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La Jornada, 21 de junio de 2014 |
Pablo Espinosa |
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En las entrañas del Romanticismo
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He
aquí una novedad discográfica preñada de belleza.
El cantante alemán
Jonas Kaufmann, considerado en varios países europeos como ‘‘el mejor tenor
del mundo”, sube a la cima donde otros colegas suyos han enarbolado su
grandeza: asume, narra, siente, canta el ciclo de lieder (género exquisito
por antonomasia) más importante de la historia: Winterreise (vinterraise, de
acuerdo con la fonética alemana): Viaje de invierno, su más reciente
grabación.
Kaufmann logra una versión fresca, natural, y portentosa
en consecuencia, de esta obra en la que se han medido los grandes tenores,
entre quienes nunca deja de brillar Dietrich Fischer-Dieskau, quien tiene
casi una decena de grabaciones registradas con esta obra y para la mayoría
de melómanos es el máximo tenor en el mundo. Otro sector de la melomanía
quiere ver a su colega Kaufmann como su sucesor en el trono.
La
versión de Thomas Quatshoff figura entre las más conmovedoras, aunque no se
queda atrás la del gran Peter Schreier. Y qué decir de la de Hans Hotter.
Al igual que sucede con los ciclos de lieder de Gustav Mahler, aquí
ocurre un travestismo vocal apasionante, pues si bien esta partitura la
escribió Schubert para voz masculina, hay varias, fascinantes, versiones
femeninas, entre las cuales la de Christa Ludwig resulta esplendorosa,
seguida por la de Lotte Lehmann y la de Brigitte Fassbaender. Ah, la de
Natalie Stutzmann resulta igualmente formidable.
En el disco que hoy
nos ocupa, Jonas Kaufmann realiza un trabajo casi increíble: despoja de
cualquier posibilidad de crinolina, naftalina, melaza, lagrimón, a la
partitura, la cual mediante tal procedimiento despergaminiza, le borra la
pátina sin dañar la piel y pone epidermis flamante, lozana, juvenil.
De manera sorprendente, tal operación contó con un acierto que pareciera
conducir al efecto contrario, pues en pasajes nodales, Kaufmann recurre al
manuscrito original de Schubert, al contrario de la mayoría de los otros
tenores, que se ciñen a la impresión predominante, la de Urtext.
Logra hacer, así, el Winterreise del siglo XXI.
Más: mientras muchos
se limitan en tomar esta obra como una pieza ‘‘triste, apachurrada,
deprimente”, Jonas Kaufmann la convierte en un vertidero de emociones
clarificadas. A pesar de que asume que el protagonista de esta historia, que
es en realidad un poema de Wilhelm Müller (1794-1827), está ‘‘tocado de
muerte” y eso lo conduce a un estado de angustia y desesperación frente a la
ausencia de paisaje, es decir en medio de la nieve de invierno (ambiente
filosofal por antonomasia), Kaufman por el contrario encuentra el
intersticio metafísico de tal atmósfera del alma, la que imbuyó Franz
Schubert en la partitura, de manera que puede declarar, como lo hace en la
conversación que sostiene en las notas que acompañan el cuadernillo de este
disco, con Helmut Deutsch y Thomas Voigt, que él cuando estudia y luego
canta esta obra, logra ‘‘un efecto meditativo”.
A eso llega Kaufmann
al analizar el poema y la partitura con el alma sin prejuicios, y encontrar
que ‘‘Schubert expresa emociones muy hondas de manera muy clara y sencilla,
de manera que yo encuentro consuelo y me permite lograr mi equilibrio
interior”.
Estos logros, demostrados con la calidad canora monumental
en este disco, derriban muchas ideas preconcebidas y masticadas en torno al
Winterreise. El Disquero no ha conocido hasta el momento alguien que se
deprima escuchando esta obra. Cuando, al igual que el personaje del poema se
da cuenta que estuvo llorando porque siente el frío de sus lágrimas
congeladas sobre sus mejillas, ha habido lágrimas en el rostro del Disquero
pero no son más que de esas que llaman ‘‘de emoción estética”, producto del
arrobamiento, que no de la tristeza, algo similar a lo que se conoce como el
Síndrome de Stendhal, cuando uno goza de un exceso de belleza frente a sí.
El argumento de la obra: un enamorado sufre decepción amorosa y se lanza
a caminar sin rumbo entre la nieve del invierno, con final incierto (mágico,
en esta versión de Kaufmann) y momentos de intensidad tal que despliega los
elementos futuros que definirán el periodo histórico del Romanticismo y que
Schubert empuja para ser considerado como el introductor de este movimiento
artístico, convirtiendo al poeta Wilhelm Müller en un pre-romántico
irredento, pues el otro gran ciclo de lieder máximo en la literatura musical
también lo escribió Schubert, también proveniente de un poema de Müller: Die
Schöne Mullerin (La bella molinera).
Lo que para algunos es pura
sufridera en este Viaje de invierno, para Jonas Kaufmann es una meditación,
un sentarse a meditar para convertir las emociones en estados mentales
positivos. Procurar, como él lo dice, un equilibrio interior. Algo así como
los conceptos de desapego e impermanencia, puestos en música, en la del
pianista portentoso Helmut Deutsch y en su voz de gran, increíble tenor.
¡Vaya logro artístico!
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