque no
es artista que parezca dispuesta a seguir más consejo que el propio, lo cual
tampoco está mal) y próxima 'Violetta'. Si el año próximo, en Santa Fe y Aix
en Provence (otros dos festivales, mire usted), canta, dice y actúa como lo
hizo en los extractos del primer acto (prácticamente todos los importantes)
aquí (es cierto que es el que vocalmente le es más afín), sobreagudo de
'tradición' (que no de partitura) final incluido, no habrá otra que se le
ponga por delante. Tengo que llegar hasta 1960 y Anna Moffo para recordar
algo similar (la impresión es que, si puede con el resto, Dessay será mejor
que Moffo en lo que muchos consideraron 'su' papel). Si tuviera que elegir
un momento en toda esta empinada actuación, serían las frases del dúo ‘Un
dì, felice’ y, sobre todo, el recitativo 'E' strano' y el aria 'Ah, fors'è
lui' (con sus dos estrofas, un directo al estómago, el corazón y la mente
del espectador) más que la espectacular cabaletta 'Sempre libera', que fue
más que eso (como vocalizaciones, las habrá mejores o sin ningún esfuerzo;
como grito de un alma que se rebela inútilmente, fue simplemente
escalofriante).
Kaufmann es otro tenor al que la publicidad le puede hacer mal. De todos
modos, tiene medios reales (muy oscuros para un lírico como es en realidad),
apostura y aplomo auténticos, y es un joven que sabe estar dignamente sin
hacer cabriolas ni monerías que lo hagan parecer 'espontáneo' y adorar por
un público que parece estar en cualquier otro sitio menos que en la ópera.
Si todo el repertorio le conviene, si preparar 'Des Grieux' al tiempo que
aborda 'Florestán' es atinado (no me parece un nuevo Roswenge -por favor,
amigo lector, espero que conozca usted al gran Helge; si no, haga el favor
de poner remedio a esa laguna y meditar sobre lo que va de lo que nos
intentan colar con lo que realmente 'fue' al margen de propagandas más
típicas del pop o del rock), lo veremos. De momento, se oye una voz bella
(aunque no inconfundible ni absolutamente hermosa), a la que le sienta más
Puccini, y que puede cantar mejor un afiebrado 'Alfredo' que un libertino
pero elegante y belcantista 'Duque'. Y que es mejor en 'Romeo' que en 'Des
Grieux', pero, aun con un buen francés, en ninguno llega ni de lejos a
equipararse con los verdaderos modelos del género (ni Alagna, por poner un
ejemplo actual al que a veces se suele mirar por encima del hombro por
algunas tonterías que comete, pero que es la voz ideal y la escuela para
este tipo de papeles,) por falta de media voz, que intenta muy
correctamente, pero que no se oye o sale absolutamente carente de color (le
ocurrió asimismo en el aria de la flor de Carmen, atacada de modo
destemplado aunque intentando mantener la línea musical, cosa que lo aleja
de algunos supuestos grandes intérpretes actuales del rol , que poco o nada
se preocupan de eso -luego criticamos, correctamente , a Del Monaco, que al
menos tenía una voz verdaderamente enorme y 'su' técnica y estilo que le
permitían resultados francamente discutibles en mucho de sus roles, pero
vocalmente valederos sin esfuerzos ni subterfugios, ni sofocos inútiles…).
El lector alterado se preguntará qué pretendo cuando Bocelli graba (mal) y
canta en vivo (peor, y con reacciones adversas) 'Don José'. Pues,
justamente, 'Don José', y que las compañías desesperadas por vender algunos
discos los hagan grabar a quienes corresponde (Kaufmann mismo, en disco,
puede dar resultados muy interesantes).
Era evidente que habría un bis, y siendo Verdi el último autor, uno podía
apostar tranquilamente por el dichoso 'Brindis' (que completaba así los
fragmentos salientes del primer acto de Traviata). Ya sabemos en qué nos han
convertido el 'brindis' en actos de inauguración de teatros, o
megaconciertos con dos o tres o más cantantes en lo que se ha dado en llamar
'la democratización de la ópera'. Vuelvo a lo de otras veces: hacer lo mismo
no es igual a ser lo mismo. Ni siquiera a 'hacer', según se entienda el
verbo. Porque Dessay y Kaufmann 'hicieron' Verdi, respetando el contenido y
el sentido del programa, y lo cantaron como corresponde (el público
-liderado por una ferviente japonesa- intentó acompañar con palmas y voz,
pero ante la seriedad y nivel de la interpretación se frenó. Eso es también
cultura y verdadera educación lírica.
Y en ese sentido, mis reservas desaparecen ante dos grandes profesionales
que se toman en serio y con cariño lo que cantan. Y si no puedo decir de
Kaufmann que sea un grande como la Dessay, sí puedo decir que es digno de
acompañarla y que, con poco más (su agudo suena sólido y sin tensiones como
la última vez que lo escuché, hace ya tiempo), podrá pasar al frente de un
registro en el que no abundan ni los verdaderos grandes (los que pasan por
tales suelen ser otros), ni tampoco la seriedad (una cualidad que el tenor
alemán sí parece poseer). |
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