Proopera, Mexico, November/Dezember 2010
por Ingrid Haas
Jonas Kaufmann: “No me interesa el camino fácil”
El surgimiento de una nueva estrella de la ópera es siempre una gran noticia, y más si se trata de un tenor con las características del cantante alemán Jonas Kaufmann: una voz de tenor abaritonada, con agudos eguros y brillantes, capaz de interpretar óperas de Mozart a Wagner, pasando por lieder de Schubert y Schumann y hasta anciones de Mahler. Es también un excelente actor que se adentra con profesionalismo en cada personaje que canta, y proyecta una energía en escena que pocos tenores han logrado transmitir en los últimos 10 años. Aunado a esto, es un hombre alto, apuesto, de cabello ensortijado, con el físico de un héroe de las novelas decimonónicas de Jane Austen o as hermanas Brontë.

Pero el salto a la fama de Kaufmann no se debe a una campaña publicitaria que de la noche a la mañana lo catapultó al lugar que hoy ocupa en la ópera mundial. Desde hace más de 16 años, este tenor alemán ha estado cantando alrededor del mundo en teatros tales como la Ópera de Zurich, la Royal Opera House, la Scala de Milán, la Ópera de Hamburgo, la Ópera Nacional de París y la Lyric Opera de Chicago, entre otras, y no fue sino hasta su debut en el Metropolitan Opera de Nueva York, en 2006, cantando el rol de Alfredo en La traviata, que el mundo operístico prestó verdadera atención a Kaufmann.

Con cinco discos como solista y varias óperas completas grabadas en CD y DVD, Kaufmann se ha convertido en uno de los cantantes más solicitados en las más importantes casas de ópera del mundo. Una de ellas es la Ópera Estatal de Baviera, en Múnich, en donde tuvimos la oportunidad de verlo cantando Tosca y un Liederabend. Presenciar la “Kaufmanía” en su ciudad natal es una experiencia digna de vivirse.

El día 31 de julio tuve la oportunidad de entrevistar al famoso tenor muniqués en la sala de conferencias de la tienda Ludwig Beck, en donde posteriormente firmaría copias de un libro que salió en Alemania sobre su vida. Nos sentamos a platicar, acompañados de un buen vaso de Apfelschorle (bebida de manzana muy típica de Múnich), y el tenor platicó en exclusiva para Pro Ópera de su más reciente debut en el Festival de Bayreuth, en el rol principal de Lohengrin.

Primero que nada, quiero felicitarlo por el maravilloso recital que cantó ayer en la Bayerische Staatsoper. Escucharlo cantar lieder es un verdadero placer. ¡Lástima de toda la gente que, entre cada canción, rompía la magia del momento con tantos tosidos!

Gracias por tu felicitación. Y pues, respecto de los tosidos de la gente, debo decirte que es una cuestión de concentración. Significa que estuvieron escuchando con atención y se les olvidó pasar la saliva. Cuando los escucho toser, sé que en verdad estuvieron concentrados escuchándome. Están tan metidos en la música que muchos aguantan la respiración para no interrumpir la canción, y es por eso que tosen después con tanto ímpetu.

Además del triunfo de ayer en su recital, viene usted de hacer su debut en el Festival de Bayreuth, cantando el rol principal de Lohengrin, que ya había cantado aquí, en Munich, el año pasado. ¿Cómo sintió el rol ahora que lo interpreta por segunda vez y en la “catedral wagneriana” por excelencia?

Bueno, puedes estudiar un rol durante mucho tiempo, pero en realidad nunca se compara con la experiencia de representarlo en escena, así que, habiendo hecho ya una producción completa antes, fue más fácil hacer esta nueva producción.
No tuve nervios en cuanto a las partes musical o vocal, así que pude concentrarme más en lo escénico y en encontrar cosas interesantes sobre el personaje. Fue una producción muy moderna de Hans Neuenfels, es cierto, y muy diferente a la de Richard Jones en Múnich. Fue muy estilizada y la misión del regista fue mostrar más lo “humano” de los personajes, sobre todo de Lohengrin. En esta producción de Neuenfels, el único personaje real y normal es Lohengrin. Aparece para penetrar en este laboratorio donde hacen experimentos con humanos locos y ratas y tratan de mezclarlos.

