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Ritmo, Septiembre 2015 |
por Gonzalo Pérez Chamorro |
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Jonas Kaufmann. Puccini de alto voltaje
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Tras su registro dedicado a Giuseppe Verdi, The Verdi Album, y una incursión
en el mundo de la opereta alemana y aledaños con You mean the World to me,
el nuevo disco de Jonas Kaufmann para Sony Classical es Nessun Dorma – The
Puccini Album, recital dedicado al compositor italiano que cuenta con la
presencia magistral de Antonio Pappano en la dirección orquestal a la
espléndida Orchestra dell’Accademia Nazionale di Santa Cecilia. Tanto Tony,
como a nuestro tenor le gusta llamar coloquialmente a Pappano, como
Kaufmann, recrean el prodigioso mundo expresivo y emocional de Giacomo
Puccini, alcanzando cotas emocionales de muy alto voltaje. RITMO, que
publicará una extensa entrevista con el tenor en su próximo número de
octubre, analiza la trayectoria del cantante muniqués y examina
detalladamente este excepcional registro, uno de los más importantes
dedicados al compositor de Lucca. Un disco imprescindible que marca uno de
los momentos más altos en la discografía del tenor, de Pappano y de la
música de Puccini.
Algunos discos deberían llevar la prescripción de
que su audición puede afectar seriamente a la salud. La carga emotiva del
que nos ocupa puede acelerar más de un corazón, ya que la música de Puccini
ofrece al espectador aquello que exactamente quiere oír: emoción. Esta ópera
italiana, la de este disco, es como una telenovela culta, donde ocurren
cosas inverosímiles que en la vida real no ocurrirían y donde la muerte, los
engaños y las traiciones, arropados tras una música de la que es difícil
abstenerse, surgen con una facilidad tan pasmosa, que cuando existe la
naturalidad o lo que normalmente nos puede ocurrir en la vida diaria, es
cuando hay que asombrarse. Al escuchar este disco prepárense para una sesión
de pulsaciones aceleradas. Es música de alto voltaje, interpretada como
pocas veces se ha podido escuchar.
The Puccini Album
Tarde o temprano debía de llegar. Tras incursiones discográfi cas en el
verismo, Jonas Kaufmann por fi n ha grabado un recital completo dedicado a
Puccini, un compositor que es ideal para su arte y para sus características
vocales, a pesar que el tenor sea alemán y a los alemanes tanta pasión
desbordada les incomoda.
“Grabar este disco en Roma tuvo cuatro
ventajas: una, adoro esta ciudad; dos, la orquesta es la excelente
dell’Accademia Nazionale di Santa Cecilia; tres, el director fue Tony
Pappano, con el que he pasado tantos felices momentos y profundas
experiencias musicales en los escenarios de ópera y cuatro, es la ciudad de
Tosca, la obra de Puccini y una de las óperas más potentes jamás escritas”
(Jonas Kaufmann)
A los personajes de Puccini les ocurre que si
algunos de sus problemas no se han solucionado en el último acto, la
probabilidad de la muerte y del suicidio es muy alta. Todo en esta música
rezuma mucha intensidad, pero con una curiosa paradoja, tanta intensidad
viene descrita por una escritura de un excepcional refi namiento. Si Verdi
es más parco en la pasión (no en la emoción), en el Verismo ésta toma
velocidad de crucero y alcanza su momento álgido con Puccini, que se
diferencia de sus contemporáneos en ser más refi nado y hedonista en lo
sonoro (ni Mascagni, Leoncavallo, Giordano, Zandonai, Boito o Ponchielli
extraen de la orquesta tales sutilezas). Es curioso además que toda la
pena y desgracia que les suceden a estos personajes, sea expresada con tanta
belleza. Este hedonismo sonoro necesita de batutas que entiendan que esta
música no solo es cantada desde el escenario, también desde el foso. Este
encuentro afortunado entre Kaufmann y Puccini tienen un valor añadido en la
fi gura de Antonio Pappano, sin duda alguna el director vivo que mejor
dirige la ópera italiana, contando que ni Chailly ni Muti descienden al foso
con la misma frecuencia con la que antes lo hacían. Y no solo la ópera
italiana, ya que Tony, como le gustar llamarlo a Kaufmann, es un wagneriano
soberbio y un músico muy completo.
Haciendo un repaso por el disco,
no se ha omitido ninguna de las óperas en las que hay un tenor, excepto Sour
Angelica, escrita solo para voces femeninas. De este modo, este Puccini
Album es exactamente eso, un recorrido por la evolución tenoril en su música
(Puccini es principalmente compositor para papeles femeninos, como Haendel o
Janácek; en- tendió a la mujer y trazó fi nos retratos de ellas en casi
todas sus óperas), desde la temprana Le Villi hasta la descomunal Turandot,
donde se encuentra el aria que da título al disco.
