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La Razon, 28 Julio 10 |
C. David Carrón- Madrid |
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Locos por Kaufmann
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En Bayreuth aún resuenan los
aplausos para el tenor de oro, una de las voces, dicen, más grandes del
siglo XXI, respetado por la profesión y con porte de estrella de Hollywood |
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Magras como modelo de pasarela, pero capaces de sobrepasar una orquesta de
cien músicos y de cantar peligrosos roles de la ópera, como los titulares de
"Turandot" y "Madama Butterfly". La historia no es nueva. María Callas es un
ejemplo a la mano cuando tras su transformación -bajó más de 30 kilos-
competía con Audrey Hepburn en términos de delgadez y elegancia. En esos
mismos años, Franco Corelli, una de las voces más impresionantes del siglo
XX, era conocido como el tenor de las "piernas de oro" (gambe d'oro", le
decían). Ellas y ellos de la ópera comenzaron hace rato a preocuparse por el
cuerpo, tal vez empujados por la publicidad, que puso modelos inalcanzables
como aspiración erótica, y también porque el público decidió que un
personaje que decía tener 15 Ahora que Plácido Domingo reina en el Teatro
Real y rompe su récord de aplausos día sí y día también, Jonas Kaufmann
viene a quitarnos complejos patrios, como si no hubiéramos tenido bastante
con el Mundial de Fútbol. Con la tensión aún en la garganta por su debut con
«Lohengrin» en Bayreuth (la Champion League de los tenores wagnerianos, por
seguir con el símil futbolístico), el tenor de Múnich se quejó de haber
tenido que sudar éxito en varios continentes para que le rindieran honores
en casa: «No soy el primero, pero aún me asombra que un artista alemán tenga
que ganarse primero renombre en el extranjero para obtener reconocimiento en
tu patria. Hasta que no triunfé en teatros extranjeros no se me respetó en
Alemania», se quejó.
Y como el éxito carga de razones, los hinchas de la colina verde no tuvieron
más remedio que rendirse a los pies del teutón, que interpretó el papel
protagonista de «Lohengrin», en la apertura de la cita estival. La crítica
ha alabado su interpretación de un papel que aúna la sensibilidad
mozartiana, la cadencia italiana y la inteligencia germana. Y eso que la
dirección escénica de Hans Neuenfels no se lo puso fácil, pues el patio de
butacas se distrajo en criticar y abuchear la idea de convertir a los
miembros del coro en ratas con lamparillas rojas que servían de ojos.
Saltos de repertorio
No sabemos si el cantante tiene motivos para quejarse por el trato de sus
paisanos, pero en el resto del orbe es una de las mayores celebridades que
pisa un escenario de ópera. Sólo una «superstar» puede, en una misma
temporada, hacer de Don José en la Scala –en un montaje, por cierto, no
exento de polémica porque incluía una escena de violación de Carmen en el
que el artista brilló junto a Erwin Schrott y Anita Rashvelishvili–, y en el
Metropolitan, Cavaradossi en el Met y Múnich, Don Carlo en el Covent Garden
y Werther en la Ópera de París, entre otros.
Con estos saltos en el repertorio no es extraño que se le considere el tenor
más polifacético de su generación. Él lo tiene claro, entre el modelo Kraus
(el campeón mundial de un repertorio limitado) y el modelo Domingo
(«recordman» de papeles estrenados), se queda con el segundo.
«Si interpretas siempre los mismo roles, o incluso al mismo compositor, es
aburrido. Significa que no encuentras desafíos o no controlas tu propia
voz», asegura. Imaginamos que Flórez, rey del repertorio rossiniano, pero
que a penas interpreta papeles no escritos por el autor de Pésaro, no estará
muy de acuerdo. Cierto es que Kaufmann ha saltado del verismo al repertorio
francés con cierta facilidad desde que entró a formar parte del ensemble de
la Ópera de Zurich, donde interpretaba a Pamino, Idomeneneo, Neronón,
Fausto, Gudonov o El Duque de Mantua. En 2003 se produjo su debut en
Salzburgo con «El rapto en el serrallo», de Mozart, bajo la dirección de
Ivor Bolton. Después llegaron otros debuts internacionales en «La Traviata»,
«La Rondine», «La condenación de Fausto», «La Bohème»...
