Un despliegue de colores fue esta fiesta de música y canto con que Munich
inauguró anoche la serie de tres conciertos masivos con tres superestrellas
actuales de la ópera: Anna Netrebko, Jonas Kaufmann y Erwin Schrott.
Desde las cinco de la tarde comenzaron a llegar las más de
diez mil personas que repletaron la Plaza del Rey de esta ciudad en un
evento admirable en términos de organización. Todo estaba garantizado, la
amplificación, la seguridad y la visión, gracias a dos pantallas LED
gigantes que permitían seguir de cerca la gestualidad de los cantantes como
si se estuviera en la primera fila de un teatro. Eso aparte de numerosos
puestos de comidas y bebidas, desde champaña hasta salchichas, y por cierto,
un rincón para fans donde se podía adquirir tazones, llaveros, poleras,
bolsos y cojines con los rostros de los artistas, o ayudar al proyecto de
Anna Netrebko por los niños huérfanos de Kaliningrado.
Después de
esto, llega a parecer ridículo pensar que la ópera es un espectáculo para la
elite o que el género está en decadencia o definitivamente muerto.
La efervescencia reinaba en Munich desde hace días y ayer explotó en
ovaciones interminables, en emoción profunda y también en gritos de
agradecimiento por tres cantantes que dejaron el alma sobre el escenario.
Todo comenzó con la Filarmónica de Praga dirigida por Marco Armiliato
desplegando energía en el Carnaval Romano de Berlioz. Teniendo como fondo de
la escena luces que semejaban un cielo estrellado, Erwin Schrott partió como
el gran histrión que es, divirtiéndose y haciendo reír con el catálogo de
Leporello (“Don Giovanni”) y las diabluras de Mefistófeles (“Fausto”).
Ana, vestida de amarillo neón, lució resplandeciente para el aria de las
joyas de Margarita, con su voz cremosa en los centros e impecable
coloratura.
Jonas Kaufmann abrió con “Celo e Mar” (“La Gioconda”),
luciendo interioridad, pianissimos y agudos resplandecientes y provocando la
primera gran ovación de la noche.
Luego, él mismo y Anna Netrebko se
reunieron para el dúo de San Sulpicio (“Manon”), librados a la pasión y
suscitando un momento de gran ímpetu febril.
Al fin de la primera
parte, los tres artistas interpretaron un fragmento nuevo en sus carreras:
el terceto del acto tercero de “I Lombardi”, de Verdi. Aunque a Schrott le
queda grande el rol de Pagano, Netrebko y Kaufmann fueron conmovedores como
Giselda y Oronte.
La segunda parte fue un in crescendo de pasión
dominada por la gran escena de Leonora de “El Trovador”, un personaje nada
habitual en la carrera de Anna Netrebko, secundada por las líneas de Manrico
cantadas por Kaufmann, en un adelanto de su incorporación de este rol en los
próximos años. El tenor siguió con la despedida de la madre de "Cavalleria
Rusticana" y el escenario se volvió rojo y violeta con la intensidad de su
canto, mientras los tonos granate sirvieron para el “Rojotango”, de Schrott
dedicado especialmente a Uruguay. El azul reinó en dos momentos muy
diferentes: para el dúo de “Porgy and Bess”, con Netrebko y su marido en
química subida de tono, y también sirvió para el final de “Fausto” con los
artistas en plena forma y el Coro de la Ópera de Munich en las voces
redentoras de los ángeles.
Hubo varias propinas. Netrebko en “Gianni
Schicchi” y Jonas Kaufmann en “Giuditta”, inflamaron definitivamente a la
audiencia.
Seguramente el éxito de esta iniciativa será rubricado en
los conciertos previstos para Viena (6 de agosto) y Berlín (16), y los
organizadores ya prevén giras mundiales a la vez que el programa de mano
anuncia el disco que se editará con este magnífico recital.
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