La aparición de Kaufmann en el escenario generó una ovación impresionante en
que el Colón parecía desbordarse. Emocionado, el público ansioso había
esperado meses el mágico momento. El tenor combinó los matices de su voz con
las diversas intensidades de la partitura. Resolvió las desafiantes escalas
con fascinante facilidad. Llevó los agudos a límites de lo ligero sin perder
la colocación
Con las entradas agotadas hace semanas, la gran cita
melómana de Sudamérica era asistir al primer encuentro de Jonas Kaufmann, el
tenor del momento con el coliseo argentino, el Teatro Colón, reconocido
mundialmente por su acústica perfecta.
Emocionados los asistentes,
entre los que habían varios connacionales, El Mostrados C+C constató que el
tenor también estaba emocionado ya que el día anterior, mientras la pianista
Marta Argerich interpretaba a Liszt junto a Daniel Barenboim y su mítica
orquesta de la paz, la East Western Divan, Kaufmann con su familia se
pasearon por todos los pisos, partiendo en el paraíso ( séptimo piso) hasta
llegar a la platea, comprobando la magnificencia sonora del Colón.
Partió el programa con la obertura del acto III de la ópera Los Maestros
Cantores de Nuremberg, obra para cuerdas y maderas que generó un ambiente
intimista y delicado. Barenboim conoce a la perfección las posibilidades de
la orquesta juvenil y de a poco la impulsa a tareas mayores. Cautamente ya
sabíamos que había cambiado el concierto del tenor anunciado originalmente
con arias wagnerianas por el ciclo de lieder juvenil de Gustav Mahler:
Canciones del caminante.
La aparición de Kaufmann en el escenario
generó una ovación impresionante en que el Colón parecía desbordarse.
Emocionado, el público ansioso había esperado meses el mágico momento. El
tenor sonrió, agradeció y miró al maestro. Conocido por su versatilidad en
diferentes repertorios operísticos tan diversos en estilo como el francés,
italiano, y alemán, que lo han hecho conocido mundialmente, la propuesta de
lied para su debut en el Colón era una apuesta arriesgada. Los lied es un
género difícil técnicamente y a la vez no tan difundido, menos aún en estas
latitudes. Para consuelo de los operáticos en la cita con Chile, ( el 18 de
agosto en Movistar Arena) en cambio, tendremos pan y circo.
El ciclo
de lieder de Mahler contiene cuatro temas que hablan del desengaño amoroso
inspirado en la propia historia del compositor vienés. Kaufmann comenzó con
la primera que nos habla de la nostalgia y de la pena del alma. En tono
intimista no tuvo que realizar grandes esfuerzos para acomodar su voz a un
registro central, ya que la obra está escrita para barítono y mezzo. Los
matices de cada frase fueron sublimes creando una atmósfera etérea.
Colocando cada palabra en el tono dramático apoyado por su conocido lirismo
demostró como su sufriente personaje vivía su desgarrador abandono.
En el aspecto técnico, el tenor combinó los matices de su voz con las
diversas intensidades de la partitura. Resolvió las desafiantes escalas con
fascinante facilidad. Llevó los agudos a límites de lo ligero sin perder la
colocación. Especial tono permitió el cambio de ánimo en la tercera canción
Ich hab ein gluhenden messer con fuerza y desasosiego para finalizar con la
desazón de la conformidad en el último lied Die zwei Augen.
Al
finalizar, el público ovacionado quería mas, quería acción, ya que el tono
había sido demasiado intimista. Muchas veces los conciertos traen agradables
sorpresas en los encore.
Así es como sucedió en esta velada. La
famosa aria Wintersturme de las Valkirias que canta Sigmundo, fue la carta
que todos esperaban.
Con pasión y lirismo abordó la conocida aria en
un rol que le ha dado fama mundial. El público aplaudió de pie, los vítores
no cesaban, querían mas. Escuchar el rugir del colón es emocionante y sin
duda el tenor no hizo caso omiso.
Acomodaron el piano y acompañado
con Daniel Barenboim en el teclado, abordo Traume, una de las inspiradas
canciones del ciclo Wessendonk de Wagner. Estas fueron escritas por el
compositor a su amada Mathilde en los preámbulos de la opera Tristán e
Isolda.
El tenor hizo regresar al ambiente intimista de Mahler
abordándola con sutilezas, matices y colores únicos. Sublime interpretación
con que culminó su debut en el Colón.
Conversando en camarines
defendió la tesis de que los lieder de Mathilde Wessendonk son de todos y no
exclusivos para ser interpretados por soprano; si Wagner se las escribió a
ella y ella se las regaló al mundo, esta obra también puede ser interpretada
por cantantes con otros registros.
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