“Nessun Dorma,
estas palabras todo el mundo sabe lo que signifi can, siendo una de las
razones para que la gente se haya enamorado de la ópera, en parte gracias a
los tres tenores y a aquel recital donde la interpretaron” (Jonas Kaufmann)
De entrada, Manon Lescaut nos ofrece el mejor ejemplo posible del tenor,
que ha cantado esta ópera en escena en repetidas ocasiones. En “Donna non
vidi mai” la lentitud del fraseo permite apreciar el énfasis de la
pronunciación y la entidad de cada palabra. Las medias voces están sujetas
al mínimo quiebro, es una posición de la voz forzada, que no pierde su
color peculiar. La dirección de Pappano es de fábula, pocas veces se ha
escuchado tanto matiz y, paralelamente, tanta intensidad. En los restantes
fragmentos de la ópera cantados a dúo con Kristine Opolais, la batuta de
Pappano describe el drama como nadie, hay un trabajo de fi na introspección.
La soprano no tiene el timbre de una Freni, pero convence por su estudio del
personaje, menos frágil que de costumbre. En “Oh, sarò la più bella”, así
como en “Presto! In fi la...!” y “No pazzo son!” (alucinante esta
última) se percibe que han rodado esta ópera en el escenario y nadie se
sorprendería si se afi rmara que está grabada en vivo. Este Des Grieux avisa
del Calaf que está por llegar. Y una pregunta, ¿acaso no están Tristan e
Isolda presentes, obra amada por Puccini, en este destino trágico de Manon
Lescaut, con barcos de por medio y con un intermezzo a modo de un preludio
fl uctuante tonalmente que envuelve toda la trama?
Óperas
tempranas Tanto Le Villi como Edgar son “óperas de laboratorio”,
fuente y experimentación melódica que posteriormente tendrían desarrollos y
evoluciones en las óperas de madurez. Con Le Villi (estrenada en Milán
el 31 de mayo de 1884), Puccini comienza su descripción de personajes, su
distribución de escenas y, por encima de todo, comienza a erfeccionarse en
una de sus especialidades: las arias de fatalidad y de despedida, las
grandes arias dramáticas. “Torna ai felici dì” es precisamente la primera
gran aria para tenor del catálogo pucciniano, tal vez el momento más
brillante de una ópera que salpica pero no moja. Es con Kaufmann cuando
parece salirse de su ajustado traje para ponerse uno más lucido y llegar a
ser el aria que todavía no es. Es decir, pocas veces se ha escuchado esta
música así, e insisto, de nuevo con un Pappano magistral. La línea de canto
de Kaufmann es lenta, se desliza dolorosamente, cansada y emotiva (marca
de la casa), es de una pureza especial, que sorprende por la evolución
psicológica y trágica del personaje y por el buen uso que hace el tenor de
las cuartas y quintas (“cansadas”) en la melodía. En Edgar la sensualidad
brota a flor de piel, tanto por el canto del tenor como por la dirección de
Pappano.
El dúo con el que fi naliza el precioso primer acto de La
Bohème quizá no tenga en Opolais la fi na cantante que se precisa, pero
tampoco es Kaufmann un Rodolfo que parezca pasar mucha hambre, ambos están
por encima de la propia situación que se describe, pero cantan como soles,
contando de nuevo con el aliado perfecto desde la batuta. El fi nal en
unísono, de una belleza suprema, no se recrea en el exceso.
Ellos, los machos Cuando se publicó el disco Verdi, nuestro
colaborador Javier Extremera habló así de Jonas Kaufmann: “Cantante más
técnico que instintivo, deudor de una formulación perital más que de sus
vísceras expresivas, sus incursiones wagnerianas le han convertido en una
poderosa personalidad, aferrado a su timbre de lírico spinto y a ese
agraciado físico de macho cabrío. Un masculinizado porte con mucho trapío
que le ayuda a la hora de hacer creíbles los personajes que encarna,
mascullando virilidad, hombría y músculo de gimnasio. Pese a ese
engolamiento, al que por desgracia recurre con frecuencia (y que a veces
enturbia su bella línea de canto), su voz es comunicativa y tórrida, de esas
de infl amar tímpanos, con una gran resonancia acústica y una dulce ternura
muy varonil. Transmisión canora donde prevalecen los colores grises y
melancólicos”. Nada mejor esta descripción para los personajes muy
masculinos que describe Puccini en Tosca, Madama Butterfly y La fanciulla
del West. Cavaradossi es personaje bien arraigado en la carrera del tenor,
lo ha cantado en distintas etapas de su vida y siempre le ha dado su
especial empuje, en cada ocasión con mayor elegancia y conocimiento del ser.
