Informativos, 06.08.2014
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Konzert, Peralada, 3. August 2014
 
Jonas Kaufmann seduce en el Festival de Peralada con sus cualidades como tenor dramático
 

La expectación era colosal. Las entradas, que salieron a la venta haces varios meses, se agotaron casi en el momento a pesar de su precio -entre 50 y 180 euros-, y el público, ansioso y en vilo, casi no pudo reaccionar ante su presencia en el escenario. Cuando Jonas Kauffman se subió, por fin, a las tablas de Peralada el “respetable” se quedó petrificado; y es que, si un público erudito pone todas las expectativas en el tenor del momento, la responsabilidad para el artista es monumental. O emociona con la primera nota, o todo se desmorona como un castillo de naipes.

Allí, en el escenario, esperándolo y sirviéndole de fieles escuderos, dos aliados de excepción. De un lado la fantástica Orquesta de Cadaqués, y del otro, el director de orquesta alemán, Jochen Rieder, que conoce la respiración, los tempos y la declamación del tenor bávaro, como nadie. La escena, en un principio, no innovaba, sino que era, más bien un “déjà vu”. Dos años antes, Kaufmann dejaba boquiabierto a un público erudito operísticamente hablando, en su debut en este mismo Festival de Perelada. Entonces ofreció un programa más liviano, con mucha menos tensión sensorial para el público y presión para sus cuerdas vocales, que acompañó con un "look" en "black" informal y seductor. Kaufmann tanteó el terreno y descubrió una plaza exigente y entendida. Sabía que la segunda vez se le exigiría más. Mucho más.

Así que el tenor alemán tomó la delantera y se presentó en escena vestido con un impecable frac -después de que la orquesta se luciera abriendo el recital con la Obertura de “El Cid”, de Massenet- gestionando a un Don Carlo de Verdi, impecable. Él no había calentado la voz todavía y la platea mantenía aún la respiración ante sus elevadas expectativas, pero cuando el tenor afrontó seguidamente “Ah sí, ben mio” d´Il Trovatore y “La vita è un inferno...O tu che in seno” de la forza del destino, el público se desató. Los “bravos” eran altos, claros, sinceros y de plena entrega a su ídolo.

Sin duda, la voz de Kaufmann está en plena forma, y los que habían dudado de las capacidades del alemán como “tenor dramático”, osando monopolizar a Verdi y Wagner en un recital, tuvieron que morderse la lengua.










 






 
 
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