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El Mercurio, Chile, Viernes 23
de Abril de 2010 |
Juan Antonio Muñoz H. |
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La belleza y la moda se imponen en la ópera
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Aunque siempre han existido
cantantes líricos que deslumbran por su figura, hoy en día esto es casi una
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Magras
como modelo de pasarela, pero capaces de sobrepasar una orquesta de cien
músicos y de cantar peligrosos roles de la ópera, como los titulares de
"Turandot" y "Madama Butterfly". La historia no es nueva. María Callas es un
ejemplo a la mano cuando tras su transformación -bajó más de 30 kilos-
competía con Audrey Hepburn en términos de delgadez y elegancia. En esos
mismos años, Franco Corelli, una de las voces más impresionantes del siglo
XX, era conocido como el tenor de las "piernas de oro" (gambe d'oro", le
decían). Ellas y ellos de la ópera comenzaron hace rato a preocuparse por el
cuerpo, tal vez empujados por la publicidad, que puso modelos inalcanzables
como aspiración erótica, y también porque el público decidió que un
personaje que decía tener 15 años (como sucede en Butterfly en el primer
acto) no podía parecer una señora de cierta importancia. Menos aún, una
belleza sobrenatural, como el libreto pinta a la misántropa princesa
Turandot, no podía llevar cien kilos a cuestas.
El tema es espinoso, porque algunas estructuras físicas no pueden soportar
las pruebas que los compositores exigen a sus cantantes. Más aún, el propio
público lírico es exigente en términos vocales e interpretativos mucho antes
que físicos, lo cual se entiende.
Los nombres se sucedieron por las décadas. Anna Moffo, el joven José
Carreras, Ashley Putnam, Teresa Stratas, Katia Ricciarelli, Peter Hofmann,
Sylvia Sass y Samuel Ramey, entre otros, son ejemplos de carreras destacadas
en cuerpos cuidados e imponentes.
En personaje y a la modaHoy día, ya nadie cuestiona que es mejor un artista
integral, que pueda abordar las complejidades de un repertorio y también
hacer creíble un personaje. Hasta la moda ha entrado de lleno, al punto que
un régisseur de renombre internacional como Emilio Sagi dice: "Si hoy tengo
que vestir a una soprano para ser Lucrezia Borgia, pienso en la Italia del
Renacimiento, pero le pongo un toque de Jean-Paul Gaultier, y con eso el
Renacimiento no se traiciona y yo tengo un espectáculo moderno. Así, el
público no siente que hemos faltado a la tradición".Un ejemplo inmejorable
es el de la soprano estadounidense Renée Fleming (1959), novia de América en
términos líricos, quien abrió la temporada del Metropolitan de Nueva York en
septiembre de 2009 con un espectáculo hecho para ella. Fleming se convirtió
en la primera cantante en los 125 años de historia del teatro en interpretar
tres actos de tres óperas diferentes en la sesión inaugural, un hito que
sólo Plácido Domingo había conquistado antes.
Y lo hizo muy bien vestida. Fueron Christian Lacroix, Karl Lagerfeld y John
Galliano quienes firmaron los trajes que la envolvieron en el segundo acto
de "La Traviata", en el tercero de "Manon" y en la escena final de
"Capriccio".
Su extraviada Violetta lució un vestido plata y rosa, e incluso parte de los
decorados (un conjunto de tafetanes color granate) también tenían a Lacroix
por autor. Lagerfeld vistió a su Manon de gris perla, mientras que Galliano
imaginó para la Condesa de "Capriccio" un traje con look Art Nouveau, con
bordados azules de aires chinescos, forro y guantes negros. La guinda de la
torta fue una idea de la compañía Coty, autora de un perfume llamado "La
Voce by Renée Fleming", que se lanzó el día de la premiere... a 120 euros el
frasco.
