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Associated Press, 02 de agosto de 2011 |
MIKE SILVERMAN |
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Abbado dirige un "Fidelio" conmovedor
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Habiendo
en el mercado más de una decena de grabaciones de la única ópera de
Beethoven, ¿por qué optar por esta? La primera respuesta es Jonas
Kaufmann.
El tenor alemán aporta al papel del prisionero
Florestan las mismas cualidades que lo han convertido en una
superestrella internacional: profundo conocimiento del texto unido a una
voz potente, excepcionalmente hermosa, capaz de expresar los matices más
sutiles. Su interpretación es reflexiva y a la vez fresca y espontánea,
conmovedora, digna de comparación con grandes cantantes del papel como
Jon Vickers y James King.
En el papel de su esposa
Leonora, que se hace pasar por el joven Fidelio para poder rescatarlo,
la soprano dramática sueca Nina Stemme pinta un retrato impresionante de
la valiente esposa y ataca con facilidad las dificultades de la
partirura, incluyendo un luminoso do sobreagudo. En su extensa aria
"Abscheulicher!" pasa sin dificultad de la furia a la ternura y
finalmente a la resolución heroica.
El barítono Peter Mattei se
destaca en el elenco como el buen ministro don Fernando. Aunque sólo
aparece en la escena final, Mattei imbuye su breve papel de nobleza y
conmovedora belleza. El bajo Christof Fischesser gana simpatía como el
carcelero Rocco; el villano don Pizarro suena amenazante en la voz del
barítono Falk Struckmann y la soprano lírica Rachel Harnisch es una
encantadora Marzelline.
Esta grabación se realizó en vivo en el
Festival de Lucerna de 2010. Claudio Abbado imprime a las fuerzas
combinadas de la Orquesta de Cámara Mahler y la Orquesta del Festival de
Lucerna un tempo dinámico, nunca formal. La grabación omite buena parte
del diálogo hablado. En las grandes escenas corales de los prisioneros y
el pueblo (muy bien interpretadas por el Coro Arnold Schoenberg), Abbado
demora el tempo lo suficiente para que se pueda saborear la grandeza de
la visión beethoveniana.
Merece destacarse el aria de
Florestan en el comienzo del segundo acto, "Gott Welch dunkel hier!"
(¡Dios, qué oscuridad aquí!). Muchos tenores atacan la primera palabra,
cantada en sol natural, como si fuera una punzada de dolor. Kaufmann
comienza con un susurro tan bajo que el oyente quiere verificar el
volumen. Entonces, en una emisión sostenida de 11 segundo, alza el
volumen hasta un fortissimo que es un grito de angustia. El efecto es
audaz y sobrecogedor.
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