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El Cultural.es, 18/06/2010 |
Rubén AMÓN |
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Jonas Kaufmann
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“Debutar en Bayreuth es el
gran desafío de mi vida” |
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Ha cerrado una gran temporada y será el protagonista de este verano. El
camaleónico Jonas Kaufmann llevará su voz a los festivales de Bayreuth,
Lucerna y Salzburgo. El Cultural ha hablado con el tenor alemán, que estos
días publica Lohengrin en DVD, sobre el momento artístico que atraviesa y
recorre los programas de los principales certámenes nacionales e
internacionales.
Jonas Kaufmann (Múnich, 1969) ha sido el gran protagonista de la temporada
operística y también es la estrella de referencia en el calendario de
verano. Sirva como prueba su debut en el Festival de Bayreuth, el proyecto
de Fidelio con Claudio Abbado en Lucerna y el homenaje a Schumann que el
propio tenor germano protagoniza en el Festival de Salzburgo. Los
acontecimientos coinciden, además, con la aparición de su primera ópera
wagneriana en DVD. Se trata de Lohengrin a las órdenes de Kent Nagano y con
las huestes de la Ópera de Múnich.
-¿Le sorprende a usted mismo la explosión que ha protagonizado?
-En cierto modo me impresiona verme anunciado en todos los grandes teatros,
en medio de los mejores proyectos. Escucho las comparaciones con Wunderlich
o con Corelli. Leo los elogios, y veo que mi agenda está llena para los
próximos cinco años. Lo que no he hecho es dejarme impresionar por el éxito.
No he perdido la noción de la realidad ni pienso permitirme que las burbujas
me distraigan. Sigo considerando fundamental el trabajo, la seriedad, el
instinto. Del mismo modo que tengo en mi cabeza la expectativa de una
carrera larga e intensa. Para conseguirla es necesario conservar la frescura
y mantener despierto el interés. No quiero que cantar se convierta en un
trabajo. El día que suceda será el final de mi trayectoria. Me gusta
demasiado la ópera como para degradarla a la rutina o a una actividad
convencional.
Tradición y ajetreo vip'
-No le ha faltado paciencia ni inteligencia en su carrera.
-Creo que he sabido esperar, elegir, avanzar. No es fácil decir que no a
ciertos papeles ni alejarse de personajes que te atraen mucho y que pueden
ser muy perniciosos. A cambio, trato de profundizar todo lo que puedo en los
roles, extraer sus matices y colores. Encuentro una enorme satisfacción en
el trabajo de exploración y de aprendizaje.
-Ahora le corresponde el turno a Lohengrin. Acaba de grabarlo en DVD
(Decca) y será su debut en Bayreuth este verano. ¿Siente ya el miedo
escénico?
-Soy un tenor alemán. Me refiero a la impresión y a la sugestión que para mí
implica cantar la música de Wagner en la colina de Bayreuth. Es el lugar
mágico y sagrado del repertorio, de forma que ese debut forma parte de los
grandes desafíos de mi carrera, y de mi vida. También soy consciente de que
el Festival se halla en una suerte de disyuntiva. Por un lado, se encuentra
la tradición, el patrimonio, el peso histórico. Y por otro, existe el
acontecimiento social, el ajetreo vip, la frivolización del acontecimiento.
Hay que ser consciente de los dos extremos, pero asumo el reto con bastante
seguridad. Hice el papel de Lohengrin en la Ópera de Múnich, y mi voz ha ido
madurando a medida del desafío. Estoy preparado para dar el gran paso de
Bayreuth.
-Se inició en el repertorio wagneriano con Abbado. Y ahora van a
coincidir en Lucerna para el Fidelio de Beethoven.