Escuchar su “Recondita armonia” es levantarse del asiento (lo grabó con un
polo rojo, nada más signifi cativo) y gozar con una interpretación distinta,
tensa pero elegante, de una fuer- za expresiva mayúscula. Pinkerton, ese
excitado yanqui que desfl ora a una jovencísima nipona embobada con él, nos
deja una versión del “Addio, fi orito asil” muy potente. Habría que ver en
escena este personaje y ese primer acto irrepetible. Esta pequeña aria es
una invitación a la imaginación de lo que podría dar de sí, ya grabado con
el propio Pappano con Gheorghiu (Emi-Warner). Y fi nalmente el Dick Johnson
de La fanciulla, ópera de rara intensidad, aquí volcada en un pasional
choque de trenes entre el tenor y el director, a los que se añade una
pequeña intervención del coro y de Massimo Simeoli. “Ch’ella mi creda
libero” no se ha escuchado jamás tal y como está cantada aquí. Apasionante.
“La fanciulla fue estrenada en el Metropolitan por Caruso, el personaje
encierra contradicciones, es un héroe atípico, un reflejo de la propia
personalidad de Puccini” (Jonas Kaufmann)
Nessun Dorma
Para llegar la guinda del pastel, antes hay que descubrir tres joyas rara
vez cantadas como lo están en este disco. Se trata de “Parigi! È la città
dei desideri”, de La Rondine, a la que el tenor aporta su bien conocida afi
nidad con la opereta alemana, como ya nos mostró en su reciente disco.
Igualmente desgarrador es su “Hai ben ragione” de Il Tabarro, donde Luigi no
mantiene esperanzas en que su vida mejore, ideal para el timbre poderoso del
tenor, que transmite la queja con especial fervor.
Y de ahí a quizá
lo más sorprendente del disco, ya que difícilmente se puede escuchar de esta
manera: “¡Firenze è come un albero Fiorito” de Gianni Schicchi, donde
Rinuccio defi ende las bellezas de su Florencia y aguarda con ganas la
presencia de Schicchi para que solucione los problemas de testamento que ha
derivado la muerte de Buoso Donati. Lo demás es bien conocido... Este
fragmento suele ser interpretado por tenores de pequeña escala y de voz
lírica, pero nunca spinto, y aquí nuestro tenor abruma por la potencia e
intensidad que imprime a la breve página. Es de imaginar que Lauretta, su
novieta, se desviviría por alguien que entona así su momento dorado en la
ópera.
Puccini, hedonista en su vida privada, conoce bien el secreto
de la noche y la utiliza magistralmente en Turandot y en su “Nessun dorma”,
con recursos como la “sviolinata” (duplicación o triplicación de la melodía
vocal en la orquesta con la escala de tonos enteros), creando un clima a fl
or de piel, sensible, con instantes bellísimos y de enorme intensidad en un
crescendo emotivo que forma parte de la pura emoción. Por momentos el texto
parece amoldarse a la música como un bebé podría hacerlo en los brazos de su
madre a la hora de dormir. Es así como el tenor, junto a un inspiradísimo
Pappano, afl oran una interpretación de una creatividad muy sutil, que
condensa poco a poco la emoción para hacerla llegar a su éxtasis fi nal, que
es el cierre de un disco excepcional, histórico, un Puccini de alto voltaje.
OPINIÓN ALBERT VILARDELL El tenor de hoy
La carrera de Jonas Kaufmann debería ser materia de un estudio muy profundo
por la forma como ha sido desarrollada. De entrada, nos encontramos ante una
persona muy inteligente, con grandes cualidades artísticas y gran
sentido del mundo mediático, que sabe aprovechar sus condiciones personales
y vocales y que ha programado su actividad en la última década de una manera
muy meticulosa, que le ha permitido escalar a uno de los primeros puestos en
el ranking de cantantes. Nacido en Múnich (1969), estudió en la
Hochschule für Musik de su ciudad natal, perfeccionando sus estudios con
Hans Hotter, James King y Josef Metternich, logrando justo después el primer
premio en el prestigioso Concurso Meistersinger. El análisis de la voz
de Kaufmann requiere un estudio muy profundo que, simplifi cando, podemos
resumir así: se trata de un artista muy completo, con un timbre de oscuras
sonoridades, al que a veces perjudica la densidad orquestal, pero que tiene
una técnica impresionante, una seguridad en su canto y un fraseo que impacta
por la calidad y el poder comunicativo. Su interpretación de los héroes
wagnerianos es sin duda la mejor de la actualidad, mientras que en el
repertorio italiano surge el gran artista que es, con un planteamiento muy
peculiar del estilo. |
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