Cantar «lo más claro»
También es cierto que el oscurecimiento de su voz, ahora bastante
abaritonada, le ha supuesto algún disgusto. Cuenta que, nada más graduarse,
en sus primeros pinitos en la ópera le pedían que cantara «lo más claro
posible», dada su corta edad. Hasta que encontró el profesor de canto
adecuado, que le invitó a cantar con su misma voz. En estos momentos lo
oscuro de su instrumento levanta pasiones, como ocurrió en su debut en
«Werther» en París, un papel interpretado normalmente por cantantes más
ligeros. Él aprovechó este color para caracterizar lo atormentado del
personaje. Además de su expresividad vocal y sus exquisitas modulaciones, se
alaban sus dotes como actor: «Puedes cantar como un dios, pero no
conseguirás tocar el corazón de la gente a menos que les transmitas que amas
la música», asegura.
Lo que es cierto es que hay consenso en el mundo de la lírica, lo que no es
muy habitual, en cuanto a su voz. José Manuel Zapata lo tiene claro. Dice
que para guapo guapo, «Jonas Kaufmann, que canta como un dios: va a ser el
mejor tenor del mundo porque lo tiene todo: voz, físico, saber estar… y,
sobre todo, hace el repertorio lírico que han hecho los grandes», algo que
ha subrayado el propio tenor alemán. Poco antes de inaugurar el Festival de
Peralada, la soprano Isabel Rey también se deshacía en elogios hacia
Kaufmann, a quien considera como «la mejor voz del siglo XXI, un cantante
que me ha llamado mucho la atención tanto por el talento que tiene como por
su entrega en el escenario», siempre, claro está, exceptuando a Plácido
Domingo, aclara.
Aire de galán italiano
A la «kaufmannía» ha contribuido también su físico espectacular, que ha
generado un batallón de «fans» en todo el mundo, tanto dentro como fuera de
la escena. Cuando se produjo la sonada ruptura entre la soprano Angela
Gheorghiu y el tenor Roberto Alagna, hubo rumores sobre el interés de la
rumana por el atractivo cantante. Él, ajeno, y con su aire de galán
italiano, está felizmente casado y dedica el tiempo libre que puede a sus
tres retoños. Su buena imagen también se debe a ese aire de anti divo que
cultiva: «En el momento en que cantas sólo para ganar dinero no puedes
hacerlo con la misma calidad, ni transmitir la misma chispa al patio de
butacas», es uno de sus lemas. La curiosidad era máxima por presenciar su
debut en el Teatro Real en abril de 2008. No sólo porque iba a interpretar
la única ópera de Beethoven, «Fidelio», sino porque iba a hacerlo bajo la
batuta de Claudio Abbado, uno de sus protectores, con quien acaba de grabar
un álbum de arias de Beethoven, Mozart, Schubert y Wagner.
Finalmente no pudo ser porque canceló, pero este otoño sus seguidores
españoles podrán resarcirse. Tiene previsto dos conciertos, uno en el Liceo
(10 de octubre) y otro en el Maestranza, de Sevilla (22). Le descubrirán en
otra de sus facetas, como cantante de lied, y mostrará una selección de dos
de sus autores preferidos, Strauss y Schubert. Antes volverá a Berlín para
cantar «Adriana Lecouvrer», aunque su principal reto para la próxima
temporada será «La valquiria» en el Met, otro paso más por la senda
wagneriana.
Que nadie tiemble porque el alemán no piensa afrontar los papeles arduos,
como Tristán, hasta el final de su carrera. Sí piensa, por el contrario, en
Verdi y no ve lejano un Otello, «ya tengo cuarenta años», argumenta sabiendo
que es necesario dar en cada momento el paso justo, pero antes le tocará «Il
trovatore» y «Un ballo in maschera». Esta vez el italiano le ha ganado por
la mano a Wagner.
«Bellissimi tenore»
Posee una presencia física tan apabullante que lo extraño es que no haya
recibido aún ofertas de alguna importante publicación para posar (o quizá es
que las ha declinado), como le sucedió a su colega Anna Netrebko, que lució
modelos de vértigo en reportajes a todo color antes de ser mamá. Y es que
barítonos, tenores y sopranos cuidan la línea más que nunca. Todo debe estar
en su sitio, sobre todo la voz. Que le pregunte si no a Deborah Voight,
imponente tras dejar en el camino más de 30 kilos de más...
Las chicas de Bayreuth
Inaugurar el festival de la Verde Colina con un montaje que firma Hans
Neuenfels es hacer oposiciones a dar que hablar. Las hermanastras Wagner,
herederas del timón del encuentro tras la muerte del patriarca Wolfgang, lo
sabían y, quizá conocedoras de la controversia que acompaña al director de
escena, decidieron apostar por él. Los abucheos inundaron el patio de
butacas: misión cumplida. Es el primer año para el tándem formado por Eva
Wagner-Pasquier y Katharina Wagner, después de años de luchas familiares que
se han prolongado durante décadas. Y Bayreuth no ha hecho más que empezar. |
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