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El Mercurio, Chile, 23 DE
OCTUBRE DE 2010 |
JUAN ANTONIO MUÑOZ H. |
ESTRENA SU NUEVO DISCO “VERISMO ARIAS”: |
Jonas Kaufmann sorprendido en la intimidad
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“Es
difícil permanecer indemne después de cantar este repertorio”, dice el tenor
alemán, respecto del verismo que aborda en su último álbum.
El 14 de
abril, Jonas Kaufmann se convirtió en el primer tenor alemán en 103 años que
cantaba Cavaradossi (“Tosca”, de Puccini), en el Metropolitan de Nueva York.
El 18 de noviembre será el primero en asumir el papel de Maurizio en
“Adriana Lecouvreur” Cilea), que no se presenta desde 1906 en el Covent
Garden (Londres). En medio de estos hitos surge el disco “Verismo Arias”
(Decca), calificado como uno de los más extraordinarios recitales de ópera
grabados en los últimos años. El repertorio no considera a Puccini , y
Kaufmann l o explica: “Los italianos separan a Puccini del verismo. Hay
una delicadeza y cierta elegancia n él que no se encuentran siempre en el
verismo, más rudo y más violento”.
El álbum abre con “Giulietta e
Romeo”, de Riccardo Zandonai. Es la gran escena y aria de Romeo, “Giulietta,
son io”, donde el joven Montesco llora sobre la tumba de su amada. “Dudo que
se puedan poner en música sentimientos más personales. Escucharlo es como
sorprender la intimidad de otro”, dice Kaufmann, quien llega al desgarro a
través de un fiato diabólico y de un material oscuro que, sin embargo, le
permite sutilezas conmovedoras. Después de escucharlo en esto, es fácil
imaginar qué hará cuando cante la escena final de “Otello” (Verdi).
La amplitud del crescendo, la vibración interna de cada palabra, la
reciedumbre del recitativo, el timbre múltiple, la tórrida sensualidad que
deviene en lirismo, sus matices y pianísimos, y el registro inmenso, hacen
que uno se pregunte si existe algo que Kaufmann no debiera cantar. “Él tiene
todo”, escribió The New York Times en su crítica obre este disco. Kaufmann
nunca soñó con poder hacer alguna vez “Vesti la giubba” (“I Pagliacci”, de
Leoncavallo), donde subraya la acidez y l a brutalidad de Canio, o las arias
“Cavalleria Rusticana” (Mascagni), con Turiddu convertido en un niño
asustado en “Mamma, quel vino è generoso”, y ambas óperas ya las tiene
apuntadas para el Metropolitan, en riesgoso programa doble. “Esta música
provoca no sólo un desgaste emocional y físico, sino también mental. Es
difícil permanecer indemne después de cantar este repertorio. Hay que
abandonarse a la música”, reflexiona.
Así como ocurre con el Romeo de
Zandonai, es Kaufmann el que parece aquí sorprendido en intimidad. Sucede en
“Amor ti vieta” (brevísima y desbordante de pasión); en las arias de
Maurizio (elegantes como pocas veces en el verismo, en especial “La
dolcissima efigie”, en que el protagonista compara la belleza de Adriana con
su bandera... y también en el agotamiento y la desesperanza de “L’anima ho
stanca”), y en especial en los fragmentos de “Andrea Chénier” (Giordano): su
“Improvviso” es de una elocuencia que sobrecoge y subyuga, y contrasta con
el arrebato lírico con que enfoca “Come un bel dì di Maggio”. Junto a Eva
Maria Westbroek, dueña de una voz enorme y bellísima, forma una pareja ideal
en el dúo “Vicino a te”.
La placa también incluye “Lamento di
Federico”, de “L’Arlesiana” (Cilea), que Kaufmann ha convertido en un
imperdible de sus recitales al proponer un viaje desde la entrañable
confidencia inicial de “(...) e s’addormì” a la desesperación de “Mi fai
tanto male! Ahimè!”; la interesante “Testa adorata”, de la olvidada “Bohème”
de Leoncavallo; dos fragmentos de “Mefistófeles” (Boito); “Sì, questa
estrema grazia”, de “I Lituani”, y “Cielo e mar!”, de “La Gioconda”, ambas
de Ponchielli, y otra rareza, la preciosa canción “Ombra di nube”, de
Licinio Refice. Antonio Pappano está al frente de la Accademia Nazionale di
Santa Cecilia di Roma; él mismo dirigió a Kaufmann en su premiada “Madama
Butterfly” (Puccini), con Angela Gheorghiu (EMI), y prepararía para el mismo
sello, con Kaufmann y Gheorghiu otra vez, una nueva “Aída” (Verdi). Son
proyectos que hablan de una carrera imparable que sumará, el 25 de octubre,
la aparición comercial del DVD con el “Werther” de París y, dentro de pocas
semanas, del álbum con “Fidelio” (Beethoven), grabado en Lucerna, con
Claudio Abbado en el podio y Nina Stemme como Leonora.
“¡Me
enamoro de una manera...!”
-¿El personaje se
puede liberar del intérprete al punto de que vaya por un camino que ni
usted imaginó? -Busco siempre partir de cero y crear el
carácter cada vez que subo a escena. Me ha sucedido que he llegado al
punto de hacer un personaje en un sentido muy distinto al que pensé al
inicio o al que hice en una primera producción. Me dejo guiar por la
emoción y por la espontaneidad del momento, y así también la
interpretación musical resulta fresca e creíble, que es lo más
importante. Así descubro cada vez la alegría de cantar.
-¿El control de la voz no termina por ejercer también un control sobre
las emociones que se quiere transmitir? -Una vez que
controlas la voz totalmente, eres libre y puedes involucrarte en la
interpretación, sintiendo de verdad.
-¿Hay algún
personaje que sienta más cerca de su corazón? -Es difícil de
decir. Siempre amo el personaje que estoy haciendo en ese momento; ¡me
enamoro de una manera...! Creo que es hermoso que eso suceda. Toda mi
energía, mi alegría y mis deseos para lo que hago esa tarde. Es cierto
que hay personajes que son de otro mundo, como Werther, que canté por
primera vez en enero de este año. Es un ser fuera de la vida. Y qué
decir de “Don Carlo” (Verdi)… es bello como canto y también como
personaje. Cavaradossi (“Tosca’’) como personaje no es tan interesante…
¡Pero la música!... es una maravilla”. |
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