Proopera, Magazin, Mexico
por Federico Figueroa
Verdi: Otello, Paris Opéra Bastille, Marzo 2004
Otello en París
Esta nueva producción de la Ópera Nacional de París, presentada en la sede de La Bastilla, contó con un elenco prometedor, pero el resultado final fue más negativo que positivo. Andrei Serban nos propuso un microcosmos de aislamiento de la realidad, plausible perspectiva para un celoso egocéntrico como Otello, pero fallan sustentos sólidos para mantener la atención del espectador. Los burdos decorados fueron un pesado lastre, entre quiero y no puedo. Incomprensible en una casa de ópera del prestigio de ésta.

Y los cantantes se quedaron por debajo de las expectativas, la de aquellos que esperan milagros, ya que de Jean-Philippe Lafont no podemos esperar un Iago de antología. Es un buen cantante -lo he escuchado en varias ocasiones- pero no para brillar con los intríngulis del rol que aquí tuvo a su cargo. Para colmo, la actuación y caracterización fue lo más parecido posible a uno de esos intrigantes personajes que vemos por los programas televisivos llamados, en España, del mundo rosa.

El tenor Vladimir Galouzine, Otello, tiene un color de voz baritonal, mantiene los agudos lustrosos pero su voz no está homogénea y la afinación tampoco es impecable. La Desdémona que nos presentó Barbara Frittoli no tuvo peros en lo vocal: tiene un bello timbre, reguladores aplicados con inteligencia y emisión limpia. Sin embargo, fue tan fría como una frígida virgen, dispuesta a morir sin rebelarse contra tal destino. Quizás el momento más hermoso y emotivo, en conjunto, fue la escena del "Ave María", con una pantalla de tela en la que se recortaba la silueta de la desdichada mientras rezaba por los pecadores.

El que más brilló aquella noche de estreno fue el alemán Jonas Kaufmann, como un apuesto y fulgurante Cassio. La orquesta estuvo discreta, en ocasiones demasiado sonora y briosa, como si se le fuera de las manos al director James Conlon, sin llegar naufragar. Abucheos generalizados para Lafont, división de opiniones en el caso de Galouzine y aplausos para Frittoli y Kaufmann, con apoteosis final para Conlon.






 
 
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