La experiencia Fleming puede ser vista como la forma de zanjar una discusión
que ya tiene años: si los cantantes deben ser también atractivos o si lo
único que importa es la voz. Un asunto que tuvo un proceso doloroso en 2004
cuando el contrato de la soprano Deborah Voigt (1960) con la Royal Opera
House de Londres (Covent Garden) fue revocado por considerársela demasiado
gruesa para el papel de "Ariadna en Naxos" (Strauss). Voigt demandó al
teatro y luego se sometió a una operación de bypass gástrico adelgazando 61
kilos. En la temporada 2008 retornó al Covent Garden como Ariadna, con gran
éxito y delgadísima.
La pinta no es lo de menos.
Los jóvenes de hoy lo han entendido así. Las campañas publicitarias de
cantantes que ni se conocen tienen una apuesta fuerte por la forma y el
impacto. Y también sucede con los artistas que hoy están en primeros lugares
de cartel. El caso de la rusa-austríaca Anna Netrebko (1971) es emblemático,
pues su belleza y sus dotes de actriz, a la vez que un material vocal que es
pura crema, la han puesto en la cima. Está considerada entre las mejores
sopranos de su generación y hasta ha sido calificada como "una auténtica
superestrella del siglo XXI" (diario "Musical America"). La revista
"Playboy" llegó a incluirla en la lista de las "chicas más sexies de la
música clásica".
Verla en escena sin duda contagia, por su entrega y energía, y también por
sus propuestas creativas, ya que muchas veces elabora un retrato fuera de lo
común del personaje que interpreta, como ha demostrado en roles como
Violetta, Julieta, Mimí y Antonia ("Los cuentos de Hoffmann"). Está casada
con el bajo-barítono uruguayo Erwin Schrott (1972), quien vino a Chile al
comienzo de su carrera y que hoy es solicitado por los grandes teatros en
papeles como Don Giovanni, Fígaro y Escamillo. También de personalidad
voluptuosa, Schrott es de los cantantes que suelen sacarse la camisa para
abordar ciertos papeles que lo ameritan: su Don Juan en esto es aclamado por
las audiencias, hipnotizadas por los bíceps del cantante, que además canta
muy bien.
En el mundo masculino, es el alemán Jonas Kaufmann (1969) el que ahora lleva
la corona. Este tenor es un imperdible absoluto por voz y condiciones de
actor, y por su pinta de galán italiano-brasileño. Lo que es claro al hablar
de Kaufmann es que su repertorio es sorprendente y que se maneja a la
perfección en estilos muy distintos. Lleva años sobre la escena, pero esta
última temporada lo tiene en las nubes: abrió La Scala en diciembre, como
Don José en "Carmen" (Bizet); cantó "Werther" (Massenet) en París, con éxito
arrollador; acaba de estar en el Festival de Pascua de Salzburgo; abre el
Festival de Bayreuth en julio como "Lohengrin" (Wagner); el Covent Garden,
donde es habitual, lo espera para su primer Maurizio en "Adriana Lecouvreur"
(Cilea), y el próximo año canta su primer Siegmund en "La Walkyria" (Wagner)
del Metropolitan... También le gusta cantar Lieder, género sutil y difícil
al que ha consagrado ya varios registros discográficos, uno dedicado a
Richard Strauss y otro al ciclo "La bella molinera", de Schubert.
Casado y padre de tres niños, vive en Zürich tratando de esquivar la pléyade
de fans que lo asedian. Para el director Franz Welser-Möst, Kaufmann "es un
cantante único, que aborda todas las demandas musicales, que es capaz de
expresar la angustia y las contradicciones de sus personajes y que sabe cómo
ser heroico y sutil". Nada menor. Tampoco es que esté dispuesto a todo:
"Hace unos años me pidieron hacer una escena totalmente desnudo, pero me
negué", ha declarado.
