|
|
|
|
|
Doce notas, 28/12/2016 |
Natalia Berganza |
|
|
Una voce cosí grande |
|
Sale a la venta el disco que el tenor
Jonas Kaufmann dedica a la canción italiana a la vez que tiene que suspender
varios conciertos, entre ellos el de España en el Teatro Real, por problemas
de salud vocal. |
Un
disco perfecto para sus fans y para todos aquellos que quieran
oír estas canciones universales, y algunas otras menos
conocidas, interpretadas por su cálida voz. En la selección
compositores de todo el siglo XX, desde Leoncavallo hasta
Zucchero, es decir, estilos desde la canción cercana a la ópera
hasta la música pop.
En el disco aparece la imagen de
Kaufmann en un primer plano perfecto, quizá algo artificial. Es
innegable el atractivo de su físico. Pero es que su voz es
igualmente atractiva, casi tanto o más que espectacular.
Lo cierto es que no es el típico tenor latino-ligero que alardea
en estas canciones de su agilidad y agudos. ¿Es por eso menos
idóneo para este repertorio? No lo creemos. El estilo
mediterráneo de estas composiciones para voz masculina, con una
letra y una música puramente italianas, unos textos y unas
melodías que llevan avanzando históricamente de forma
transversal de lo culto a lo popular indistintamente hasta
nuestros días, requiere de una voz que entienda en profundidad
su significado y sea capaz de expresarlo. Y Kaufmann tiene esa
voz.
Abre la selección la canción Caruso de Lucio Dalla,
cuyo dedicatario, el gran Pavarotti, la grabó -eso sí, en los
años 80- ¡acompañado por un sintetizador! Y no deja de
insinuarlo el escritor encargado de hacer la vital presentación
del disco, Bodo Rossi. Este disco era necesario, siendo Kaufmann
el tenor del momento y, siendo además un enamorado de Italia,
país que conoce desde que era niño. Y era también necesario
grabarlo con una orquesta siciliana, la del Teatro Massimo de
Palermo pues, a pesar de todo, cumple su función acompañante y
ambiental como ninguna otra podría hacerlo.
Todas estas
canciones de melodismo consumible, con sus consabidas y
repetidas subidas de tono incrementando la tensión hasta llegar
a la tesitura idónea de lucimiento, con su alternancia de modo
mayor/menor, con su trompeta en el ritornello y su mandolina en
el estribillo; todas estas canciones que acompañan en nuestra
imaginación la imagen de una puesta de sol en la bahía de
Nápoles…
Pues Kaufmann les da vida de forma admirable. Es
expresivo al representar las palabras del texto (Parla piú
piano), lo es también sin duda en los versos musicales, pero es
aún más expresivo en las frases musicales de largo recorrido,
revelando la estructura de las canciones en su conjunto (Ti
voglio tanto bene); se deja llevar por la orquesta cuando toca
(Non ti scordar di me) o la lleva él si es necesario (Passione);
es poderoso cuando quiere (Un amore cosí grande) y delicadísimo
cuando lo necesita (Il canto); canta muchas veces casi hablando
la letra, y pronuncia muy bien en italiano -aparte de alguna que
otra te algo alemana- e incluso hace alardes de dominar el
trabalenguas del estribillo de Voglio vivere cosí; demuestra su
sobrado dominio de la técnica (Rondine al ido); y su afinación
es casi siempre impecable, pero incluso cuando no lo es, sabe
recuperarse de forma interesante. La mayoría de las canciones se
adaptan o se han adaptado perfectamente a su voz, pero hay que
decir que la selección no es siempre igual de acertada (no se
puede comparar la bella Parlami d’amore, Mariú con el arreglo
aquí de Volare para su voz, que se despinta bastante del resto).
Termina el disco con una versión de Il libro dell’Amore, canción
ya arreglada y cantada por Zucchero, y resulta un final hermoso,
gracias a su empleo de una sostenida media voz en el agudo,
imitando la forma de cantar la música ligera.
Pero lo más
bonito de Dolce Vita de Kaufmann es que a la vuelta de cada
nota, después de cada verso, nos espera una nueva sorpresa
sonora. La flexibilidad de su voz, su imaginación, su
versatilidad, su destreza nos traen constantemente un susurro
aquí, una caricia allá, un parlato en esta, un legatissimo en
aquello, un forte grandioso o un dolce flautado cuando menos lo
esperamos. De manera que estas canciones oídas tantas veces y
tantas veces por intérpretes magistrales también, se hacen
nuevas otra vez. Y Kaufmann consigue atraparnos de nuevo con su
encanto.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|