Pro Ópera, marzo/abril 2017
por Gustavo Gabriel Otero
 
 
Wagner: Lohengrin, Paris, Opera Bastille, 18. Januar 2017
 
Lohengrin en París
 

Enero 18. La Ópera de París presentó en su sala de La Bastilla la producción escénica firmada por Claus Guth que se estrenó originalmente en Milán en 2012. La acción se traslada a 1850 en Alemania y el protagonista de Lohengrin es caracterizado como una criatura frágil que busca constantemente escapar o esconderse. No hay aquí cisnes, caballeros, gloria o armas, pues se ha quitado cualquier referencia al mundo medieval evocado en el libreto, sino introspección psicológica. La puesta luce pensada, correctamente elaborada, más simbólica que romántica y muy trabajada.

Quizás la iluminación de Olaf Winter sea lo mejor de la faz visual, con sorprendentes climas y belleza en cada momento; mientras que la escenografía y el vestuario de Christian Schmidt
fueron funcionales al concepto de la puesta: un escenario único con tres pisos y seis puertas por piso en el fondo y tres en cada costado, así como un vestuario mayoritariamente negro, con excepción de Elsa, quien viste de blanco.

Philippe Jordan extrajo de la orquesta todos los matices posibles desde la claridad y sutileza del preludio hasta los momentos de mayor fuerza, pasando por las perfectas fanfarrias y por momentos de extraordinaria excelencia como el inicio del tercer acto. El Coro de la Ópera de París, que dirige José Luis Basso, mostró su valía en una noche verdaderamente memorable con una obra de gran compromiso para ese colectivo de artistas.

Jonas Kaufmann impactó con este Lohengrin tembloroso y miedoso que asumió con total convicción escénica y poderosos medios vocales. No hubo atisbo de problemas en su emisión: su voz aterciopelada se proyectó con grandeza. Sus agudos eran firmes y su fraseo de primer nivel mientras manejó con excelencia la media voz y los pianissimi. René Pape aportó el terciopelo de su voz a Heinrich y algún agudo problemático no empañó su exquisita labor. Un gran Telramund ofreció el bajo-barítono polaco Tomasz Konieczny, tanto por la línea de canto como por su actuación.

Martina Serafin fue una Elsa interesante, con buen fraseo pero timbre algo duro y color metálico. Mientras tanto, Evelyn Herlitzius como Ortrud conmovió por su pasional entrega al personaje y por su excelente registro central mientras que en el agudo se evidenció una tendencia al descontrol. Muy bien servido el Heraldo por Egils Silins y correcto el resto del elenco.







 






 
 
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