Esta vez Anja Harteros canceló por amigdalitis. En su lugar, la jovencísima
Lianna Haroutounian interpretó una Elisabetta de voz seguramente impostada,
cálida y radiante en el registro agudo. Sólo le falta mejorar un poco el
fraseo para convertirse en una gran cantante. Y también hubiera necesitado
un mejor regisseur que le permita explorar el rol como merece una artista de
su talento.
Porque poca justicia hace a su fama de director teatral
Nicholas Hythner con esta puesta de aspaventosa gesticulación y momentos
rayanos con el ridículo. Por ejemplo el bellísimo andante que acompaña la
entrada de los herejes es perturbado por monjes gritándoles empecinadamente
que se arrepientan en una risueña mezcla de italiano y latín espetada con
acento inglés. Rodrigo no puede referirse a la amistad y el afecto que
siente por Don Carlo sin llevarse la mano derecha al pecho y todos se la
pasan saludando con inclinaciones caballerescas mal ensayadas y damas
revoloteando abanicos durante la canción del velo. Un momento decididamente
divertido es cuando Don Carlos entra a ver a Elisabetta en el segundo acto y
luego de doblarse exageradamente con repetidas reverencias a todas las damas
del cortejo se topa con Eboli y la mira paralizado sin animarse a hacerle
también a ella una inclinación caballeresca. ¡Como para que Eboli no le
tenga bronca con este desaire frente a toda la corte! Y mas divertido aún
resulta el asesinato de Rodrigo. Mientras éste se despide de Carlo, un monje
encapuchado se acerca subrepticiamente a señalar la víctima a un soldado,
que inmediatamente le dispara un pistoletazo al amigo de la mano al pecho
para después volver a montar su guardia como si nada hubiera pasado.
Sólo Ferrucio Furlanetto supo actuar gesticulando con calculado y atento
distanciamiento, y estremeciendo al público con gestos de manos nunca
idiotas sino por el contrario concentradamente sobrios y expresivos: el
desprecio con que despide a la condesa Aremberg, la burla con que recibe el
pedido de Rodrigo de dar libertad a Flandes, y la actitud de ira y represión
de su cuerpo entero frente al retruque de “horrenda, la paz de los
sepulcros” quedarán seguramente en la memoria de quienes tengan la fortuna
de ver a Furlanetto en este rol. También quedarán la inmovilidad sobre la
cual este bajo sabe apoyar su intenso dolor en “Ella giammai m´amò” y su
genuino espanto frente al Gran inquisidor. Vocalmente Furlanetto rinde mejor
en los parlandi que en un canto legato que ya no tiene la fuerza de
proyección de antes, pero aún así su Felipe II sigue siendo un modelo de
interpretación.
Jonas Kaufmann brilló vocalmente como un Don Carlos
de voz algo oscura, jugosa y robusta en el pasaggio y de soberano squillo en
los agudos. Y también el Rodrigo de Mariusz Kwiecien se destacó por la
espontaneidad, el fraseo y el color con que sabe usar una de las mejores
voces baritonales de la actualidad. En este Don Carlos tan bien cantado fue
la Eboli de Béatrice Uria-Monzon quien no obstante su atractivo color vocal
tuvo problemas de fiato que le impidieron convencer a la par que sus colegas
en las difíciles expansiones de canto y fraseo de O don fatale! Ya con mas
de sesenta años de edad Eric Halfvarson pudo repetir su antológico Gran
Inquisidor de voz cavernosa y arrollador mordente en la pronunciación de
cada frase y con diez años mas, también Robert Lloyd lució su expresividad
canora como el monje disfrazado de Carlos V o viceversa.
Antonio
Pappano dirigió preocupándose más por la belleza melódica que por los
contrastes que esta obra requiere. Las dinámicas fueron en general de una
expresividad algo débil y faltaron esas instrucciones como sforzando o
subito piano para acompañar al excelente equipo de cantantes.
Particularmente notables fueron estas deficiencias en momentos
confrontativos clave, como el dúo "Io vengo a domandar grazia alla mia
Regina" que en esta oportunidad fue leído por el director y la orquesta con
distraída falta de tensión. Fue, pues, una dirección orquestal correcta pero
no inspirada aunque siempre eficiente gracias a la primerísima calidad de la
orquesta y coros de la casa.
El Covent Garden ofreció la versión en
italiano de cinco actos que en la propuesta del regisseur abre con
Elisabetta tratando de cazar con arco y flecha un cervatillo que
aparentemente estaría corriendo por la platea.
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