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Mundoclasico, 14/05/2010 |
Horacio Tomalino |
Puccini: Tosca, Nueva York, 24/04/2010
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Puro buen canto
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Por
segunda vez esta temporada subió a la escena del MET la ópera Tosca de
Puccini en la controvertida producción escénica que firmó meses atrás el
regista suizo Luc Bondy y que levantó todo un vendaval de críticas a su
paso. En esta ocasión el centro de la atención se trasladó de la producción
escénica hacia el rutilante elenco que encabezó la soprano Patricia Racette
-sustituyendo a la soprano finlandesa Karita Mattila originalmente prevista-
junto al mediático tenor alemán Jonas Kaufmann y al barítono gales Bryn
Terfel quienes a puro buen canto le hicieron vivir al público una de las más
memorables noches de las que se tenga recuerdo en esta temporada.
A cargo de la parte de Floria Tosca, Patricia Racette -quien meses atrás
debutó la parte en la Opera Houston- causó una excelente impresión. Su Tosca
fue toda una exhibición de rotundos medios y cuidado buen gusto, cualidades
que nunca estuvieron faltas ni de sensibilidad ni de emoción. No puede
negarse que en los momentos más dramáticos el rol pierde fuerzas, puesto que
Racette es una soprano lirica y no una spinto o una dramática, pero así y
todo no salió mal parada y su desempeño fue mucho más que digno. En los dúos
con Cavaradossi así como en su aria ‘Vissi d’arte’ Racette alcanzó el cenit
de su vocalidad con un canto contenido, pletórico de musicalidad y bien
matizado. Seguramente, la frecuentación de la parte hará que Racette modele
un rol que le deparará no pocas satisfacciones en el futuro.
No costó mucho trabajo comprender por qué Jonas Kaufmann es considerado
como uno de los más importantes tenores de la actualidad ya que con solo
algunas pocas frases del aria ‘Recondita armonia’ se metió al público en el
bolsillo y se lo llevó a las narices a través de toda la ópera. Y no fue
para menos. La voz tiene una belleza arrolladora, siempre está bien colocada
y perfectamente timbrada, los agudos son de acero y como si todo esto no
fuese suficiente ya, además en la escena resulta convincente. ¿Se puede
pedir más? Su ‘Victoria’ enfervorizó la sala a tal punto que costó reconocer
si se estaba en un teatro lírico o en un estadio de fútbol y esto fue solo
la antesala de un ‘E lucevan le stelle’ que conmocionó hasta las lágrimas a
buena parte del público. !Bravo! Bravo! Bravo!
Como si el corazón de la audiencia no hubiese recibido ya pocas emociones,
el bajo barítono Bryn Terfel bien pudo terminar mandando al hospital a algún
cardíaco con sus píldoras no al día. En la piel del Barón Scarpia, Terfel
fue mucho más de lo que suele mostrar en el escenario un cantante de ópera.
Sin desbordes pero con incisiva dicción, nobleza de acentos y con una
ininterminable artillería de recursos histriónicos, Terfel construyó un
Scarpia de un sadismo extremo, que dejó sin aliento al auditorio por la
despiadada vehemencia con la cual se lanzó a la tortura psicológica de la
pobre Floria Tosca. Vocalmente, su labor no resiste el menor comentario
adverso. La opulencia de su bello y pastoso timbre unidos a una impecable
línea de canto de primer orden y un afinación de manual terminaron por
redondear una de las caracterizaciones más logradas del bajo barítono galés.
En los roles secundarios se apreció la labor del bajo barítono americano
John Del Carlo quien comprendió a la perfección cómo se puede dar una imagen
cómica del personaje del sacristán sin convertirlo en un payaso. También
merece destacarse la labor del bajo David Pittsinger quien compuso un
excelentemente bien cantado Cesare Angelotti. Muy profesional resultó el
Spoletta de Eduardo Valdez y un lujo desmedido contar con un cantante de la
calidad del barítono Richard Bernstein para la insípida parte del carcelero.
El coro a cargo del Mtro. Donald Palumbo mostró solvencia y buena
preparación. Al frente de la orquesta de la casa, el Mtro. Fabio Luisi hizo
una notable dirección de la partitura pucciniana obteniendo sonidos de gran
calidad y tensión dramática.
Si el público esta vez no abucheó la labor escénica de Luc Bondy fue más por
resignación que por entusiasmo y sobre todo porque el elenco compensó con
creces las incongruencias y el mal gusto que en abundancia caracterizan esta
propuesta del regista suizo.
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