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La Nacion, Argentina, 9 de
diciembre de 2009 |
Por Elisabetta Piqué, Corresponsal en Italia |
Bizét, Carmen, Mailand, 7. Dezember 2009
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Daniel Barenboim, aclamado en La Scala
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El director salió a respaldar a la directora
escénica, Emma Dante, que fue abucheada luego de que a él lo aplaudieron
durante 15 minutos |
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MILAN.- Con una Carmen de las más violentas que se hayan visto sobre el
escenario, Daniel Barenboim triunfó anteanoche en la inauguración de la
nueva temporada lírica de La Scala, que -como es tradición- tuvo lugar en el
Día de San Ambrosio, patrono de Milán. El director argentino-israelí, que
con su batuta transmitió magistralmente toda la pasión de la historia de la
gitana que enloquece de amor a dos hombres, fue ovacionado con quince
minutos de aplausos y con una lluvia de claveles, la flor típicamente
sevillana, como el lugar donde transcurre la famosa ópera de George Bizet
(1838-1875).
La puesta en escena, realizada por Emma Dante, una vanguardista directora de
teatro siciliana que tuvo su debut en el terreno de la lírica, en cambio,
fue más que polémica. Y provocó generosos abucheos y silbidos de parte de
los loggionisti (quienes están en el gallinero, es decir, los verdaderos
entendidos), algo que desde hacía tiempo no se oía en el teatro del bel
canto más famoso del mundo. Sobre todo en la prima , la fecha más señalada
del año para los melómanos, cita obligada para personajes del establishment
y el jet-set local e internacional -estuvieron el presidente Giorgio
Napolitano y Dan Brown, el autor de El Código D a Vinci-, precedida como
siempre por protestas varias y gran presencia policial.
Con gran osadía -y con un Barenboim seducido por su genio-, Dante, la
directora artística, de 42 años, se atrevió a salirse del libreto de la
ópera más representada del mundo e hizo una versión distinta, muy
controvertida, más siciliana que española, marcada por una escenografía
simple y sombría y un exceso de símbolos religiosos. "Demasiados curas",
comentaban en los entreactos, con sus vestidos de Armani, brillantes al
cuello y copa de champagne en la mano, algunas señoras presentes en la gran
noche de gala.
En una Carmen para algunos "blasfema" o incluso "erótica" -que quiso
representar la laicidad frente a la religiosidad que oprime-, abundaban
monjas (las obreras de la fábrica de cigarros), cruces, curas, monaguillos,
ex votos y demás símbolos sacros. Además, para los expertos, la tenebrosidad
parecía reemplazar la vitalidad jocosa del melodrama, que fue incomprendido
y hasta considerado "indecente" cuando se estrenó por primera vez en París,
el 3 de marzo de 1875.
Amén de que podía verse un parto en plena calle, mujeres que se pelean
salvajemente, niños que corretean en calzoncillos, al final de la obra,
antes de acuchillar a su amada, el atribulado Don José hasta viola a la
Carmen.
Mártir
"Carmen es una mártir contemporánea de un país fanático. Carmen no es una
víctima: es una rebelde que transgrede todas las reglas, que huye de toda
convención. Sabe desde el principio que está destinada a morir, y por sed de
libertad es ella la que va al encuentro de su muerte", explicó la directora
artística, que se desencajó y pareció quebrarse cuando, al final de la
ópera, en medio de los 15 minutos de aplausos, salió a saludar al público.
Entonces, fue recibida por un estruendoso coro de "¡Buuuuuu!" y silbidos,
mezclado con algunos aplausos y gritos de "¡Brava!".
En ese momento, desafiando al público, el sí aplaudidísimo Barenboim
-definido en Italia como una "nueva popstar de la música clásica"-,
abrazando a la mujer con fuerza, avanzó hacia la platea, parándose junto a
ella firme sobre el escenario: quería dejar en claro que él respaldaba y
defendía a capa y espada su trabajo.
"Este espectáculo se convertirá en una leyenda, cuando uno hace algo
personal es normal que haya críticas", dijo más tarde a LA NACION Barenboim.
"Cuando uno hace banalidades, en cambio, todo es lindo", agregó el director,
que al enterarse del origen argentino de quien escribe destacó,
entusiasmado, que para ciertos pasajes en los que aparece el torero
Escamillo les enseñó a los músicos de la orquesta a pellizcar las cuerdas al
estilo tanguero.
"Para mí fue muy emocionante el espectáculo, porque hace cuarenta años yo
también debuté aquí. Y, como siempre, me pareció extraordinario Daniel, que
tiene una fuerza increíble", comentó a LA NACION Plácido Domingo, de
riguroso smoking como la mayoría de los presentes.
"Yo creo en el diablo, y ayer en La Scala yo vi en escena justamente al
diablo", disparó el famoso régisseur Franco Zeffirelli, que sin pelos en la
lengua definió a Dante como una "irresponsable y fruto de una cultura
equivocada, autora de trajes feos que ni siquiera se ven en un teatro de
provincia". "Esta señora transformó a Carmen en un demonio, demostrando no
conocer la literatura del ochocientos, que está llena de mujeres que se
rebelan al exceso de poder masculino, sin por eso transformarse en diablos",
agregó el director, que en 2006 inauguró la temporada de La Scala con la Ai
da.
Más allá de las polémicas, si fue una noche triunfal para Barenboim, también
lo fue para Anita Rachvelishvili, la mezzosoprano georgiana de 25 años que,
con una voz magnífica y talento escénico, encarnó a la impetuosa Carmen.
Como para la Dante, también para ella se trató de su debut en el máximo
templo de la lírica, al que arribó como en un cuento de hadas. Tras vivir
tiempos de pobreza en su castigada Georgia, la cantante hace sólo un año se
diplomó en la Academia de Teatro de La Scala. Y cuando se presentó a las
audiciones para hacer Frasquita, un papel secundario, Barenboim se enamoró
de su voz y decidió convertirla en Carmen.
Emocionada y visiblemente feliz, Rachvelishvili anteanoche se arrodilló
para saludar al público de La Scala, que la ovacionó. También Don José,
interpretado por el apuesto tenor alemán Jonas Kaufmann, y el torero
Escamillo, por el uruguayo Erwin Schrott, fueron aplaudidos a más no poder,
en una noche memorable, que para los entendidos demostró que la ópera sigue
más viva que nunca.
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