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Mundo Clasico, 25 de septiembre de 2015 |
Raúl González Arévalo |
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Vincerò!
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Jonas
Kaufmann se está reivindicando como el mejor tenor lírico spinto del
momento, independientemente del repertorio abordado, alemán, francés o
italiano. Y este álbum parece coronarlo como tal. Se espera con impaciencia
el lanzamiento en DVD en octubre -también en Sony Classical- de sus
aclamadas interpretaciones de Manon Lescaut y La fanciulla del West,
recogidas en el recital y ofrecidas como bonus en el DVD de acompañamiento.
Aunque probablemente la mayoría de los mitómanos y admiradores del germano
irán derechos a la última pista, ese mítico 'Nessun dorma' que se ha hecho
esperar. Vayamos por partes.
De toda la serie de recitales grabados
con Decca considero que el mejor es sin duda el de Verismo Arias, que, dicho
sea de paso, ha servido de base para el recopilatorio titulado The Age of
Puccini lanzado por la discográfica británica aprovechando el lanzamiento de
Sony, según denunciaba el propio tenor a través de las redes sociales. Ya se
sabe: a río revuelto, ganancia de pescadores. Pero dejando los manejos de la
publicidad a un lado y volviendo al álbum citado, la adecuación a los
papeles seleccionados era casi total, porque la inmensa mayoría eran para
tenor spinto y las referencias discográficas mucho menores. En este nuevo
recital para Sony, por el contrario, hay papeles indiscutiblemente líricos
cuyo resultado final es menos satisfactorio, aunque el estilo, que domina a
la perfección, es irreprochable.
Las pistas están inteligentemente
presentadas, comenzando por uno de los platos fuertes, el Des Grieux de
Manon Lescaut. El modelo parece ser el de los spinto italianos de los años
50 y 60, Del Monaco y Corelli. El acercamiento al personaje, que le cae
perfectamente desde el punto de vista vocal, no deja de ser un tanto
superficial en la grandilocuencia y la intensidad con la que refleja sus
momentos de desesperación. Más interiorizado y matizado, por el contrario,
aparece su Dick Johnson de La fanciulla del West, para mí el verdadero punto
álgido de la grabación por capacidad de introspección y las sutilezas
introducidas en el canto, más variadas a mi entender que con el caballero
francés. En la misma línea se abordan otros grandes reclamos, como son las
arias de Tosca ('Recondita armonia') de la que ha dejado dos retratos
completos muy interesantes en DVD, y Madama Butterfly ('Addio fiorito
asil'), de la que también plasmó otro testimonio referencial en CD. Por el
contrario, su Rodolfo ('O soave fanciulla') de La Bohème sigue sonando
pesado, poco lírico, incluso exótico en la oscuridad del timbre.
De
las óperas menos conocidas saca un gran partido a las arias de Le villi,
Edgar y, sobre todo, Il tabarro, donde ya Plácido Domingo había revelado las
posibilidades expresivas de un papel rudo y sin muchas ocasiones de
lucimiento aparente. Menos satisfactorias, a pesar del aligeramiento de la
voz, son las arias de La Rondine ('Parigi! È la città dei desideri') y
Gianni Schicchi ('Avete torto!... Firenze è come un albero fiorito'), que
necesitan la plata de un lírico más que el bronce de un spinto, a pesar de
la óptica abordada, más ligera, como corresponde. No en vano, Roberto Alagna
clavó ambos personajes antes de embarcarse en Aidas y Otellos que han
comprometido y endurecido su instrumento lírico.
Llegamos así al
final del recital, reservado para Turandot, quizás la más arriesgada de las
elecciones y la más fácilmente criticable. Hay artistas que se adueñan de
personajes y de arias. En el imaginario colectivo 'Nessun dorma' es
propiedad de Pavarotti, desde los conciertos de los Tres Tenores hasta la
inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Turín en 2006.
Obviamente, se trataría de una comparación estéril, por la diferencia de
instrumentos y de acercamientos, lírico el de Pavarotti, spinto el de
Kaufmann. Pero, sorprendentemente, más que con Des Grieux, aquí el germano
logra fundir el espesor de una voz densa con los matices de otra más liviana
y lírica. El resultado es estupendo. Aún así, sin el squillo en el Si agudo
de “vincerò” de otros nombres, la interpretación es mejor aún en 'Non
piangere Liù'. Es evidente que lleva mucho tiempo preparando un papel que le
impone respeto. Y con razón. Hace bien. Porque tarde o temprano tendrá que
abordarlo en directo, y le mirarán con lupa. Es lo que tiene el estatus de
estrella en un papel estrella.
La presencia de Kristina Opolais,
soprano en la integral de Manon Lescaut, es vulgar por anodina, pues no
tiene ni el carisma ni los atractivos vocales de su compañero. Por el
contrario, la dirección de Antonio Pappano, con quien Kaufmann ya lleva unas
cuantas grabaciones memorables -a falta de conocer la última Aida- es sin
duda decisiva. El entendimiento entre ambos es total, y el italo-británico,
experto pucciniano, sabe sacar el mejor partido tanto a las posibilidades de
las obras seleccionadas como a las virtudes del tenor. A sus órdenes las
fuerzas de Santa Cecilia han vuelto a la época dorada de la década de 1950 y
1960, como confirma una vez más este disco.
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