|
|
|
|
|
Mundoclasico.com, 18/12/2009 |
Por Jorge Binaghi |
Bizét, Carmen, Mailand, 7. Dezember 2009
|
Mais nous ne voyons pas la Carmencita
|
Milán, 10/12/2009. Teatro alla Scala.
Carmen, París, Opéra Comique, 3 de marzo de 1875. Libreto de H.Meilhac y
L.Halévy y música de G. Bizet sobre la novela de P.Merimée. Dirección
escénica y vestuario: Emma Dante. Escenografía: Richard Peduzzi.
Intérpretes: Anita Rachvelishvili (Carmen), Jonas Kaufmann (Don José), Erwin
Schrott (Escamillo), Adriana Damato (Micaela), Michèle Losier (Frasquita),
Adriana Kucerová (Mercedes), Francis Dudziak (El Dancairo), Rodolphe Briand
(El Remendado), Mathias Hausmann (Morales), Gabor Bretz (Zúñiga) y otros.
Orquesta y coro del Teatro (maestro de coro: Bruno Casoni). Director: Daniel
Barenboim. Aforo completo |
|
Como se sabe, en El caso Wagner, Nietzsche oponía a la música y atmósfera de
la obra del compositor alemán la ópera de Bizet, símbolo de lo que él
llamaba “arte mediterráneo” o meridional. La música de Bizet sería, según
esto, "ligera, dionisíaca". Es agradable y no suda. “Es malvada, sutilmente
fatalista y al mismo tiempo sigue siendo popular”. Esto viene a cuenta de
que, si bien Baremboin ha hablado de los momentos ‘ligeros’ de la obra, su
mano es pesada, sus tiempos lentos al punto de ser más de una vez
antidramáticos, enfática la aproximación de los acompañamientos (y entonces
el quinteto del segundo acto o la canción gitana pierden su espontaneidad,
lo mismo que la seguidilla o la canción del torero). Vamos, que
‘mademoiselle Carmencita’ es más bien ‘Frau Carmen’.
Por supuesto que la orquesta y el coro estuvieron grandiosos y cumplieron
con lo que se les pedía, que era mucho (no estaría demás, tampoco, que el
director recordara que aunque no ha tenido el placer de dirigir voces
wagnerianas de gran volumen, y ha sido el primero en darle ‘Isolda’ a una
mezzo -de sus ‘Tristanes’ mejor ni hablar- Bizet no tenía la misma
aproximación sinfónica a la orquestación. En fin, que la lección que ha dado
Gardiner en París y luego en España ha pasado desatendida. Lástima).
Emma Dante es una notabilísima directora de teatro de prosa y sus textos y
sus producciones han sacudido (tal vez más fuera de su país que en él, la
cosa no es nueva). Esta es su primera aproximación a la ópera (medio teatro
la silbó en esta ocasión, la otra mitad la aplaudió con pasión. Creo que se
dirimían más cosas que su cuota de acierto con Carmen, y eso puede ser bueno
o malo según se mire, aunque ‘normal’ en un país que de eso hoy tiene poco o
nada…). Ignoro si se quedará en esta oportunidad o habrá otras en las que
tenga que enfrentarse con un texto adaptado en segundo grado y no propio,
con exigencias derivadas de la música. Personalmente he encontrado
altibajos, exceso de detalles (actuó su compañía ‘Sud Costa Occidentale’,
por lo que no sólo fue complicado el encaje, sino que en algunos casos más
pareció estar en Sicilia que en España, aunque mediterránea y solar,
tenebrosa y fundamentalista católica sí que fue esta producción), poco
erotismo, o superficial (y los cantantes habían trabajado, todos, mucho),
pero también momentos de gran impacto. No sólo el dúo final (con esa
protagonista que queda tendida como un toro), no sólo el duelo entre los dos
machos (como Dante cree en sus artistas, Schrott asumió los rasgos del
‘compadrito’ rioplatense que está en algunos textos de Borges, para no ir a
autores menos ‘internacionales’, y qué bien lo hizo), sino el inicio de la
obra (pese a la parturienta que se podía haber ahorrado), el famoso y
difícil ‘cambio de guardia’ con esos chicos de la academia militarizados que
llevan a cuestas aún a su yo infantil, no disciplinado y homogeneizado, que
juegan libremente (un momento así vale todo un acto). Y la seguidilla, nunca
mejor hecha: la prisionera se convierte en carcelera y el que termina
aprisionado, metafóricamente antes de que suceda en la realidad, es José, un
carácter que claramente teme a ‘esas’ mujeres, venera a su madre y decide
casarse con la que ésta le ‘sugiere’.
