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El Nuevo Herald, 09.08.13 |
Sebastian Spreng |
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Un celebratorio ‘Réquiem’ de Verdi en CD y DVD
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El
próximo 10 de octubre se cumplen 200 años del nacimiento de
Verdi e iniciar la celebración del bicentenario con un réquiem
podría ser contradictorio o resultar poco halagüeño. No es así,
el flamante Réquiem por Barenboim en la Scala con un soberbio
cuarteto de solistas es suficiente motivo de celebración. Más
allá de la polémica que tarde o temprano surgirá cuestionando lo
“verdiano” del director y solistas, el álbum evidencia admirable
solidez a la vez que impone un breve racconto de las grabaciones
que lo preceden.
Nada queda por decir de una obra que
resume las bondades de Verdi. Ni su mejor ópera, ni “una ópera
en atuendo eclesiástico” (cortesía de Hans von Bülow), ni una
misa que supera toda connotación religiosa. En todo sentido es
universal. Se está frente a una conjunción prodigiosa de madurez
artística en la que naturalmente surge la comparación con el
Juicio Final de Miguel Angel, como si la mismísima Sixtina
cantara, alertando a los mortales con la fiereza y ternura que
constituyen la esencia del canto verdiano.
Con más de un
centenar de registros es una de las obras más grabadas, una en
la que podría no quedar nada por decir pero que justifica cada
nueva versión, una obra en la que vale apreciar las dos grandes
corrientes que podrían definir su enfoque, la italiana y la
anglosajona por no decir las demás. La primera encabezada por
Toscanini, Serafin y De Sabata seguidas por Giulini
(tradicionalmente de referencia), Muti, Abbado y hoy Pappano. En
la vertiente no italiana, vale mencionar a Fricsay, Reiner,
Markevitch, Shaw, Bernstein, Gardiner y Solti. La ausencia
imperdonable es Carlos Kleiber.
En este aspecto,
Barenboim se ubica paradoja e históricamente cercano a Karajan,
responsable de al menos cinco grabaciones entre 1949 y 1984 que
reflejan su imparable ascenso y posterior declive preso de una
sofisticación impecable y desabrida. No obstante, la versión
escaligera de 1967 con un cuarteto de lujo (L. Price, Cossotto,
Pavarotti, Ghiaurov) marca un hito en la carrera del director y
de la obra.
Casi medio siglo después, el
argentino-israelí –ahora director de la Scala tal como fuera
Karajan– con la misma magnífica orquesta y coro se da el lujo de
registrar en CD y DVD este réquiem celebratorio. El resultado
impresiona, impacta, satisface. Barenboim, que no se ha
destacado exactamente por ser un gran verdiano, halla la
expresividad y severidad ideales con la colaboración de una
excelente toma sonora.
Imposible olvidar la clase
impartida por Tebaldi, Gedda, Pavarotti, Bjorling, Ludwig,
Siepi, Christoff o Ghiaurov o la merecida evocación al joven Di
Stéfano. Se volverá a discutir el supuesto engolamiento de Jonas
Kaufmann o la liviandad mozartiana de Garanca e incluso hasta de
Pape; valdría recordar que importantes grabaciones han sufrido
alguna flaqueza en el cuarteto (desde una poco verdiana
Sutherland con Solti, la trémula Schwarzkopf con Giulini hasta
el despropósito de Bocelli con Gergiev por nombrar solo
algunos). Si siempre atrae la lectura de artistas no asociados
comúnmente con la obra (léase Vishnevskaya, Rysanek, Wunderlich,
Konya) debe admitirse que Barenboim ha reunido a lo más granado
de hoy y en su mejor momento. Kaufmann crece y conmueve en el
Ingemisco así como en el Hostias acercándose a la dimensión
sobrehumana de Vickers con Barbirolli; Garanca no se queda atrás
tanto más cálida que lo usual y la autoridad de Pape hoy tiene
pocos contrincantes.
Anja Harteros se lleva las palmas. Y
en este terreno sale airosa al combinar la sedosidad de Caballé
con la expresividad de Scotto y el velado metal de Arroyo. No
todo es perfecto, se trata de una toma en vivo aunque basta con
su última frase “ Libera me Domine de morte aeterna” que
estremece en su sencillez y convicción para redondear un Réquiem
digno del bicentenario.
En su humildad cabal, Verdi
expresó que la obra haría historia no por la naturaleza de la
música sino por el hombre a quien estaba dedicada (el poeta
Manzoni). Se equivocaba, su réquiem hizo historia no solo por
eso sino también por su desbordante humanidad, tan inmensa como
la de un compositor capaz de componer uno que infunde vida a los
vivos. |
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