Mundoclasico
Luisa del Rosario González
Recital: Las Palmas de Gran Canaria, 14.01.2007. Teatro Cuyás
¡Qué fiato!, ¡Qué si bemol!
Es simpático, es guapo y encima canta bien. Se llama Jonas Kaufmann, un tenor al que no hace falta presentar a pesar de su juventud, y que la noche del domingo ofreció un recital inolvidable en el Teatro Cuyás de la capital grancanaria en el marco del Festival de Música de Canarias.

Con el vienés Helmut Deutsch al piano -músico al que tampoco hace falta presentar por lo habitual que es verlo con Anne Sophie von Otter, Matthias Goerne o Bo Skovhus, entre otros-, el tenor alemán ofreció una versión de Die Bürgschaft (D 246), digna de los gustos más exigentes. Kaufmann paseó su voz por los textos de Schiller dándoles vida y creyéndose el papel. Sus cambios de registro pusieron de manifiesto las exquisiteces de una obra en la que Schubert homaenajea el amor fraternal hasta convertirlo en uno de los más puros de los sentimientos. Una voz hermosa, aunque sin excesivo brillo, que pliega para conseguir dominarla en los cuasi recitativos que apenas canta pero en los que pone la pasión justa para conectar con el público.

Más fría -sólo eso- fue su interpretación de los 7 Sonetos op. 22 de Britten. Kauffmann, a diferencia de lo que hizo con Schubert y después con Strauss, se apoyó en la partitura lo cual le restó parte de uno de sus fuertes: interpretar con voz y movimiento lo que canta. No obstante, la belleza de las canciones del compositor inglés quedó patente pese a la peor dicción italiana del tenor.

En la última parte, imerso ahora en el amor heterosexual expresado en una selección de los lieders op. 21 y 27 de Strauss, retomó el pulso del recital. El escaso público que se congregó en el Cuyás volvió a vibrar deleitándose en la combinación de potencia y belleza.

A la salida, mientras unos admiraban "su fiato" y su "si bemol" poniendo un pero en el "fa sostenido" y en que si era "más wagneriano que schubertiano" o "más de ópera que de lied", otros, con una sonrisa en los labios, expresaban su satisfacción porque aunque "no entendían" de música, Kaufmann les había emocionado.






 
 
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