A los 46 años, Jonas Kaufmann es considerado el mejor tenor del mundo.
Mañana da su último recital en el primer coliseo. En un reportaje exclusivo
con PERFIL, habló de sus sensaciones en este viaje a la Argentina.
Su
debut en el Colón el sábado pasado junto a Daniel Barenboim fue apoteótico.
Ese día Jonas Kaufmann pisó por primera vez un escenario argentino; mañana
lo hará de nuevo en un recital acompañado al piano por Helmut Deutsch. Y en
el único reportaje que dio, conversó con PERFIL sobre esta experiencia.
—En una entrevista dijo que fue en febrero de 2006 cuando,
interpretando “La traviata” en el Metropolitan de Nueva York, sintió que se
había convertido en cantante de ópera. ¿Posteriormente volvió a sentir algo
similar?
—Sí, el 15 de junio de 2015, cuando di un
concierto de Puccini en La Scala de Milán. A pesar de todos los cambios que
hubo en el mundo de la ópera, La Scala es muy especial en muchos aspectos. Y
para un cantante alemán, interpretar allí a Puccini es un enorme desafío.
Antes había cantado Tosca allí y sentí que ya me habían aceptado, pero no
estaba preparado para el cálido recibimiento del público durante el recital
de Puccini. Fue uno de los momentos más felices de mi vida arriba de un
escenario.
—¿Es cierto que para un cantante de ópera es una
“obligación” tácita actuar aunque sea una vez en el Teatro Colón?
—Sí. Para mí era un deber absoluto, estaba en el primer lugar de mis
sueños a cumplir. ¡Qué artista no querría cantar en este teatro, que además
de tradición tiene una acústica fenomenal! Mientras Daniel Barenboim
ensayaba con su orquesta, lo recorrí y el sonido era increíblemente bello,
en especial desde el último piso.
—El día previo a su primer
recital, visitó la sala y su camarín. ¿Cómo fueron esa primera impresión y
la noche del debut?
—Fueron momentos inolvidables... ¡El
Colón y su público! Fue una bienvenida tan cálida que superó lo imaginable.
Me aplaudieron un montón sin siquiera haber dado una nota. Y la reacción al
final del recital (N. de R.: hizo dos bises) fue simplemente espectacular.
—¿Siempre procura que sus hijos conozcan los lugares donde
trabaja?
—A veces, aunque sus vacaciones rara vez coinciden
con mi agenda laboral. Esta vez tuvimos suerte y ellos están conmigo en mi
tour sudamericano, así que en los días libres hacemos paseos. Estuvimos en
Machu Picchu, y vamos a ir a las cataratas del Iguazú.
—Es
un lugar común, pero ¿qué es lo primero que piensa cuando le dicen
“Argentina”?
—La mejor carne del mundo, el tango, el Teatro
Colón... y la Selección. Uno de mis hijos siempre se pregunta por qué
Argentina nunca gana la Copa América si tiene los mejores jugadores del
mundo.
—Plácido Domingo y Pavarotti hicieron duetos con
artistas no líricos. Si tuviera que elegir hacer lo mismo, ¿con quiénes los
haría?
—Tendría que pensarlo bien. No tengo planeado hacer
algo como Pavarotti y amigos, pero quién sabe más adelante. Si hay buena
química, sin duda sería divertido.
—¿Cuál es el personaje
que no se cansa de interpretar?
—Trato de ser flexible en lo
vocal, musical y estético para cantar en diferentes idiomas y repertorios.
Verdi después de Wagner, Mahler después de Puccini, y así... por eso no
podría decir sólo uno, pero si me lo pidieran diría Cavaradossi, de Tosca.
—¿Y cuál quisiera interpretar y aún no hizo?
—Hoffmann, Otelo y Tannhäuser. Mi primer Hoffmann será en París el
próximo noviembre; mi primer Otelo está previsto para junio de 2017 en la
Royal Opera House, en Londres. Y Tannhäuser... veremos, es demasiado pronto
para hablar de eso.
—Cuando viaja, ¿qué música escucha?
—Hoy la tecnología permite tener toda la música, así que no
preparo de antemano ninguna selección musical.
—Fantaseando
un poco, si pudiera elegir con qué director de orquesta trabajar, ¿lo haría
con Arturo Toscanini o Wilhelm Furtwängler?
—Sería injusto
elegir uno, de modo que sumo otro: ¡Carlos Kleiber! (N. de R.: nació en
Alemania, se educó en Argentina y actuó en el Colón y en el Argentino de La
Plata). Cuando escucho sus grabaciones pienso cuánto me hubiera gustado
trabajar con él.
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