¿Cómo fue su reacción al estar dentro de tan polémica producción?

Una vez que has digerido el shock de esta producción, de las ratas en escena y de los trajes extraños, estás listo para experimentar que hay muchos más momentos íntimos en esta puesta. El director de escena hizo que, en el acto primero y segundo, el coro se alejase un poco para dar algo de atención y privacidad a algunos personajes, porque en Lohengrin casi siempre estás rodeado de mucha gente y se necesita darles algo de privacidad. Eso fue muy interesante.

¿Cómo fue su relación con el personaje de Elsa, interpretado en Bayreuth por la soprano Annette Dasch?

El tercer acto fue muy intenso, y siento que la relación de Elsa y Lohengrin tuvo momentos muy explosivos en esta puesta en escena, y tratamos de mostrar la tensión entre ellos desde el primer acto, cuando se conocen. Se tocan y tratan de acercarse desde el principio, pero en el tercer acto es la noche de bodas y, desafortunadamente, él está demasiado emocionado, demasiado insistente con ella, y a ella le resulta penoso de que él quiera ser tan físico con ella. De ahí que Elsa siente la necesidad de hacerle la pregunta, y esto es algo tan típicamente humano: la gente que se está conociendo quiere saber más y más del ser amado. También, equivocarse es de humanos, y Lohengrin está cometiendo muchos errores en este dueto, y le da pie a Elsa para provocarle dudas y preguntarle lo que no debía.

Mucha gente se ha sorprendido de su versatilidad como cantante, ya que lo hemos visto y escuchado cantar roles tan diversos como Ferrando en Cosí fan tutte, Alfredo en La traviata, el rol principal en Don Carlo, Des Grieux en Manon, ahora Lohengrin, y próximamente cantará el Sigmundo en Die Walküre. ¿Hay algún punto en el cual se complementa cantar en tantos diferentes estilos?

Yo creo que estoy usando la experiencia que me da el lieder y el repertorio italiano para interpretar a Wagner. También uso algo del repertorio francés porque, por ejemplo, en el último acto de Carmen, hay muchos momentos de intensidad, sobre todo en los actos tercero y cuarto, donde necesitas verdaderamente un tono abaritonado para darle fuerza al personaje. Eso sucede de igual manera en La damnation de Faust con el aria final de Fausto. En Wagner necesitas esta fuerza y esta resistencia para competir con el volumen de la orquesta, así que complemento mi Wagner con los conocimientos que me dan los otros estilos que canto… y viceversa.

¿No le atrae tanto entonces el especializarse en cierto tipo de repertorio?

Yo creo que es muy saludable para mi carrera abordar diferentes roles en diferentes estilos, a pesar de que mucha gente me dice que debería concentrarme en un determinado repertorio. Pero cuando veo la carrera de gente que ha hecho eso, como Alfredo Kraus, que sólo cantó unos cuantos roles y que no tenía un repertorio tan amplio, me doy cuenta de que para mí sería muy aburrido. No me gustaría hacerme a la idea de cantar sólo siete o 10 papeles en toda mi carrera.

Eso significaría caer siempre en los mismos manierismos y no me gusta la idea de voltear atrás y ver que hice 50 funciones de uno o dos roles… y ya. Para mí, es saludable cantar varios roles y dejarlos descansar por un tiempo, y luego retomarlos para descubrir nuevas cosas en ellos; verlos con nuevos ojos y, de cierta manera, redescubrirlos. Eso es lo que me interesa y no el camino fácil.

El único cantante que tenemos que ha abordado el repertorio más extenso en cuanto a estilos y compositores es Plácido Domingo, quien también lleva tiempo haciendo Wagner. Y ahora también está empezando a cantar roles de barítono, porque ya cantó casi todos los roles principales importantes de la cuerda de tenor... ¡y ahí sigue! Esto demuestra que variar tu repertorio es bueno y saludable.

Sorprende también que usted cantó el rol principal de Parsifal antes de cumplir los 40 años…

Bueno, soy alemán y, para mí, el repertorio wagneriano está muy cerca de mi corazón. Por eso lo empecé a cantar tan joven.

