El Mercurio, 11 DE ABRIL DE 2019
POR JUAN ANTONIO MUÑOZ H.
 
Verdi: La forza del destino, London, ab 21. März 2019
 
El mundo de la ópera vibra con “La fuerza del destino” de Londres
 
Ha sido calificado como un espectáculo histórico. El público chileno podrá verlo en el Teatro Oriente, el próximo 25 de mayo, en una transmisión en diferido desde el Covent Garden.

Se alinean los astros y sucede que en Chile, después de 60 años, vuelve a presentarse “La fuerza del destino”, justo cuando Londres está en la retina del público operático del mundo por su brillante producción de este “imposible” título verdiano, que ha sido señalado como el mejor Verdi hecho allí desde hace décadas. El Covent Garden se suma así a la idea de proponer un acontecimiento lírico que reúna lo mejor de lo mejor y que se convierta en cita imprescindible para quienes aman este arte, tal como en 2017 hizo la Ópera de París con “Don Carlos”, también de Verdi. La fiesta en el Reino Unido ha sido enorme, y el público chileno podrá conocer el resultado el sábado 25 de mayo, a las 18:00 horas, en el Teatro Oriente, donde se exhibirá en diferido.

El crítico Hugh Canning, del Sunday Times, que calificó la producción de “triunfal”, dice que a lo largo de décadas de funciones en Covent Garden solo recuerda algo de este nivel en la visita de La Scala a Londres con “Simón Boccanegra” dirigido por Claudio Abbado, y el “Otello” de 1980 según Carlos Kleiber, con Plácido Domingo y Margaret Price. Von Josef Schmitt, de “Die Presse”, escribe que es un “espectáculo cumbre”; Jean Michel Pennetier, de Olyrix, titula “El regreso de la edad de oro”, y Emmanuel Dupuy, de “Diapasón”, apunta que se trata del “reparto del siglo”.

La función que los chilenos verán en mayo es la que se transmitió en directo en Europa el 2 de abril y en verdad es algo extraordinario. ¿Todo? No, pero casi todo está en un nivel magnífico, un lujo asiático para los tiempos que corren.

Imaginería católica y rutina de variedades

Es verdad que la régie de Christof Loy tiene aspectos controvertidos, pero es interesante, dramáticamente arriesgada y sabe plasmar la angustia existencial en que viven los personajes protagónicos. Optó por desarrollar la historia mayormente desde un único conjunto escenográfico modular: la casa del marqués de Calatrava, epicentro de la tragedia. Así, usa la excepcional y larga obertura para dar cuenta de la vida anterior de la familia De Vargas, relato que no existe en el libreto de Francesco Maria Piave, quien se basó en la obra teatral de Ángel de Saavedra, III duque de Rivas, quien sí detalla más finamente la historia previa de los protagonistas.

Con desprejuiciada libertad, el régisseur muestra a los niños cuando son pequeños y también cómo crecen; el menor de todos sufre una convulsión, muere y desaparecerá de escena, tal como la figura de la madre. Todo esto apunta a que hay un hilo trágico que gobierna desde antes el sino familiar y que hilvana los pliegues del drama hasta el momento en que el despreciado Don Álvaro da muerte sin querer al padre de Leonora, desatando el imparable deseo de venganza de su hermano Don Carlos. Desde el inicio, Loy utiliza imágenes relacionadas con el imaginario cristiano-católico, como la pose de “Piedad” que adoptan los niños y que se repite al término con Leonora y Álvaro, y también la relación buscada entre “Leonora culpable” y “Magdalena arrepentida” al pie de la cruz. La dirección de actores debió ser un trabajo arduo en estos y otros aspectos.

Las cosas funcionan bien en los momentos de mayor intimidad —el primer encuentro de los amantes, el asesinato del marqués, la brutal recepción que hacen a Leonora los monjes en el convento, las disputas entre Don Álvaro y Don Carlos—, pero no tanto en aquellas corales en las que reina una Preziosilla diseñada como animadora de espectáculos de variedades y líder de números coreográficos circenses largos y faltos de interés, diseñados por Otto Pichler. Tampoco se entiende que Leonora viva su agonía sobre una mesa para levantarse en los últimos momentos y morir de pie.

Los héroes Lo principal aquí son la música y las voces, partiendo por un Antonio Pappano que abruma y conmueve con el sonido que extrae de esa máquina implacable y certera que es la orquesta de la Royal Opera House, pero que además busca exponer detalles nunca antes escuchados y dar una real intención expresiva al uso de ciertos instrumentos y líneas melódicas.

Anna Netrebko está soberbia en voz y temperamento; su retrato de Leonora es algo anticuado y lo vive de manera exterior, pero es una cantante extraordinaria, en control absoluto de reguladores y dinámica, y luce un agudo deslumbrante en las imprecaciones de su aria del cuarto acto. Jonas Kaufmann habita su rol y hace, como siempre, un personaje total y absolutamente personal, que no se parece a ningún otro Don Álvaro disponible en grabaciones; obediente a las indicaciones de Pappano y fiel a su propia naturaleza como artista, no se presta a exhibiciones pirotécnicas y canta todos los pianísimos y mezzofortes indicados en la partitura. El suyo es un héroe byroniano, noble, taciturno y traspasado por la tragedia, que deambula entre el amor, la culpa, la humillación y la ira.

Ludovic Tézier ha hecho un bien pavimentado camino desde el barítono del bel canto perfecto para “Lucia di Lammermoor” e “I Puritani” a aquel que es propiamente verdiano, como el que necesitan Rodrigo de Posa y Don Carlos de Vargas; tiene química con Kaufmann y sus violentos encuentros son verdadera dinamita.

El bajo Ferruccio Furlanetto posee autoridad escénica para cantar al monolítico Padre Guardian, si bien el esmalte de su voz no es el de antes, y Alessandro Corbelli juega como lo ha hecho siempre en un rol como Fra Melitone, que se acomoda a su personalidad artística. La mezzosoprano Veronica Simeone es una Preziosilla muy móvil y danzarina (requerimientos del régisseur), y aunque su voz es ágil, no tiene la suficiente personalidad para retratar a esa mujer que vive y sobrevive gracias a la guerra.

Este impresionante reparto, difícil de reunir para cualquier teatro del mundo, cuenta con varios lujos extra: la soprano Roberta Alexander como Curra, el veterano bajo Robert Lloyd como el Marqués de Calatrava, el bajo-barítono Michael Mofidian (Alcalde) y el tenor Carlo Bosi, experto en roles de carácter, como Trabuco.
 
 
 






 
 
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