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La Vanguardia,
19/11/2010 |
Joaquín Rábago |
Ciléa: Adriana Lecouvreur, ROH, London, 18/11/2010
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Gheorghiou y Kaufmann, dos voces exquisitas para
Adriana Lecouvreur
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El Covent Garden de
Londres acoge la obra hasta el 10 de diciembre, en una coproducción con el
Liceu barcelonés |
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Difícilmente
podría encontrarse entre las estrellas actuales del mundo de la ópera una
pareja tan idónea para "Adriana Lecouvreur" como la que componen la soprano
rumana Anghela Gheorghiou y el tenor alemán Jonas Kaufmann.
Con esas voces, unidas a una gran presencia física en ambos casos, tan
importante hoy en día en un escenario, el éxito de una ópera, aunque sea una
tan poco habitual en el repertorio como la del italiano Francesco Cilea
(1866-1950), está de antemano garantizado.
Aunque parezca increíble,
desde 1906- cuatro años después de su estreno en Milán- no se había vuelto a
representar "Adriana Lecouvreur" en Covent Garden, que la acoge ahora hasta
el 10 de diciembre, una coproducción con otros importantes teatros como el
Liceu barcelonés, la Staatsoper de Viena, la de San Francisco y la Opéra
National de París.
Esta obra de Cilea, un compositor algo más joven
que Puccini, al que sobrevivió, sin embargo, en un cuarto de siglo, cuenta
una complicada historia de amor y de celos inspirada en un personaje
histórico, una actriz de la Comédie Française de ese nombre, intérprete
famosa de Racine y de Corneille, amante del príncipe Mauricio de Sajonia y
amiga de Voltaire y sobre cuya muerte corrieron todo tipo de rumores, entre
ellos el de un envenenamiento.
Cilea y su libretista se tomaron una
serie de libertades a la hora de contar su trágica historia de una forma un
tanto complicada, que es tal vez uno de los motivos por los que no forme
parte del repertorio habitual fuera al menos de Italia y sea, por ejemplo,
mucho menos popular que otras de contemporáneos de Cilea como Leoncavallo o
Mascagni.
Y es ciertamente injusto porque contiene grandes bellezas
musicales, y permite el lucimiento de no sólo la pareja protagonista sino
también de otros personajes como el entrañable director de escena de la
Comédie Française, Michonnet, enamorado en secreto de su actriz.
Desde el primer momento, Adriana Lecouvreur se convirtió en vehículo de los
cantantes más destacados: así, la primera Adriana fue Angelica Pandolfini,
que tuvo enfrente nada menos que a Caruso, que volvió a hacer de Maurizio en
el estreno neoyorquino en 1907, esta vez con Lina Cavalieri como compañera.
Y desde entonces el papel de Maurizio lo han hecho tenores de la
categoría de Carlo Bergonzi, Francesco Corelli, Mario Del Monaco o Plácido
Domingo mientras que a Adriana la han encarnado Joan Sutherland, Renata
Tebaldi, Renata Scotto, Montserrat Caballé o Renée Fleming, entre otras
grandes sopranos.
A todos esos nombres famosos hay que añadir
ahora la gran pareja Gheorghiou-Kaufmann, que, como demuestran en esta nueva
producción, suman a un dominio completo del registro vocal, una gran
intensidad dramática. El papel de diva escénica le sienta como
anillo al dedo a la soprano rumana y el paso de la declamación, cuando
recita a Racine, al canto -en ese juego continuo del teatro dentro del
teatro o, en este caso, la ópera- está perfectamente logrado.
Sus
arias, como la deliciosa "Io son l'umile ancella", o el dramático final,
cuando envenenada por un ramo de violetas que le ha enviado su rival, la
princesa de Bouillon, enloquece y termina expirando en brazos de Maurizio,
arrancaron la noche del estreno en la Royal Opera House gritos de "brava" y
grandes aplausos. Jonas Kaufmann parece a su vez hecho para el papel
de ese oficial y aristócrata capaz de volver locas a las mujeres. Su gran
potencia vocal de tenor dramático con cierto tinte de barítono no le impide
llegar cuando es preciso al más delicado lirismo.
También
están excelentes la mezzo Michaela Schuster como la melodramática princesa
de Bouillon, rival de Adriana, el barítono italiano Alessandro Corbelli en
el papel del director de escena, o su compatriota, o el bajo Maurizio Muraro
como príncipe de Bouillon.
La puesta en escena del veterano David
McVicar es imaginativa, dinámica y llena de toques de humor, como por
ejemplo, en el delicioso ballet sobre el Juicio de París del tercer acto, y
Mark Elder dirige con pasión y energía, pero atento en todo momento al
colorido de una música de gran poder evocador. |
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