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Mundoclasico, 29/10/2010 |
Pedro Coco |
Sevilla, 22/10/2010. Teatro de la Maestranza. Jonas
Kaufmann, tenor. Helmut Deutsch, piano. Franz Schubert: La Bella Molinera,
Op. 25, D765
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Apasionada Molinera
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Esta
temporada nos toca un ciclo de recitales líricos un tanto escaso, pero sólo
en número de eventos, pues el renombre de los dos protagonistas, la
superlativa Mariella Devia y el cantante que nos ocupa, lo situaría al mismo
nivel que años anteriores. Jonas Kaufmann había cancelado su aparición, que
no debut, en el barcelonés Teatro del Liceo hacía dos semanas, por lo que
ésta su presentación solista en el Teatro de la Maestranza, se convertía en
la única ocasión de su gira otoñal en la que pisaría escenarios españoles.
No se prodiga demasiado por nuestro país el tenor alemán, que hoy en día
podría considerarse uno de los más demandados en las casas de ópera europeas
y americanas, por lo que había gran expectación por escucharle. Nos visitaba
con un programa que no resultaba desconocido al público sevillano, el ciclo
de canciones Die Schöne Müllerin, compuesto sobre poemas de Wilhelm Müller
en 1823, y que en un arco de escasos dos años, hemos podido disfrutar en las
también excelentes interpretaciones de la contralto Nathalie Stutzmann
(Teatro de la Maestranza) y el tenor Mark Padmore (Sala Joaquín Turina).
Así, y a pesar de algún que otro inoportuno aplauso fuera de lugar, el
público pareció comportarse de mejor manera que en las anteriores,
respetando silencios y vibrando en todo momento.
Obviamente, en esto tuvo mucho que ver Kaufmann, pues desde la primera
canción se mostró generoso en acentos, utilizando inteligentemente variados
recursos expresivos con los que exponer las inquietudes del joven
protagonista del ciclo. La voz, personal y fácilmente distinguible,
características que juegan muy a su favor dentro del actual mundo lírico,
parecía totalmente recuperada de la reciente afección, y corrió fácilmente
por el teatro del mezzoforte al forte. Ciertamente nos hizo estremecer con
el ímpetu casi febril que imprimió a ‘Mein!’ o ‘Der Jäger’. Sin embargo, no
es el de las sutilezas encerradas en canciones como ‘Der Neugierige’ o las
últimas del ciclo, un terreno en el que Kaufmann se encuentre igual de
cómodo. Cierta falta de apoyo le impide plegarse con seguridad, aunque se
agradece sobremanera la intención en el juego de dinámicas, y buena muestra
de ello fue la dignidad con que defendió el difícil ‘Morgengurss’,
diferenciando magistralmente estrofas y con algunos deliciosos rubati.
Los agradecimientos al merecido calor recibido del respetable, se tradujeron
en dos propinas schubertianas; la primera, muy en consonancia con el tema
del ciclo que acababa de interpretar, ‘Der Musensohn’, sirvió para volver a
demostrar la variedad expresiva, y la segunda, ‘Der Jüngling an der Quelle’,
puso de manifiesto las citadas dificultades en el ataque de sus pianissimi.
El acompañamiento de Helmut Deutsch -dada su calidad quizás sería poco
calificarlo sólo de tal- fue de manual. Un grandísimo profesional dentro del
mundo de lied, que se compenetra absolutamente con el cantante y que marca
calurosamente la evolución emocional del protagonista con una paleta de
colores asombrosa.
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