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codalario, 28 de febrero de 2014 |
Por Silvia Pujalte |
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CD: "Winterreise" de Schubert, por Jonas Kaufmann y Helmut Deutsch
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Siempre
la misma partitura y tantas lecturas como intérpretes; ahí está la grandeza
de las obras maestras, y no me cabe duda que Winterreise lo es. Viaje de
invierno es además una obra difícil de escuchar; diría que el oyente se
somete a ella, sabedor de que si todo va bien va a recibir una sacudida
emocional. Pocas obras golpean con tanta intensidad.
Con esta
esperanza desprecintamos un disco con un nuevo Winterreise preguntándonos
hacia donde nos van a llevar los intérpretes. Tras la audición, la sensación
es que Jonas Kaufmann y Helmut Deutsch nos presentan a un caminante en
cierto modo inusual, más racional y con más fuerzas para enfrentarse a su
dolor, un caminante que aprovecha cada brizna de esperanza para intentar
rearmarse. Pero no nos engañemos, ser testigos de su lucha y de su fracaso
es tan descorazonador como sería acompañarlo en su desesperación o en su
locura. No nos libramos, felizmente, de la sacudida.
La primera
muestra de este carácter lo tenemos ya en el primer lied, Gute Nacht. El
caminante acepta con serenidad que ha llegado el momento de partir y Deutsch
le imprime al acompañamiento un aire enérgico, casi alegre (hasta donde Gute
Nacht puede ser alegre). De entrada la interpretación puede desconcertar,
¿dónde está el dolor? Y el dolor está en la última estrofa, con el cambio de
tonalidad; un dolor íntimo y punzante. El Winterreise de Kaufmann y Deutsch,
ya empezamos a verlo claro en la segunda canción, es un Winterreise de
contrastes, con un protagonista que a cada paso va siendo más consciente de
lo que ha perdido y alterna momentos de rabia con otros desoladoramente
clarividentes; no recuerdo haber sido tan consciente de la amenaza implícita
en Der Lindenbaum como en esta interpretación de Jonas Kaufmann.
Este
juego de contrastes y la búsqueda continua de matices en favor de la
expresividad llevan en alguna ocasión al rozar el exceso, por ejemplo cuando
el cambio de leise a laut indicado en la partitura se convierte en algo
cercano a un sobresalto para el oyente. Pero las más de las veces funcionan
perfectamente, y para cuando llegamos a la segunda parte tenor y pianista ya
han tejido los hilos con los que nos van a conducir implacables hacia el
final, a partir de un bellísimo Täuschung y a través de un no menos hermoso,
dolorosamente hermoso, Das Wirtshaus, una de las canciones clave del ciclo
que aquí conmueve como pocas veces. El caminante elige su destino con
lucidez, es demoledor el modo en que suena en Mut la frase “will kein Gott
auf Erden sein, sind wir selber Götter” (si no hay Dios en la tierra,
nosotros mismos somos dioses). Y es precisamente esa lucidez, no la
desesperación, la que nos golpea por última vez en Der Leiermann.
La
de Kaufmann y Deutsch es pues una muy buena versión de Winterreise, pese a
apartarse de otras interpretaciones que podamos tener como referencia. Si es
que realmente se aparta, porque las grandes obras también permiten tantas
impresiones como oyentes.
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