Y aquí entra Kaufmann. Lo he escuchado varias veces y nunca me ha
convencido vocalmente en todo. Hasta ahora. Si el timbre es demasiado oscuro
-sobre todo aún con cierto engolamiento en el grave- y no particularmente
bello, su canto fue musical, matizado (con los pianissimi que tantos famosos
han ignorado y algún otro ha falseteado…El ejemplo de Gedda, que lo tenía
más fácil al ser un lírico, por fin parece hacer escuela) , el agudo fácil y
seguro, la dicción irreprochable y su atormentado personaje resultó el más
cercano y el mejor perfilado (Que en el palco del proscenio estuviera nada
menos que Plácido Domingo hasta el final del segundo acto, al día siguiente
de su apoteósico primer acto de La valquiria para festejar sus cuarenta años
en la Scala no pareció, con razón, afectarlo. Si el gran Domingo ha sido,
entre muchos otros, un genial José, el de Kaufmann no lo es menos).
Schrott brilló con un personaje que no es ni demasiado interesante ni es un
modelo de escritura para la voz. El bajo (o bajobarítono) uruguayo no tuvo
problema con los movimientos mientras cantaba sus ‘couplets’ famosos con sus
temibles agudos y sus saltos al grave, impactó como queda dicho por su
figura y acción, y fue capaz de matizar con ironía esa canción del toreador
y la pelea con don José y su ‘conquista’ de Carmen (el duettino del acto
final fue mucho menos convencional y más íntimo que de costumbre).
La protagonista elegida por Barenboim entre los alumnos que terminaban su
aprendizaje en el conservatorio escalígero es una joven mezzo de veinticinco
años, de voz amplia, cálida, homogénea, extensa (tiene que tener cuidado de
no enamorarse, comprensiblemente, de su sonido porque a veces deja de
controlarlo del todo). No demostró tener una gran personalidad, pero no se
le puede pedir a una debutante a menos que fuera un genio…Sí se nota que ha
trabajado en todos los aspectos y también ella se mueve mucho y bien. Se
había puesto de apellido ‘artístico’ Ravelli, pero por consejo de Barenboim
ha decidido dejar el propio, Rachvelishvili (ignoro si alguna vez podré
aprender a pronunciarlo; entretanto lo mío me cuesta copiarlo, pero quizá el
maestro tenga razón, aunque a mí me parezca más que discutible su argumento
de la defensa del propio nombre como afirmación de personalidad). Tal vez el
momento en que estuvo más cerca de su personaje fue el aria de las cartas.
Si Mercedes y Frasquita sobre todo (Kucerová y Losier, respectivamente),
fueron excelentes, no puede decirse lo mismo de los comprimarios masculinos,
aunque entre estos ha habido diferencias: será difícil encontrar un Zúñiga
peor y más hablado que el de Bretz. Los dos contrabandistas, al menos, eran
maestros del francés. Precisamente por esto, y pese a sus esfuerzos en tal
sentido, no se comprende la decisión de confiar Micaela a Damato, una voz
que en el canto sigue sin encontrar su punto de apoyo y que no sabría cómo
definir. Si parece una soprano lírica, en otros momentos parece -digo
‘parece’ porque la impresión es fugaz- exhibir centro y grave de ‘spinto’, y
ciertamente las notas filadas brillan por su pobreza o su ausencia, así como
los ataques por su imprecisión y su fraseo por su total falta de interés;
creo que en mi experiencia personal es la primera vez que ‘Micaela’ no se
lleva el mayor aplauso de la noche, sino que directamente su aria pasó en
silencio total. Y así ha pasado otra inauguración de la Scala.
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|