Lo acompañan entre los tenores, Juan Diego Flórez (1973), el gran tenor
rossiniano de estos días, también de esbelta figura, y los jóvenes James
Valenti (1979), que recientemente cantó "La Bohème" en Santander con la
chilena Cristina Gallardo-Domâs y que por estos días canta "Traviata" en el
MET con Angela Gheorghiu, y Vittorio Grigolo (1977), un tenor que partió en
el coro de niños de la Capilla Sixtina y que ahora aborda roles como los
titulares de "Fausto" (Gounod) y "El Corsario" (Verdi). Su primer álbum, "In
the hands of love", incluye piezas de lo que él llama "popera", una
combinación de pop y ópera donde brillan "All in love is fair", de Stevie
Wonder, y "María", de "West side story" (Bernstein).
Pero son muchos los que van con ellos por la pasarela: el barítono Simon
Keenlyside (1959), otro de los que se sacan la camisa, gran actor,
liederista refinado y notable intérprete de "Hamlet" (Thomas); el barítono
Carlos Álvarez (1966), excelente Don Juan (también descamisado) y aplaudido
"Simón Boccanegra" (Verdi); el tenor Xavier Mas, que estuvo en Chile
cantando "La flauta mágica" (Mozart) y que regresa para "Alcina" (Haendel)
este año; el tenor Roberto Alagna (1963), quien formó por años pareja
artística y amorosa con la soprano Angela Gheorghiu; el barítono Thomas
Hampson (1955), llamado "Thomas Handsome", célebre como liederista; el
delgadísimo tenor Ian Bostridge (1964), experto en Schubert, Schumann y
Britten, con apariencia de héroe neorromántico a punto de expirar; el
imponente barítono ruso Dmitri Hvorostovsky (1962), alto y platinado para
los grandes roles verdianos...
Y ellas también hacen fila. Uno de los nombres más glamorosos es el de
Danielle de Niese (1979), estadounidense nacida en Australia, hija de
emigrantes de Sri Lanka con ascendencia ceilandesa y neerlandesa. Tal mezcla
de sangres le aportó una atractiva y exótica apariencia, perfecta para el
rol de Cleopatra ("Giulio Cesare", de Haendel), que cantó en el Festival de
Glyndebourne, donde embrujó a Gus Christie, presidente ejecutivo del
encuentro, con quien se casó.
La rubia y holandesa Eva Maria Westbroek (1971) debe ser la voz más hermosa
entre las sopranos de la actualidad. Dueña de un material poderoso, que la
hace apta para los grandes roles wagnerianos (cantará en Chile el 2012 el
papel de Elisabeth en "Tannhäuser"), fue escogida por el Covent Garden para
estrenar en febrero de 2011 la ópera "Anna Nicole", basada en la trágica
vida de la playgirl, modelo y actriz Anna Nicole Smith.
Con ellas, la muy joven y hermosa georgiana Nino Machaidze (1983) se empina
en sobreagudos para cantar Elvira de "Los puritanos" (Bellini) o "Lucia di
Lammermoor" (Donizetti), y lo hace consiguiendo ovaciones. La llaman "la
Angelina Jolie" de la ópera o "la Ornella Muti del belcanto" y la comparan,
por cierto, con Anna Netrebko, asunto que no le gusta en absoluto. Christine
Schäfer, Diana Damrau, Nancy Fabiola Herrera, Ángeles Blancas, María Bayo,
Diana Damrau, Beatrice Uria-Monzon y las magníficas Anne Schwanewilms, Anja
Harteros, Natalie Dessay y Anna Caterina Antonacci no se quedan atrás en
este empeño por unir arte y pasarela.
En fin, los nombres se acumulan y los cantantes de todas las latitudes deben
agregar otros requerimientos a los habituales de musicalidad y voz. Ahora
también deben ser hermosos o, al menos, tener una figura que sirva para el
papel que interpretan. No siempre eso es posible, sin embargo. Algunos que
tienen algunos kilos de más dicen que su voz tiene su espesor por sustento.
Otros, en cambio, creen que es más bien la estructura ósea la que determina
la resonancia vocal y que esto no tiene que ver con comer de más o no. Lo
que sí es claro es que el desgaste de un cantante tras una ópera
largaduración es feroz, y que la buena pasta suele ser una buena compañía
tras una agitada noche de estreno. |
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