-La verdad es que me siento un privilegiado. Abbado me ha reclutado para
distintos proyectos. El último lo hicimos en mayo, con la Filarmónica de
Berlín, interpretando la cantata Rinaldo de Brahms, que es bastante
insólita. Es un maestro excepcional porque llega a la profundidad de la
música con una extraordinaria naturalidad. Por esa misma razón me interesa
mucho el proyecto de Fidelio. Lo vamos a grabar en uno de esos ambientes y
atmósferas que sólo él es capaz de crear en torno a la música.
El canto relajado
-Ahora su voz se ha oscurecido, abaritonado'. ¿Cómo asiste a esa
transformación?
-Es verdad que mi voz se ha hecho más oscura. Y que me agrada esa oscuridad.
No la he buscado premeditadamente. Se trata de una evolución natural.
Probablemente relacionada con el desarrollo de una nueva técnica que he ido
mejorando en los últimos años. La diferencia estriba en que antes cantaba
más presionado. Tenía que empujar más las notas, cantaba en situación de
estrés. Ahora he descubierto el placer de cantar desde la relajación. Que no
sólo concierne al instrumento, sino al cuerpo entero, a los músculos. Esta
nueva dimensión ha beneficiado mi confianza y mi serenidad. Y me ha
permitido ir creciendo en el repertorio y en la búsqueda de nuevos retos.
-Llama la atención de usted esa condición polifacética. Canta lied,
tutea el verismo, destaca con el repertorio francés y ahora va camino de
convertirse en heldentenor. ¿Dónde están sus límites?
-La evolución de la que hemos hablado me han constreñido a abandonar los
papeles lírico-ligeros. Ya no puedo hace Almaviva ni distintos roles
mozartianos. Tampoco me preocupa. De hecho, me siento más identificado con
un repertorio más oscuro e intenso. Sin perder la cabeza, quede claro. La
experiencia de Wagner no la voy a llevar a Tannhäuser, ni por supuesto a
Tristán, como tampoco quiero quemar las etapas antes de tiempo. El límite de
mi carrera soy yo mismo. De momento están en la agenda mi primer Eneas (Los
troyanos), el debut en el Trovatore y mis primeras experiencias en Andrea
Chénier, Manon Lescaut y La Fanciulla del West. No es que me obsesione
aumentar el catálogo, pero sí me gusta encontrarme delante de nuevas
experiencias y mantener viva la curiosidad. Alfredo Kraus cantaba mejor que
nadie siete u ocho papeles. No se salía de ellos. Plácido Domingo, en
cambio, se ha atrevido con decenas y decenas. Yo me aburriría siguiendo los
pasos de Kraus y considero excitante el camino de Domingo.
-Se está usted acercando sospechosamente a Otello.
-Está en el horizonte, pero hay que llegar a él en el momento adecuado.
Requiere demasiada energía e intensidad. Cada frase necesita un peso y una
tensión. Se trata de un personaje violento, poderoso, supremo. Creo que voy
a poder cantarlo en unos años, pero soy consciente de que me tengo que
medir. Hoy estoy firmando los contratos para las óperas que haré en 2015 o
en 2016. Y es muy difícil predecir hoy cómo va a encontrarse mi voz dentro
de un lustro. No tengo más que mirar cinco años atrás para darme cuenta de
las diferencias. Son las reglas que hay. Me parecen discutibles, pero no
tienen arreglo.
-También dicen las reglas actuales que el tenor requiere un físico de
modelo y grandes condiciones actorales.
-Nuestro trabajo se ha hecho enormemente exigente. Por un lado, comparto la
idea de que el cantante de ópera debe resultar convincente como actor. Me
parece que la profundidad teatral beneficia la credibilidad musical, y
viceversa. Otra cuestión es que la ópera deba adulterarse para hacerla
coincidir con las expectativas contemporáneas. Me refiero a que no considero
necesario forzar la dramaturgia o transgredirla por el mero hecho de
conquistar a un espectador que pretende ver en la ópera lo mismo que ya
contempla en la televisión o en internet. La ópera es un acontecimiento
mágico, excepcional, extraordinario. No debe trivializarse para hacerlo
digerible. |
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