¿Cree que esto de la especialización de repertorio viene de hace poco?

Sí, porque en el pasado pasaba mucho esto de que los cantantes no se especializaban tanto en cierto repertorio. Es más, lo que sucedía era que muchos de ellos cantaban las óperas en idiomas diferentes al original. Eso sí, estaban limitados en el idioma en el que debían cantar: por ejemplo, La traviata se cantaba en alemán sólo en teatros alemanes, y no podían ir luego a cantar la misma ópera en un teatro en Francia, porque allá la ponían en francés.
Había límites en los idiomas, pero no en el repertorio que cantaban en sus países. Un tenor te podía cantar Tamino, Alfredo, Lohengrin, cualquier cosa... ¡y era normal porque era un tenor! ¿Por qué pensar que no iba a poder cantar todos los roles escritos para esa voz? Claro, algunos podían sentirse más a gusto en ciertas partes, pero les hacía bien y les daba disciplina.

Con respecto al lied, en estos últimos diez años ha habido un resurgimiento del arte de cantarlo gracias a cantantes alemanes como usted, Thomas Quasthoff, Diana Damrau, Anja Harteros, Angelika Kirchschlager, etcétera. ¿Qué representa el lied en la formación y vida de un cantante?

Yo pienso que el lied es extremadamente importante; es una forma de arte. Hace poco, una persona me agradeció el ser parte de este grupo de cantantes que traen el lied al siglo XXI. Es un arte que estuvo muy de moda hace muchísimos años, y no se le presta tanta atención como se debiera hoy en día en el mundo de la música, desafortunadamente.
Creo que Christa Ludwig dijo una vez que, para ella, cantar lied era una suerte de purificación del alma. Así que es una alegría para mi cantarlo porque, en primer lugar, uno es el responsable de escoger el programa, uno escoge la combinación de autores de cada recital. Uno trata de contar diferentes historias durante cada recital y uno está contando las mini-historias de estas canciones en, a veces, menos de
dos minutos.
Esto significa que uno tiene que atrapar la atención del público de inmediato y, si la pierdes en los primeros 20 segundos, no podrás mantener la atención durante el resto de la canción o del mismo recital.

¿Qué es lo que hace a cada canción (lied) tan especial en cada recital?

Hay tantos detalles, tan sutiles y delicados, contenidos en cada canción, que solamente es posible expresarlos en el lied. Ni el más talentoso director de orquesta o la más genial agrupación orquestal van a lograr la flexibilidad que tiene un pianista, reaccionando ante los tempi que quieres llevar o cambiar en un momento dado, o cuando haces un rubato de repente, o cuando haces unos piani… El pianista siempre estará con el cantante en una fracción de segundo. Con un director de orquesta es más tardada la acción de acoplarse, ya que si uno alarga más un piano o un forte, no sólo debe notarlo el concertador, sino que debe transmitir ese cambio repentino a toda la masa orquestal.
En el lied tienes la pureza de la interpretación y eso es algo que me hace sentir libre, es la poesía del momento, la corona de la música. Se reduce todo a la esencia de interpretar sin tener ninguna condición o reglas que seguir; sólo eres tú y el texto y la música, y debes dejar que todo fluya. Debes tratar de seguir tu instinto y contar todas estas bellas historias.

¿Qué otros roles operísticos vienen para usted en el futuro?

Próximamente cantaré mi primer Sigmundo de Die Walküre en el Met, y se transmitirá en vivo en los cines de todo el mundo. Tengo planeado cantar también más roles verdianos como Manrico de Il trovatore, Don Álvaro en La forza del destino, posiblemente Des Grieux en Manon Lescaut de Puccini, Enzo en La Gioconda y, tal vez, Canio en Pagliacci y Turiddu en Cavalleria rusticana. Quiero cantar Otello también, pero eso será dentro de unos años más. De Wagner, dejaré por el momento a un lado Tristán y Siegfried, pero también me encantaría cantarlos en un futuro.

Muchas gracias por la entrevista, Sr. Kaufmann.


Gracias a ti.






 
 
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